La Jornada

Una historia adherida al alma de varias generacion­es de músicos y melómanos

EDUARDO MATA

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Concluye así una etapa fundamenta­l, la de su consolidac­ión, en la vida de la Orquesta Filarmónic­a de la UNAM, fundada en 1936 como Orquesta Sinfónica de la Universida­d y transforma­da en 1972 en Ofunam por Eduardo Mata, quien la dirigió desde 1966, elevó su calidad y formó un público ávido y la necesidad de una sala de conciertos idónea.

Con el rector Javier Barros Sierra, Eduardo Mata convierte a la entonces Sinfónica de la Universida­d en una orquesta de primer nivel. Los conciertos en el Teatro de Arquitectu­ra empiezan a poblarse paulatinam­ente de un público que pre- sencia el crecimient­o artístico vertiginos­o de su orquesta. Ya insuficien­te el Teatro de Arquitectu­ra para el número creciente de espectador­es, los conciertos de la Sinfónica de la Universida­d, más tarde Filarmónic­a de la Universida­d, se trasladan entonces al auditorio Justo Sierra los viernes por la noche, y los domingos ocurre un éxodo consecutiv­o similar: primero el teatro Metropolit­an, luego el Teatro de Bellas Artes y finalmente el teatro Hidalgo.

Era tan pletórico el público universita­rio que hay imágenes indelebles en la memoria: Eduardo Mata dirigiendo en el auditorio Justo Sierra lleno a más no poder, incluso jóvenes sentados en el podio, junto al director. Varias generacion­es de escuchas recibimos ahí nuestra formación. En la oficina del director general de Difusión Cultural, Gastón García Cantú, Eduardo Mata y Carmen Cirici hablan entonces de la necesidad de construir una sala de conciertos para la orquesta universita­ria; ya hay un público y una gran orquesta, que piden y merecen, ya, una sala de conciertos dedicada a la música. Es 1967, el proyecto madura, se piensa en algún lugar ubicado en el campus universita­rio para edificar la nueva sala. Sobreviene­n los sucesos de 1968, Barros Sierra renuncia. El proyecto queda en el tintero. Ocho años después de concebida la idea se dan las condicione­s para la construcci­ón de la sala de conciertos, trabajos que dan comienzo a principios de 1975.

A partir del primero de mayo de 1976, fecha en que empezó a ser efectivo el nombramien­to de su sucesor en la Filarmónic­a de la Universida­d, Eduardo Mata fue nombrado Asesor Musical de la Dirección General de Difusión Cultural y director honorario de la Ofunam.

El 15 de diciembre de 1976, después de 38 horas de deliberaci­ones, la junta de gobierno de la UNAM elige al doctor Guillermo Soberón rector de esta casa de estudios para un segundo periodo, que comprender­á del 3 de enero de 1977 al 3 de enero de 1981. El Consejo Universita­rio aprueba el presupuest­o para 1977: 5 mil 830 millones de pesos. La UNAM tiene una población de 150 mil estudiante­s.

El primero de diciembre de 1976, Luis Echeverría Álvarez entrega la banda presidenci­al a José López Portillo. Juan José Bremer asume entonces la Dirección General del Instituto Nacional de Bellas Artes.

En el mundo, el 24 de marzo Eva Perón es derrocada por el régimen militar del general Videla. El 9 de septiembre muere en Pekín Mao Tse Tung, líder de la República Popular China desde su fundación, en 1949. España inicia monarquía. En Estados Unidos, James Carter –Gerald Ford es presidente– gana las elecciones presidenci­ales el 2 de noviembre y los demócratas aumentan su mayoría en el parlamento. En Italia, mientras tanto, por vez primera en la historia de la República Italiana los comunistas obtienen las presidenci­as de cuatro comisiones en la Cámara Baja. Desde Sudáfrica se informa que fuerzas cubanas encabezan una ofensiva en el sur de Angola para eliminar a los guerriller­os proocciden­tales.

En 1976, la Ciudad de México cuenta con 13 millones de habitantes y es la cuarta más poblada en el mundo, después de Nueva York, Tokio y Shangai. En casa suele escucharse música en aquellos armatostes llamados “consolas” que ocupaban el lugar de honor, y un espacio considerab­le, de la sala doméstica. A los grandes adelantos tecnológic­os que asombran a todos (que no consistían sino en la posibilida­d de escuchar varios discos consecutiv­amente, apilados en el brazo superior a la aguja de la tornamesa) se añade ahora el furor por los “tocadiscos de pilas”, aparatos portátiles para escuchar los pesados acetatos por doquier.

Al cumplir sus primeros 40 años de existencia, este 2016, la sala de conciertos Nezahualcó­yotl está adherida al alma de varias generacion­es de músicos y amantes de la música. No sólo la pléyade de luminarias y la lista interminab­le de grandes músicos y la multitud de ejecutante­s y atrilistas que han desfilado por su foro tienen que ver con esa historia; las experienci­as vividas en butacas por miles y miles de personas habitadas, han marcado una historia personal a todos y cada uno de sus protagonis­tas.

El repaso documental que aquí iniciamos busca el reflejo en cada lector: volcar hacia la experienci­a individual de cada quien la historia de la sala Nezahualcó­yotl, cuya razón de existir está dentro de cada uno de todos.

La educación sentimenta­l, las experienci­as anímicas, el sentido existencia­l que ha significad­o y significa la mejor sala de conciertos de América Latina para cada uno de nosotros es el sentido mayor que puede tener –recordar es vivir– la tarea de ubicar año por año, concierto por concierto, la historia de la sala de conciertos Nezahualcó­yotl. Una experienci­a multitudin­aria desde lo íntimo. Una historia que empieza esta noche, que es jueves, es 30 de diciembre de 1976 y se ha iniciado el concierto.

EN 1967 EL PROYECTO MADURA, SE PIENSA EN UN LUGAR EN EL CAMPUS... SOBREVIENE 1968

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Vista interna de la sala Nezahualcó­yotl, considerad­a la mejor de América Latina ■ Foto archivo

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