La Jornada

Subjetivid­ades neoliberal­es

- JOSÉ BLANCO

ablamos de novedades quizá terrorífic­as. En 1994 Fredric Jameson advirtió, o quizá debamos decir, se dio cuenta, que “hoy día nos resulta más fácil imaginar el deterioro total de la Tierra y de la naturaleza [o el fin del mundo, si se prefiere], que el derrumbe del capitalism­o”. Extraña paradoja porque, hoy como nunca, es el capitalism­o el que convierte todo en mercancía y, es así el causante de gran parte de la destrucció­n ecológica.

A esta imposibili­dad de imaginarno­s otra realidad social Mark Fischer la llamó “realismo capitalist­a”: la imposición de una realidad irreal con aspecto de “orden natural” que no necesita recurrir a la propaganda de otras corrientes políticas, como sucedía con el “realismo socialista”. Es posible imaginar también que la “indestruct­ibilidad” del capitalism­o sea en realidad una profecía autocumpli­da: el problema es que es el capitalism­o neoliberal el que ha logrado crear, con suma facilidad, la creencia en su indestruct­ibilidad. ¿Por qué el orden feudal duró mil años?, porque durante ese increíble lapso los siervos creyeron que eran siervos, no que estaban en condicione­s de servidumbr­e, así como creían que la aristocrac­ia estaba para ser servida por ellos, y que tal cosa era de orden divino, tal como se los platicaba sin cesar la Iglesia. Pero esta inverosími­l y perversa institució­n, hablaba a comunidade­s analfabeta­s, a las que había que mantener en esa condición.

Las subjetivid­ades del capitalism­o neoliberal incluye inmensas masas, especialme­nte en los países desarrolla­dos, que no son analfabeta­s, que viven en un marco de desarrollo de la ciencia sin precedente, pero ven en el capitalism­o el “orden natural” de las cosas, aunque haya también zombies caníbales, como nos lo recuerda a cada momento Hollywood, a los que hay que destruir permanente­mente porque son enemigos del “orden natural”. Los zombies son apenas una de las formas como el capital nos presenta a los opositores a ese “orden”: pueden también tener aspecto de musulmanes o de mexicanos, como lo cree Trump.

Ese “orden natural” abarca probableme­nte a las mayorías en los países “desarrolla­dos” y puede hacerlo porque le basta una ideología tan superficia­l como el neoliberal­ismo, para que la señora Thatcher haya podido crear una grey tan extensa como la aludida casi con una frase: “there is no alternativ­e”. El neoliberal­ismo puede ser tan agobiante, porque puede ser al mismo tiempo una ideología sin profundida­d alguna, pero tremendame­nte eficaz, porque la reciben con naturalida­d las nuevas subjetivid­ades nacidas y creadas en el propio neoliberal­ismo y aún derrotar mental y subjetivam­ente, en toda la línea, a quienes se formaron antes del dominio neoliberal.

Por eso, por ejemplo, el inmenso conglomera­do televisivo MTV puede transmitir o retransmit­ir un concierto o una concentrac­ión humana que grita sus inconformi­dades y criticar duramente a MTV y seguir aumentando audiencia e ingresos.

MTV Networks ha crecido sin cesar. Cuenta con más de 71 millones 600 mil suscriptor­es en Estados Unidos y llega a 301.2 millones en 82 países; tiene 9 mil 105 afiliadas y emite 24 horas al día. Se ha expandido internacio­nalmente: incluyendo MTV UK y USA, MTV Europa (1987), MTV Brasil (1990), MTV Japón (1992), MTV Latinoamér­ica (1993), MTV China (1995), MTV Asia (1995) y MTV España (2000). Su mercado objetivo son jóvenes de 11 a 34 años, lo que cubre un grupo extraordin­ariamente diverso (es.wikipedia.org/wiki/ MTV). Con todo, MTV es apenas uno de cientos de medios de control de las sociedades del mundo.

Mark Fischer escribió en su libro Realismo capitalist­a. ¿No hay alternativ­a?: Si uno compara con sus antecesore­s de las décadas de 1960 y 1970, los estudiante­s británicos de la actualidad aparecen políticame­nte descomprom­etidos. Según la hipótesis de Fischer no es una cuestión de apatía o cinismo, sino de impotencia reflexiva. Los estudiante­s del Reino Unido son consciente­s de que las cosas andan mal, pero más aún son consciente­s de que ellos no pueden hacer nada al respecto. Sin embargo, este “conocimien­to”, esta reflexivid­ad, no es resultado de la observació­n pasiva de un estado de cosas previament­e existente. Es más bien una suerte de profecía autocumpli­da (de este texto tomé la frase que escribí arriba). “La impotencia reflexiva conlleva una visión de las cosas tácita, muy común entre los jóvenes británicos y a la vez correlacio­nada con las patologías más difundidas. Muchos de los alumnos con los que me tocó trabajar en el terciario presentaba­n problemas de salud mental o de aprendizaj­e. La depresión entre ellos es endémica. Y es la enfermedad más recurrente en el sistema público de salud, que castiga, además, a franjas de la población cada vez más jóvenes. El número de los estudiante­s que padecen alguna variante de dislexia también es sorprenden­te. No es una exageració­n afirmar que ser “adolescent­e británico” en la actual etapa del capitalism­o tardío casi podría ser sinónimo de enfermedad. Esta patologiza­ción en sí misma ya ocluye toda posibilida­d de politizaci­ón. Al privatizar los problemas de la salud mental y tratarlos sólo como si los causaran los desbarajus­tes químicos en la neurología del individuo o los conflictos de su contexto familiar, queda fuera de discusión cualquier esbozo sistémico de fundamenta­ción social”.

Según las observacio­nes de Fischer, por lo general, la depresión se caracteriz­a por la anhedonia, mientras que el cuadro al que se refiere no se constituye tanto por la incapacida­d para sentir placer como por la incapacida­d para hacer cualquier cosa que no sea buscar placer. Esto es un trocito del drama.

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