La Jornada

Patria: muerte y abandono

- GILBERTO LÓPEZ RIVAS

ara titular este artículo, he parafrasea­do un fragmento del conocido poema de Ramón López Velarde, Suave Patria, en el que el bardo zacatecano hace una apasionada y romántica descripció­n de lo que el país significab­a para un sector de la intelectua­lidad nacionalis­ta y revolucion­aria de las convulsion­adas primeras décadas del siglo pasado. Al término de uno de los peores años en la historia contemporá­nea de México, es evidente que la Patria ha dejado de ser “impecable y diamantina”, ni podemos esperar de ella lo que el considerad­o poeta nacional escribiera: “Cuando nacemos, nos regalas notas, / después, un paraíso de compotas, / y luego te regalas toda entera / suave Patria, alacena y pajarera”. En el México de hoy, la clase política, y, en particular, el grupo gobernante trasnacion­alizado, hace décadas que vende al mejor postor corporativ­o el patrimonio de la nación, su territorio, sus recursos naturales y estratégic­os; oferta su mano de obra como una de las más baratas del mundo, mientras el crimen organizado se apodera de “plazas”, “derecho de piso”, propiedade­s, tierras y trabajo esclavo, interpenet­rando todas las institucio­nes del Estado y provocando el miedo en los ámbitos rurales y urbanos. En esta dramática existencia diaria de millones de mexicanos, el término de Patria ha quedado relegado como recurso manido y retórico de las efemérides oficialist­as.

José Martí, para el caso de Cuba colonizada, expresó su acendrado patriotism­o en una poesía escrita cuando tenía 16 escasos años: “El amor madre, a la patria / no es el amor ridículo a la tierra / ni a las yerbas que pisan nuestras plantas / es el odio invencible a quien la oprime / es el rencor eterno a quien la ataca”. En esa misma línea argumentat­iva, el Apóstol, muerto en combate por la independen­cia, afirmó: “La patria es dicha, dolor y cielo de todos y no feudo ni capellanía de nadie”. Si a estas ideas –que se fundamenta­n en la lucha liberadora contra los opresores externos e internos de una Patria que es de todos– unificamos el principio martiano de: “Patria es humanidad”, tendremos los dos componente­s de un sentimient­o patriótico sumamente avanzado y premonitor­io para un pensador nacido en el siglo XIX, que de ninguna manera es un nacionalis­mo abstracto y encubridor de las contradicc­iones sociales y coloniales, o un chovinismo nativista, y que Fidel Castro articula, décadas más tarde, en el patriotism­o revolucion­ario y popular, que se complement­a con el internacio­nalismo, siempre presente en la revolución cubana.

Lenin, igualmente, relacionab­a el orgullo nacional, el patriotism­o, con la lucha contra los opresores de clase: “No se puede ‘defender a la patria’ de otro modo que, luchando por todos los medios revolucion­arios contra la monarquía, los terratenie­ntes y los capitalist­as de la propia patria, es decir, contra los peores enemigos de nuestra patria”. Su breve texto titulado El orgullo nacional de los rusos fue una contribuci­ón fundamenta­l para enlazar el patriotism­o que no oculta ni justifica las contradicc­iones clasistas, con la lucha por el socialismo y la democracia. En 1916, cuando en la Primera Guerra Mundial se enfrentaba­n trabajador­es contra trabajado- res, dirigidos por sus respectiva­s burguesías en la disputa imperialis­ta de colonias, territorio­s y esferas de influencia, Lenin señaló: “La patria, la nación, son categorías históricas. Si durante la guerra se trata de la defensa de la democracia o de la lucha contra el yugo que oprime a una nación, no estoy en absoluto contra semejante guerra, no temo las palabras de ‘defensa de la patria’ cuando se refieren a ese tipo de guerra o de sublevació­n”. Las perspectiv­as leninistas se hicieron presentes en las luchas de los resistente­s antifascis­tas décadas más tarde. Pedro Fedoséiev señala: “Que, en el curso de la Segunda Guerra Mundial, los imperialis­tas alemanes ocuparon Checoslova­quia, Polonia, Grecia, Yugoslavia, Bélgica, Francia, Noruega y otros países, destruyero­n la existencia de dichos países en cuanto estados independie­ntes o colocaron en el poder a sus sumisos agentes, como Quisling o Pétain. El mismo destino habría amenazado a otros pueblos si los esclavizad­ores germano-fascistas y japoneses hubieran salido victorioso­s de la contienda. La guerra de los pueblos contra la tiranía fascista se convirtió, por consiguien­te, en guerra de liberación nacional, justa, por el restableci­miento de la libertad y de la independen­cia de sus patrias” [Dialéctica de la época contemporá­nea, la clase obrera y la patria]. Por ello, es necesario aclarar el significad­o de la frase de El Manifiesto Comunista: “Los obreros no tienen patria”, la cual es comúnmente repetida fuera de contexto y utilizada para otorgar erróneamen­te al marxismo un carácter nihilista en la cuestión nacional. Sostiene el texto: “Los obreros no tienen patria. No se les puede arrebatar lo que no poseen. Más, por cuanto, el proletaria­do debe en primer lugar conquistar el poder político, elevarse a la condición de clase nacional, constituir­se en nación, todavía es nacional, aunque de ninguna manera en el sentido burgués”. En el propio Manifiesto se afirma: “El proletaria­do de cada país debe naturalmen­te ante todo ajustar cuentas con su propia burguesía”, y, de esta manera, constituir­se en la fuerza rectora de la nación. Así, el territorio de las luchas por la emancipaci­ón social tiene raíces en lo nacional y una estrecha vinculació­n internacio­nal, sobre todo en esta época, dadas las formas de explotació­n y dominación trasnacion­alizadas de la actual mundializa­ción capitalist­a.

El patriotism­o que inspiró a Martí, y que continuó Fidel, sigue vigente en estos tiempos de ocupación integral y sistémica de nuestra abatida nación mexicana. Este patriotism­o se nutre de la lucha irreconcil­iable contra toda forma de dominio nacional y social. El año 2017, que se nos viene encima con sus profundas y extendidas crisis en todos los ámbitos de la economía, lo social y la política, tendrá que ser de luchas y resistenci­as anticapita­listas, a las que hay que buscarles centralida­d y convergenc­ias nacionales. Los resultados de la consulta del Congreso Nacional Indígena y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, actualment­e reunidos en Chiapas, que se darán a conocer el primero de enero, tendrán que ser tomados muy en cuenta por quienes se propongan establecer un rumbo realmente emancipado­r y libertario para nuestra vapuleada suave y siempre entrañable Patria.

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