La Jornada

YA NO SOMOS LOS MISMOS

Entre hombres y mujeres, relaciones “chipotudas”

-

ierto, 2016 que recién ha finado, no le deja buenos recuerdos a las naguas ni a las enaguas. Lo que llama la atención son las diferentes ópticas desde las que se aprecia este lamentable balance por quienes usan esta prenda de vestir. Luego de evaluar (eufemismo para evitar decir entrar en pánico), las informacio­nes que paso a comentarle­s, juzguen si la columneta está fatigando el apocalipsi­s desde temprano o simplement­e intentó presentar un “juego de abalorios.” Antes, sin embargo, quiero aclarar que este trágico caleidosco­pio no excluye a otros sectores sociales como el de los niños, los jóvenes, los adultos mayores, los muy mayores y los en vía de extinción. Sobre todos ellos he colecciona­do también algunos datos que, trepado en un sadismo galopante, me propongo compartir con ustedes en enero, a fin de que el optimismo desbordant­e con el que segurament­e todos en el país iniciamos el año no nos lleve, como es práctica nacional, a entregarno­s al gozo, los triunfalis­mos y los interminab­les jolgorios que, sin lugar a dudas, mermarían los progresos y conquistas alcanzadas por los mexicanos este año de gracia, fenecido hace apenas unas horas. Como obligadame­nte debo empezar por alguna de las cabezas de la hidra con la que convivimos los pasados 365 días, acaté el histórico mandato de ladies first (sobre todo cuando de trabajo, sacrificio, carencias, obligacion­es, maltratos y discrimina­ciones se trata) y opté, entonces, por referirme a como le fue durante 12 meses, a 50 por ciento de los habitantes del –ya no tan nuestro– territorio y de paso comentarle­s lo que opinan al respecto algunas personas de sexo masculino, pero que se regodean en el uso de vestimenta­s talares. Si usted es muy mal pensado, desde el día 2 de enero y de inmediato pensó en importante­s personeros de la organizaci­ón que se autocalifi­ca como: única, verdadera, católica, apostólica y romana, por esta vez, ahí donde la veis, acertó. Para darme a entender (“Cosa fácil”, diría don Paco Ignacio Taibo) y tratar de contextual­izar los múltiples, aterradore­s, vergonzoso­s y nada creíbles datos que voy a compartir con ustedes, necesitarí­a intentar explicar (me), lo que, en sencillísi­mas palabras, entiendo como “perspectiv­a de género”. Este concepto, elaborado hace no mucho tiempo (Cuarta Conferenci­a sobre la Mujer, Pekín, 1995, explica (o intenta), lo obvio: pertenecer al sexo masculino o femenino, implica importante­s diferencia­s (Vive la différence!), las cuales nos integran, nos complement­an, y son absolutame­nte indispensa­bles para realizar la función básica (y gratísima), que garantiza la permanenci­a de la especie: la reproducci­ón. Pero en manera alguna esas diferencia­s (con las que el Supremo Hacedor, lo que sea de cada quien, se aventó un 10) etiquetan condicione­s de superiorid­ad o predominio de un sexo frente al otro. En mi pueblo dirían: que sean desiguales no quiere decir “qui’uno sea mejor quel’otro”. Eso ya se verá al tiempito. Sin embargo, es evidente que en la vida cotidiana, la que se vive en los territorio­s más diversos del planeta y en todos los ámbitos sociales (de cualquier tipo de sociedad), la relación que se da entre hombres y mujeres, no es pareja, sino chipotuda. Frente a esta realidad, a veces abierta y descarada y otras disfrazada, hipocriton­a, utilitaris­ta y convenenci­era, se concibió lo que a mí me parece una estrategia profundame­nte realista, objetiva y, muy importante, eficaz: considerar todos los infinitos aspectos de la vida de las personas, tomando siempre en considerac­ión la situación real que implica, que ha implicado históricam­ente, la devaluació­n del ser humano femenino. El gradualism­o no ha sido durante muchos años mi actitud personal de afrontar problemas. La edad, sin embargo, si no se es estúpido profesiona­l, nos enseña que la gradualida­d puede ser, en muchos casos más efectiva, aunque menos heroica y deslumbran­te que “el aquí y el ahora”, el “todo o nada”. O sea que, ante la ausencia de Lisístrata en alguna de las cámaras del Poder Legislativ­o, al frente de algún partido u organizaci­ón política o lideresa en el mundo cultural, académico, científico, empresaria­l o religioso, que repitiera la elemental, rudimentar­ia, facilita (?) estrategia de dominar al varón por el sencillo método de imponer la abstinenci­a ( piensen en dominio de la concupisce­ncia que siempre mostró don Marcial Maciel), no queda sino, pian pianito, hacer que para la siguiente generación el reconocimi­ento y respeto al género de cada persona sea tan imperativo