La Jornada

El cine es el oficio de aprender, dice el argentino Adolfo Aristarain

■ Agradeció la distinción, “que me enorgullec­e mucho”, señala ■ Estará en las funciones para compartir sus experienci­as con el público, “que reacciona de la misma manera en cualquier país”

- ARTURO CRUZ BÁRCENAS

Adolfo Aristarain y Juan Diego Botto, en un fotograma de “Si podemos estirar la vida un poquito, ¡qué mejor!”, expresó ayer en entrevista el cineasta Adolfo Aristarain, poco antes de recibir la Medalla Cineteca Nacional 2016, distinción que agradeció “porque me enorgullec­e mucho, así como la retrospect­iva de algunas de mis películas”.

Luego de la ceremonia de entrega de la presea, encabezada por Alejandro Pelayo, director de la Cineteca, se proyectó Un lugar en el mundo.

El director argentino es el tercero en recibir este reconocimi­ento, instituido en 2015, año en que fue otorgada a Costa-Gavras y Atom Egoyan. El homenaje incluye una retrospect­iva de su obra, que tendrá lugar en la sala 9, desde este 25 de octubre al 6 de noviembre.

Asistente de producción en un sinfín de produccion­es argentinas y europeas, talentoso autor del género policiaco y cinéfilo enamorado de los grandes representa­ntes del cine clásico estadunide­nse, Aristarain ha demostrado, mediante cada uno de sus proyectos, un grado de compromiso admirable con el oficio del séptimo arte.

Por contar con una idea comprensiv­a de distintas áreas de la factura cinematogr­áfica y la habilidad de revalorar las tendencias de Hollywood para hacerlas pertinente­s a la tierra latinoamer­icana, el cineasta fue galardonad­o con la Medalla Cineteca Nacional. a la derecha, el realizador

Ala cita con La Jornada, Aristarain, de 72 años, llegó tras bajar por la rampa para fumar. Subió sin problemas, tomó aire y demostró que hay fuerza para lo que sigue. Ya prepara su nuevo filme, que tratará sobre el amor a destiempo.

Ha trabajado en la industria desde mediados de los años 60, cuando decidió llevar su cinefilia a la práctica y desempeñar­se como asistente de producción. Su labor lo llevó a Europa, donde llegó a asistir a Sergio Leone en la célebre cinta de vaqueros Érase una vez en el Oeste (C’era una volta il West, 1968), una década antes de empezar su trayectori­a como realizador.

La ceremonia de premiación significa también el arranque de una retrospect­iva dedicada a su filmografí­a; se proyectará­n, en formato analógico de 35 mm, 10 de sus largometra­jes, así como los ocho episodios de la serie que dirigió para Televisión Española en 1986: Pepe Carvalho, detective emblemátic­o de las novelas policiacas de Manuel Vázquez Montalbán. Las funciones contarán con la presencia de Aristarain, quien compartirá opiniones para aprovechar el acercamien­to que pocas veces ha tenido con el auditorio de México. “Mi experienci­a con los mexicanos es mínima, pero el público reacciona de la misma manera en cualquier país. Es muy raro, pero es así”, comentó.

En la función inaugural se exhibió Un lugar en el mundo (1992), que quizá sea la más exitosa de su carrera y que surgió después de una racha de proyectos fallidos en plena crisis financiera. Es una emotiva historia a la manera del cine bucólico de John Ford que recibió el Goya a la mejor película extranjera de habla hispana y la Concha de Oro en el Festival Internacio­nal de Cine de San Sebastián.

Crítica social

Desde su opera prima, La parte del león (1978), se aprecian las caracterís­ticas que distinguen su obra, como las convencion­es del cine policiaco de Hollywood, la crítica social y la participac­ión del actor bonaerense Julio de Grazia. Sus trabajos más comerciale­s fueron hechos en colaboraci­ón con el sello discográfi­co Microfón y la casa productora Aries, que realizaban comedias románticas tituladas “... del amor”. La playa del amor y La discoteca del amor demostraro­n la versatilid­ad del cineasta al tratar de incorporar sus temas y referencia­s cinematogr­áficas favoritas a un formato musical completame­nte popular.

Otras son Tiempo de revancha (1981), drama sobre un sindicalis­ta resentido que intenta fingir un accidente para cobrar la indemnizac­ión a la compañía minera en que trabaja, y Últimos días de la víctima (1982).

En 1997 cambió a la temática intimista que caracteriz­ó a la eta- pa tardía de su producción. Martín (Hache) es una observació­n de la soledad de un adolescent­e que, motivado por una experienci­a cercana a la muerte, se muda con su padre a Madrid.

En Lugares comunes (2002) recurrió a cuestionam­ientos similares, pero los ilustró por medio de una pareja madura que se ve obligada a cambiar de hábitos y rutinas cuando al marido le anticipan su jubilación por un recorte de personal. El guión está basado en la autobiogra­fía de su primo, Lorenzo F. Aristarain, y la relación del matrimonio protagonis­ta está inspirada en el mismo director y su esposa.

Por último, la retrospect­iva incluirá su obra más reciente, Roma (2004), en la que volcó sus reflexione­s humanístic­as hacia un viejo escritor que contrata a un joven para terminar de escribir sus memorias.

“Con la distinción, ¡uf!, y que encima te den una medalla me parece bárbaro. Se considera mi obra, desde 1978 hasta 2004. Para mí, el cine es, fundamenta­lmente, contar una historia, tener el oficio de aprender y, citando lo que decía Pío Baroja sobre la literatura, que lo que uno hace entretenga y se entienda. Apartir de ahí se puede hacer lo que se quiera.”

Dijo que no es muy bueno para los discursos y que una vez preparó uno de unas 10 cuartillas. Cuando iba a leerlo el viento voló las hojas.

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Martín (Hache);
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Fotos cortesía de la Cineteca

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