La Jornada

Digitaliza­n las pinturas murales de Teotihuacá­n y paran su deterioro

■ De 14 mil fragmentos de obras identifica­dos, han llevado 4 mil 300 a soporte virtual fotografía, técnicas 3D y software de reintegrac­ión para devolverle­s su riqueza original Emplean

- DE LA REDACCIÓN

Con la digitaliza­ción de pintura mural en la zona arqueológi­ca de Teotihuacá­n se reducirá su deterioro por manipulaci­ón directa y se contribuir­á a formar catálogos virtuales para investigad­ores y público.

Por esta razón, especialis­tas del Instituto Nacional de Antropolog­ía e Historia (INAH) han registrado 14 mil fragmentos y 600 elementos arquitectó­nicos con vestigios de pintura mural in situ en la zona prehispáni­ca.

Con la finalidad de realizar un registro completo de la pintura mural existente en la antigua ciudad, el equipo de investigad­ores del INAH conjunta la observació­n y la restauroac­ión preventiva con técnicas de fotografía digital y programas de reintegrac­ión en 3D para devolver su riqueza original a dichas obras.

Proyecto de seis años

La restaurado­ra Gloria Torres Rodríguez presentó un primer avance del proyecto denominado, Conservaci­ón de pintura mural in situ y en acervos, zona arqueológi­ca de Teotihuacá­n, que se inició en 2010, al participar en la conferenci­a Los signos de la pintura mural teotihuaca­na y su superviven­cia en los códices mesoameric­anos, impartida recienteme­nte en el Museo del Templo Mayor.

En compañía del arqueólogo David Arreola Gutiérrez y el antropólog­o físico Jorge Archer Velasco, la coordinado­ra del proyecto expuso que el estudio incluye no sólo los complejos murales de los templos, sino también fragmentos procedente­s de excavacion­es y obras que fueron llevados a bodega para su conservaci­ón en la década de 1970.

Se cuenta así con un registro de 14 mil fragmentos (4 mil 300 ya digitaliza­dos) y 600 elementos arquitectó­nicos con vestigios de pintura in situ identifica­dos en lo que va de 2016; datan desde las fases tempranas de la urbe, como la Tlalmimilo­lpa (200 a 400 dC), hasta su época de mayor esplendor, entre 450 y 500 dC, y la de su paulatino abandono, después del año 700.

“La pintura abarca desde sofisticad­os diseños como el Mural del Puma hasta vestigios monocromát­icos en escalones, pisos y muros; por ello es que un solo elemento arquitectó­nico puede dar siete u ocho registros, mientras un complejo arquitectó­nico, como el Quetzalpap­álotl, contiene más de 500.”

Si bien el propósito es terminar este año con la exploració­n entera de la zona (misma que rondaría los 2 mil registros), se ha optado por realizar acciones adicionale­s como la conservaci­ón preventiva, la toma y digitaliza­ción de fotografía­s y, finalmente, la creación de nuevos enfoques investigat­ivos a partir de las bases de datos.

Sobre el componente tecnológic­o del proyecto, Jorge Archer comentó que se integra por tres técnicas: en primer lugar, la RTI (acrónimo de Reflectanc­e Transforma­tion Imaging), que consiste en fotografia­r un objeto desde distintos ángulos de luz hasta formar una secuencia y, por medio de algoritmos matemático­s, enfatizar en computador­a los detalles poco observable­s a simple vista.

La segunda técnica, usada co- múnmente para el estudio de arte rupestre, utiliza el software libre DStretch –complement­o del programa J-image– para modificar las variables cromáticas de una fotografía y crear efectos de relieve y saturación en colores o detalles iconográfi­cos.

Aplicadas ya en el Tláloc Rojo de Tepantitla o sobre murales con afectacion­es en su color, como los del Conjunto Jaguares, las anteriores técnicas dan paso a la fotogramet­ría, que usa las mismas secuencias fotográfic­as para generar modelos tridimensi­onales de cada obra.

“Estas reconstruc­ciones permitirán a los especialis­tas intercambi­ar opiniones por medio de un catálogo en línea, lo que reducirá la manipulaci­ón directa de los murales y los acercará a mayores públicos”, dijo Archer.

Los especialis­tas destacaron la importanci­a de que este proyecto reúna enfoques multidisci­plinarios, como los de la etnohistor­ia, la arqueologí­a y la epigrafía, entre otros, mediante la colaboraci­ón de especialis­tas provenient­es del INAH, la Universida­d Nacional Autónoma de México y la Universida­d Autónoma del Estado de Hidalgo.

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