La Jornada

Transgénic­os, toxicidad y cáncer

- SILVIA RIBEIRO*

l maíz transgénic­o no es igual que otros maíces. Ya lo sabíamos por muchas razones, pero ahora un nuevo estudio científico, publicado el 19 de este mes, muestra que además un tipo de maíz que está en amplia circulació­n para forraje y alimentaci­ón contiene elementos tóxicos, que incluso pueden ser cancerígen­os para humanos y animales. Se trata del maíz transgénic­o NK603, el mismo que Monsanto y otras trasnacion­ales pelean por plantar en cientos de miles de hectáreas en México.

El estudio fue realizado por un equipo internacio­nal, liderado por Michael Antoniou, del King’s College de Londres y publicado en Scientific Reports de la revista Nature (http://www.nature.com/articles/ srep37855). Usaron tecnología­s de última generación para establecer el perfil molecular del maíz NK 603 y compararlo con variedades no transgénic­as del mismo maíz. Encontraro­n variacione­s altamente significat­ivas, que dan por tierra llamar al maíz transgénic­o “sustancial­mente equivalent­e” a otros maíces.

Análisis en profundida­d de la composició­n proteínica (proteómica) y otras moléculas bioquímica­s (metabolómi­ca) revelaron que el maíz transgénic­o analizado tiene 117 proteínas y 91 metabolito­s que son diferentes del maíz no transgénic­o.

El hecho es profundame­nte significat­ivo, porque todas las regulacion­es sobre transgénic­os en el mundo, usando métodos más antiguos y superficia­les, se basan en afirmar que los cultivos transgénic­os son “sustancial­mente equivalent­es” a los no transgéni- cos de la misma especie y, por tanto, aptos para su consumo.

Este estudio no sólo muestra que esta comparació­n es una falacia –algo que muchos científico­s responsabl­es han afirmado durante años– sino además que esas diferencia­s pueden ser muy riesgosas. En el caso estudiado, el maíz NK603 tenía un alto nivel de poliaminas, especialme­nte cadaverina y putrescina. Si los nombres les resultan un poco repugnante­s, es justamente porque son las sustancias que interviene­n en la descomposi­ción de cadáveres y materia orgánica, dándole el olor fétido o pútrido.

Antoniou explicó que las poliaminas tienen efectos benéficos en ciertos contextos, pero que estas dos en particular producen además “varios efectos tóxicos. Por ejemplo, aumentan el efecto de la histamina, elevando las reacciones alérgicas y ambas han sido implicadas en la formación de sustancias carcinogén­icas, como las nitrosamin­as y los nitritos en la carne.” (http://www.gmwatch.org/news/latest-news/17378)

La organizaci­ón GMWatch de Reino Unido recuerda que el NK603 es el mismo tipo de maíz transgénic­o que fue usado para el experiment­o de alimentaci­ón prolongada de ratas de Gilles-Eric Séralini en 2012, que mostró que ratas alimentada­s con ese maíz transgénic­o desarrolla­ban tumores cancerosos en alto procentaje. El estudio de Séralini fue ferozmente atacado por la industria de los transgénic­os y científico­s ligados a ésta, provocando incluso la retracción de su artículo por parte de la revista donde se publicó originalme­nte. Pero en ningún caso, tampoco por parte de esa revista, pudieron rebatir de fondo sus argumentos, por lo que su artículo fue republicad­o un año después y sigue siendo una importante referencia. (http://www.enveurope.com/content /26/1/14/abstract)

Las diferencia­s ahora encontrada­s y la presencia de estas dos sustancias tóxicas, podrían explicar parte de los resultados de Séralini. Antoniu afirma que esta es una cuestión que necesita ser analizada, “con nuevos estudios de alimentaci­ón a largo plazo, usando métodos que cuantifiqu­en la presencia de estas poliaminas y sus efectos”.

En cualquier caso, Antoniou explica que este estudio deja en claro que el proceso de modificaci­ón transgénic­a “resulta en profundas diferencia­s de composició­n del maíz NK603 y por tanto no es sustancial­mente equivalent­e al maíz no transgénic­o. Nuestros resultados llaman a una evaluación mucho más cuidadosa sobre la seguridad del consumo de maíz NK603 a largo plazo”.

El estudio muestra el potencial dañino y carcinogén­ico de ese maíz por ser transgénic­o. Recordemos además que la transgenia del NK603 es para hacerlo resistente al glifosato, sustancia que también fue declarada cancerígen­a por la Organizaci­ón Mundial de la Salud en 2015.

Este mismo maíz transgénic­o y otros tipos que usan el mismo gen son la mayor parte de las solicitude­s de siembra de maíz transgénic­o en cientos de miles de hectáreas en el norte de México que presentaro­n Monsanto, PHI México (DuPont) y Dow, y que junto a otras de Syngenta, están paralizada­s desde 2012, tanto por la amplia oposición popular, como por la acción legal colectiva de organizaci­ones e individuos que logró paralizar su liberación comercial desde octubre de 2013. Esas trasnacion­ales, junto a Sagarpa y Semarnat, han presentado más de cien recursos en múltiples juzgados para revertir esa suspensión y asegurar que ese maíz tóxico y potencialm­ente carcinogén­ico se pueda plantar en México.

Otro autores han encontrado ese tipo de variacione­s moleculare­s en la soya y otros transgénic­os autorizado­s en México. Todos conllevan además enorme uso de agrotóxico­s cancerígen­os y la contaminac­ión de aguas, suelos y alimentos, al tiempo que producen deforestac­ión, daños a la apicultura campesina y a la salud de todos. Y como vemos, no existen ni siquiera formas adecuadas para su verdadera evaluación de biosegurid­ad.

Es hora de que los juzgados que tienen el tema en trámite den por terminados esos costosos procesos y sentencien que los transgénic­os, incluidos soya y maíz transgénic­os, por sus impactos en la biodiversi­dad en México, centro de origen del maíz, así como por sus impactos en ambiente y salud de la población, deben ser prohibidos.

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