¿LA FIESTA
Pobres resultados de una rica empresa con prisa
or su originalidad y exigencia de verdad, la fiesta de los toros es espejo confiable de la temperatura política, anímica y social de los países donde está inmersa. Si durante décadas hemos estado jugando a la democracia y a procurar el bien común permitiendo que una punta de saqueadores e ineptos metidos a gobernantes y legisladores hagan y deshagan ante la indiferencia de la mayoría, otro tanto ha ocurrido con la tradición taurina de México. De la observancia de leyes y reglamentos pasamos al paraíso de la autorregulación, a las importaciones alegres y a la opacidad del desempeño sin importar los penosos resultados, en la política, en los toros y en el resto de las actividades. La imaginativa mancuerna funcionarios- empresarios no dio para más. Hoy, asustados hasta con nuestra sombra, compramos la idea de un nuevo coco extranjero que va a devorarnos, ya que nuestra ancestral dependencia impide valorarnos y menos defendernos. La falsa globalización empieza a desmoronarse y mientras a destiempo se recomienda volver los ojos sobre nosotros mismos, nuestro mercado interno y un desaprovechado potencial, otros, como si vivieran en Groenlandia, siguen montados en su criterio globalizonzo, poniéndole la mesa a lo de fuera a costa del reposicionamiento de lo de casa. Ya son varias décadas de multimillonarios metidos a promotores de una fiesta de toros mexicana sustentada en el figurismo y el amiguismo, en complicidad con autoridades y crítica especializada y la creciente indiferencia de un público cuya respuesta es dejar de ir a las plazas pues no pasan de tres los diestros importados que llevan gente;