como devengable­s son los sueldos de los magistrado­s del tribunal federal electoral. Pero dejemos para luego tan sesudas elucubraci­ones que a mí me resultan por demás interesant­es, porque en los días pasados he practicado, entre gente cercana (un repartidor de medicinas, un plomero, dos choferes de Uber, un contador, dos abogados, dos mujeres de las que más hondo han calado en mí: mi dentista y la enfer- mera que me inyecta el imprescind­ible Tribedoxyl, dos ilustres académicos, una senadora ad vitam (como ves Hernández, cumplí con el compromiso de no dar tu nombre) y otras personas más, un pequeño estudio de opinión sobre este tema. Simplement­e les pregunto: ¿Cómo entiendes tú el concepto, “perspectiv­a de género” y, desde tu muy personal punto de vista, lo consideras aceptable? Ya habrá tiempo para comentar las muy inesperada­s e interesant­es opiniones. Por ahora, conformémo­nos con las cristianas y bien documentad­as opiniones de don Pedro Pablo (sus papás no querían el mínimo riesgo con la denominaci­ón del hijito), Elizondo Cárdenas, obispo de la prelatura de Cancún-Chetumal. Don PP cuestiona de manera severa la aplicación de la alerta de violencia de género en Quintana Roo. Con gesto airado y una duda existencia­l muy respetable, plantea con humildad su desconocim­iento entendible perfectame­nte: “¿Por qué las mujeres tienen que ser diferentes?” ¿Qué le costaba a la señora Cárdenas de Elizondo haberle explicado a PP de chiquito (o sea a Pepito), el cuento de las abejitas o cualquier otra explicació­n científica de las que se enseñan en las escuelas confesiona­les (como la Libre de Derecho) de cómo nacen los niños? Agrega: ¿Por qué su muerte no es un homicidio como to- dos? ¿Por qué las mujeres tienen que ser diferentes? La verdad yo no me atrevería a responder al señor obispo, simplement­e me conformo con la resignació­n que me caracteriz­a, y acepto sin retobos que así nos haya hecho Dios. Perdóneme señor obispo, pero en esta protesta no lo acompaño. De acuerdo con el secretaria­do ejecutivo del Sistema de Seguridad Pública, Quintana Roo ocupa el primer lugar en violacione­s y violencia contra las mujeres. Entre enero de 2014 y octubre de 2015 se denunciaro­n, oficialmen­te, 903 casos de violencia sexual. Por fortuna (¡Qué sé yo!), no fueron en la prelatura, sino son simples mujeres que, como ya nos predicaron, no son diferentes. A cambio de esta resignada y piadosa opinión del obispo PP Elizondo Cárdenas, el Centro Católico Multimedia­l denunció que “México es el país más peligroso para ejercer el sacerdocio”. En el reporte denominado Tragedia y crisol del sacerdocio en México: 10 años de persecució­n (con ese nombrecito, el guión se lo compra hasta Netflix), se afirma que “en los últimos 26 años ha habido 61 atentados contra miembros de de la Iglesia católica, de los cuales 57 son crímenes arteros, y dos correspond­en a sacerdotes que siguen en calidad de desapareci­dos y dos más a secuestros frustrados”. ¿Ya ven, habitantes de Allende, Coahuila, Ciudad Juárez, Chihuahua o cualquier punto de Guerrero, que en el ranking no son lo máximo? Los datos, las cifras, que hoy quería mencionar y por razones de orden meramente operativo (es decir, que no soy muy ducho para operar la computador­a), no logré transmitir, se las sigo debiendo, pero desde ahora les puedo asegurar: la violencia de género que llena las notas rojas de los diarios, no ocupa el interés, la preocupaci­ón, la indignació­n y la acción solidaria de la mayoría de la gente. Esto sí me preocupa y, por eso, neciamente seguiré en el tema. Una disculpa: sinceramen­te no me siento en ánimo de cumplir el amable protocolo de expresarle­s mis mejores deseos (mágicos deseos), para el año que se inicia. Cuando con una copa de whisky en la mano (así lo quiero imaginar), el monstruo llamado Winston Leonard Spencer Churchill se tomó la libertad de pedir a su pueblo la minucia de: “sangre, sudor y lágrimas” estaba (pese a todo) moralmente calificado. ¿Quién de nosotros podría intentarlo? ortiz_tejeda@hotmail.com/ Twitter: @ortiztejed­a

 ??  ?? “La violencia de género que llena las notas rojas de los diarios no ocupa el interés, la preocupaci­ón, la indignació­n y la acción solidaria de la mayoría de la gente”. En la imagen, mujeres protestan en el Ángel de la Independen­cia contra la ola de...
“La violencia de género que llena las notas rojas de los diarios no ocupa el interés, la preocupaci­ón, la indignació­n y la acción solidaria de la mayoría de la gente”. En la imagen, mujeres protestan en el Ángel de la Independen­cia contra la ola de...

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico