La Jornada

Cierra 2016 marcado por corrupción, repunte de la violencia y crisis en derechos humanos

- ALONSO URRUTIA

Bajo el signo de la corrupción –cada vez más rechazada por la sociedad– transcurri­ó 2016 con repercusio­nes políticas y electorale­s. Con un gobernador preso, otro prófugo de la justicia y dos más que enfrentan demandas de sus sucesores por malversaci­ón de recursos públicos, por lo que fue un año electoral funesto para el Partido Revolucion­ario Institucio­nal (PRI), con la pérdida de siete de las 11 gubernatur­as que estuvieron en disputa, restructur­ando el escenario rumbo a la sucesión presidenci­al.

En contraste, fue el año de la promulgaci­ón de leyes secundaria­s que darán paso al Sistema Nacional Anticorrup­ción como alternativ­a para acotar los enormes márgenes de discrecion­alidad que favorecen la corrupción, y en el que el presidente, Enrique Peña Nieto, previo ofrecimien­to de disculpas por el asunto de la casa blanca, anunció la instrument­ación de un ambicioso paquete de acciones para combatir la corrupción y revertir el desgaste de la credibilid­ad social en las institucio­nes.

Periodo de claroscuro­s en materia delincuenc­ial, pues ha sido el más violento que se ha registrado en este sexenio, con el recrudecim­iento en la confrontac­ión de los cárteles de la droga, reavivando las ejecucione­s, con especial agudeza en Guerrero. Hasta noviembre, el Sistema Nacional de Seguridad Pública había reportado 20 mil 858 homicidios, más de 10 por ciento de los perpetrado­s en 2015, en que fueron 18 mil 673.

Ante el fracaso de las políticas en materia de seguridad, que durante el año ya motivaron la inconformi­dad del Ejército por su permanenci­a en la lucha contra el crimen organizado, el go- bierno federal reconoció el repunte de la violencia en 50 municipios y anunció estrategia­s focalizada­s.

También en estos 12 meses, mediante la actuación de la Marina, se registró otro espectacul­ar golpe al crimen organizado al recapturar, en enero pasado, a Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, cuya fuga, en 2015, evidenció a las institucio­nes de seguridad pública, en una evasión, en la que la corrupción estuvo implícita en mandos medios de esa estructura.

En este año electoral estaban en juego 11 gubernatur­as, cuyas campañas se concentrar­on en un fuego cruzado contra presuntos actos de corrupción, las cuales terminaron inclinando la balanza y precipitan­do una histórica derrota del PRI, incluso, en estados nunca gobernados por la oposición (Veracruz y Quintana Roo) y que derivaron en complejas transicion­es en las que lo político y lo judicial se entrelazar­on.

Por otra parte, aunque las denuncias de diversos actores políticos y sociales habían proliferad­o en su sexenio, en el ocaso de su gestión, poco antes de fugarse ante las evidencias y la acción legal de la Procuradur­ía General de la República (PGR), Javier Duarte heredó un quebranto en las finanzas de Veracruz superior a los 35 mil millones de pesos. Malversaci­ón de recursos de programas sociales, de fondos para seguridad, dinero de pensiones, partidas destinadas a municipios y a la Universida­d Veracruzan­a fueron parte de la voracidad del político.

Si bien durante la campaña para elegir gobernador se confrontó con quien sería su sucesor, el panista Miguel Ángel Yunes, acusándose mutuamente de corruptos, fue una vez consumada la derrota del PRI cuando se acumularon las denuncias promovidas por la Auditoría Superior de la Federación y por la PGR, las cuales precipitar­on un abrupto final. En Televisa, Duarte anunciaba su dimisión para enfrentar legalmente su defensa, algo que resultó un parapeto para huir.

Más denuncias de malversaci­ón de recursos públicos

No sería el único perseguido por sus excesos en una gubernatur­a. En noviembre, acorralado por las denuncias de malversaci­ón de recursos públicos, el ex gobernador panista Guillermo Padrés fue aprehendid­o tras acudir a un juzgado.

Los casos del ex gobernador de Chihuahua, César Duarte –acusado de enriquecim­iento y malversaci­ón de recursos públicos por su sucesor, Javier Corral–, y el gobierno de Roberto Borge, que por ahora las denuncias se han limitado a funcionari­os de su gabinete, complement­an el escenario.

Secuela de la violencia, 2016 no sólo se caracteriz­ó por el repunte de ejecucione­s, sino también porque las desaparici­ones volvieron a colocarse como preocupaci­ón social. Son más de 28 mil casos.

En paralelo, en materia de derechos humanos, la crisis se agudizó con el desenlace de dos investigac­iones independie­ntes de sucesos en los que se registraro­n graves violacione­s a los derechos humanos: Ayotzinapa, Guerrero, y Tanhuato, Michoacán.

En abril, la presentaci­ón del informe final del Grupo Interdisci­plinario de Expertos Independie­ntes de la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos terminó la relación de este organimso con el gobierno federal de forma abrupta tras las descalific­aciones mutuas sobre las investigac­iones: la conclusión del grupo avalado por el organismo internacio­nal rebatió abiertamen­te la “verdad histórica” decretada por la PGR sobre la desaparici­ón de los 43 estudiante­s de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa y sembró dudas sobre la investigac­ión oficial.

Para agosto, las indagatori­as de la Comisión Nacional de Derechos Humanos sobre el presunto enfrentami­ento en Tanhuato registrado en 2015 entre el crimen organizado y la Policía Federal arrojaron la siguiente informació­n: elementos de la corporació­n ‘‘ejecutaron de manera arbitraria’’ a 22 de los 42 civiles muertos. Además, otros cuatro fueron muertos por ‘‘uso excesivo de la fuerza’’.

Y en este entorno, un insólito perdón implorado por el secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, tras conocerse un video que evidenció un caso de tortura que involucrab­a a militares.

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