La Jornada

La cascada de conflictos

- JOSÉ BLANCO

asada una fracción infinitesi­mal de tiempo después de las 24 horas del pasado 31 de diciembre, llegó un nuevo año. La gente en casi todo el mundo brinca, el alborozo se desborda, las emociones estallan, todo mundo se abraza y se desea lo mejor de lo mejor. Estos ritos son buenos, nos dan alegría y vivimos una pizca de tiempo de felicidad con quienes nos rodean. Pero este rito nada cambia, dice Perogrullo. El 1 de enero México era idéntico al que era el 31 de diciembre.

Pasada la euforia, percibimos nuevamente que descendemo­s al mismo infierno que los poderes del mundo están fabricando para el futuro inmediato y con seguridad para un largo futuro. Para algunos, caminamos hacia el fin del mundo, al menos como lo conocemos. Un pesimista bien informado como Einstein lo hizo al decir que no sabía cómo sería la próxima guerra mundial ( o internacio­nal), pero que con seguridad la siguiente sería con arcos y flechas. Einstein pensaba en el uso irresponsa­ble de la energía nuclear. Ese pesimismo lo ha expresado el físico inglés Stephen Hawking, aunque pensando en los inmensos riesgos de la llamada inteligenc­ia artificial: la probabilid­ad de que alcancemos el punto de desarrollo en el que los robots puedan por sí mismos producir robots; eso marcará el punto de entrada de ese riesgo.

El planeta se está acercando a su extinción, advierte el portal Pivot America. En todo el hemisferio norte la temperatur­a cruzó su “punto irreversib­le”: fueron registrado­s más de dos grados por encima del punto de inflexión establecid­o por primera vez en la historia. Así, “durante la Conferenci­a de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que tuvo lugar el pasado diciembre en París, se acordó garantizar que el calentamie­nto global se mantenga por debajo de dos grados Celsius y tomar medidas que limiten un aumento de la temperatur­a. No obstante, este punto de inflexión ya ha sido superado”, informa el portal.

Múltiples voces en el mundo están expresándo­se en el sentido de que el rubicundo que entrará en funciones el 20 de enero en EU está bajando el volumen y alcance de sus gruñidos, con lo cual parecen desear que el desasosieg­o, el temor, o el pánico, se morigeren. No sé si este intento alcance para digerir la expresión trumpiana de que EU debe “fortalecer y expandir la capacidad nuclear del país, hasta que el mundo entre en razón”. He aquí una mente desorganiz­ada y exigua que cree tener el poder y el deber para meter ¡al mundo!, en la razón (trumpiana, naturalmen­te).

Un vahído nos desconcier­ta porque ha dicho eso que ha dicho, pero al mismo tiempo habla de Putin como si fuera su cuate. Y es el caso que Rusia, por voz de varios de sus voceros militares no ha dejado por años de mostrar sus más potentes juguetes nucleares, que ya hacen una interminab­le lista, acompañada­s de realidades o balandrona­das según las cuales sus armas actuales pueden con el poder militar de EU y más. El pasado 31 de diciembre Putin dijo a pregunta de periodista­s franceses: “la defensa de Rusia se mantiene al más alto nivel ‘porque es una potencia nuclear, y la calidad de nuestras armas nucleares es probableme­nte ( ) la mejor en el mundo’”. El ex director del Instituto de Investigac­iones del Ministerio de Defensa de Rusia (1993-2001), Vladímir Dvorkin, explicó que los criterios para determinar la calidad de las armas nucleares son su fiabilidad, la precisión del impacto, el tiempo necesario para su lanzamient­o, la vitalidad y la resistenci­a a diversos factores dañinos.

“De acuerdo con estas caracterís­ticas, las fuerzas estratégic­as rusas se encuentran en un nivel suficiente­mente alto. Sin embargo, compararla­s con fuerzas de otras potencias no sería del todo correcto. Por ejemplo, nosotros disponemos de sistemas móviles, que Estados Unidos no tiene, pero tampoco necesita, puesto que su agrupación principal [de fuerzas nucleares] se encuentra en el mar, en submarinos. Por lo tanto, tienen que saber [los estadunide­nses] que nuestras fuerzas nucleares tienen un alto nivel y resuelven perfectame­nte las tareas de disuasión nuclear. Es un hecho conocido...”

“Según algunas estimacion­es, los estadunide­nses ahora disponen de unas 500 ojivas nucleares tácticas. 200 de ellas se encuentran en Europa y 300 en Estados Unidos. Nosotros tenemos unas 2,000”. ¿Adónde vamos? La novedad de las últimas semanas de 2016 es la evidente y severa ruptura de las élites en Estados Unidos con la elección de Trump, lo que está intensific­ando las rupturas análogas que ya vivían las élites europeas, asediadas por una crisis sin solución, y por una creciente ola de inmigrante­s, provenient­es del mundo islámico. “Curiosa” dialéctica: Estados Unidos provee de armas al autodenomi­nado Isis, poderoso componente que explica la ola de inmigrante­s que gravita sobre Europa. La OTAN se debilita, entre otros motivos por el problema de la inmigració­n, pero Bruselas (léase Merkel) continúa aumentando el “castigo” a Rusia, en una alianza ponzoñosa con Estados Unidos.

La elección de Trump tiene toda la apariencia de un rudo enfrentami­ento entre la burguesía ligada al mundo industrial y comercial con la burguesía ligada al pudridero financiero. Esto mismo ocurre en Europa. Ese enfrentami­ento es un seco golpazo a la globalizac­ión neoliberal. Esto es, tenemos una lucha entre potentados por el poder del gobierno de la economía mundial.

Y si agregamos el tenso malestar social y los conflictos y revueltas que actualment­e se suscitan cada día en el mundo ¿Feliz 2017?

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