Tres despachos sobre los virtuosos
Mahan Esfahani (1984), el clavecinista iraníestadunidense, a la mitad de su recital en Colonia (28/2/16), hace una breve pausa. Es un hombre con una misión: devolver el clave a las salas de concierto y romper los “prejuicios” mezclando “lo viejo con lo nuevo”, como lo hace en Time present and time past (goo.gl/rb5wIZ), la columna vertebral del programa. Cuando acaba de sonar –con acompañamiento de Concerto Köln– el denso e intenso Concierto para clave op. 40 (1980) de H. M. Górecki y sigue el igualmente demandante Piano phase (1967) de S. Reich –compuesto para dos pianos y dos marimbas–, Esfahani explica [en inglés] la naturaleza de su arreglo. Alguien grita “¡Habla en alemán!” [Sprich Deutsch!]. Luego trata de tocar, pero el público empieza a chiflar y pelear entre sí. Algunos lloran, otros salen. Al parecer para los “conservadores” una pieza minimalista en un instrumento barroco es inaceptable. “Era un pandemónium que nunca había visto en un concierto de música clásica”, escribe Esfahani (Slippedisc, 29/2/16). “¿De qué tienen miedo?”, pregunta; alaba la libertad en Alemania comparándola con la supresión de la música en Irán y –a pesar de todo– procede con la clausura: Concierto en re mayor de C. P. E. Bach. Al final, según el artista, “todo era puramente musical”: se alegra por la “viva reacción” y la solidaridad de otros melómanos; subraya que si el clave [reintroducido apenas en el siglo XX por la gran Wanda Landowska (18791959)] es capaz de generar esto, “¡significa que importa!” Pero –según otros presentes– detrás hay también un claro trasfondo racista/cultural, un reflejo de la creciente xenofobia en Alemania (y la fresca memoria de “ataques sexuales” en Colonia dos meses antes perpetrados por un grupo de refugiados); al final el virtuoso también es un “otro”, encima un “árabe”.
II.- András Schiff (1953), un gran “intelectual de la música”, no teme cambiar su mirada. Después de haberlos criticado, se enamora de los fortepianos de la época para tocar a “su” Schubert y a “su” Beethoven; la “malograda” interpretación de Variaciones Goldberg de J. S. Bach (Decca, 1983) la sustituye por una mejor (ECM, 2001) [¿le gustaría la nueva –fresca y original– “lectura” de esta compuesta originalmente para el clave pieza por Esfahani?, goo.gl/AKnD3G]. Pero no cambia su opinión sobre la Hungría actual. Desde hace años viene criticando a V. Orbán por “su racismo, antisemitismo, discrimina- ción de los Roma y nacionalismo reaccionario” (The Washington Post, 1/1/11). Ya son cuatro décadas que vive afuera. De todos modos la derecha allí lo declaró “persona non grata” y él mismo se declaró “auto-exiliado” (Der Tagesspiegel, 14/1/12). Los orbanistas le dijeron incluso que si regresaba “le cortaban las manos” (¡sic!). Pero para Schiff el problema no es sólo el gobierno y sus seguidores, sino también la gente que se queda callada (BBC, 23/12/13). En un espeluznante recuento histórico fustiga la rehabilitación del almirante Horthy, el colaborador de Hitler que deportó medio millón de judíos a campos de muerte: “Los húngaros tienen que enfrentar su pasado nazi, no venerarlo”, escribe (The Guardian, 11/12/13). A diferencia de sus homólogos europeos, la derecha húngara (Fidesz/Jobbik) ni siquiera esconde su antisemitismo –por lo que Schiff “por su origen” no es un “verdadero húngaro”, igual que por ejemplo la gran [post]marxista Agnes Heller, otro blanco preferido de los ataques (además por “comunista”)–, y en vez de “mimetizarlo” lo combina abiertamente con la islamofobia y el odio a los refugiados.
III.- Krystian Zimerman (1956), desde su triunfo en el Concurso Internacional Chopin de Varsovia (1975), tiene fama de “volátil”, “cerrado”, “detallista”. No extraña cuando en Los Ángeles (26/4/09) en el último momento cambia el programa: en vez de J. Brahms (Sonata op. 119) es G. Bacewicz (Sonata no. 2); pero sí es una sorpresa cuando en vez de proceder con la última pieza –Variaciones sobre un tema popular polaco, de K. Szymanowski (1904)– se vuelca hacia el público diciendo que “ya no va a tocar en un país (Estados Unidos) que quiere controlar al mundo entero”, critica la guerra en Irak, el campo en Guantánamo e implora