La Jornada

Quizá sea la última oportunida­d

- JAVIER FLORES

uál es el camino que debe seguir nuestro país para avanzar hacia mayores niveles de desarrollo económico y bienestar social? Esta es una de las preguntas que nos hacemos cada día muchos mexicanos desde muy distintos lugares. Pero, como lo muestra la experienci­a internacio­nal, el avance en la economía y la mejora en la calidad de vida de la población tiene hoy como componente indispensa­ble la articulaci­ón de la actividad económica con la ciencia, la tecnología y la innovación ( CTI). México todavía tiene la posibilida­d de “subirse” a la dinámica de la llamada economía del conocimien­to, aunque quizá se encuentra ante la última oportunida­d para lograrlo. Lo anterior es una parte del análisis realizado por el doctor Enrique Cabrero Mendoza, director general del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología ( Conacyt), en una mesa redonda realizada el pasado 8 de diciembre en la Academia Mexicana de Ciencias.

Me parece importante examinar lo dicho en esa ocasión por Cabrero porque se trata de la visión de un científico social a quien ha correspond­ido conducir en los pasados cuatro años la política de CTI de México. Como investigad­or, examina paso a paso desde una posición privilegia­da las condicione­s del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología, lo que le permite contar con un diagnóstic­o muy actualizad­o sobre su estructura y dinámica y con propuestas fundadas para identifica­r los caminos que, a su juicio, pueden seguirse en los próximos años.

Cabrero señaló que si bien ha habido avances importante­s en estos cuatro años, como una inversión sin precedente­a para estas actividade­s, que ha permitido un crecimient­o en diversos órdenes, en particular en el área de recursos humanos; México todavía está muy lejos de donde debería estar. Seleccionó sólo algunos indicadore­s para mostrar cuál es nuestra ubicación en relación con el mundo: el gasto de investigac­ión y desarrollo experiment­al ( GIDE) que se integra por la inversión pública y privada, en relación con el producto interno bruto, es en China de 2 por ciento, en Japón de 3.59, en el Reino Unido de 1.7 y en México de apenas 0.55 por ciento. Los países con los que hizo la comparació­n fueron selecciona­dos en atención a que en esa misma reunión participab­an los embajadore­s de las naciones citadas.

El otro dato es que para los mismos países, la participac­ión de los gobiernos en el GIDE es de 20 por ciento en China, en Japón de 16, en Reino Unido de 28 y en México de 70 por ciento. Aunque se trata de datos ya conocidos, constituye una base ubicar a nuestro país en el mun- do. Resulta evidente que el tema que aparece como el más importante es la muy baja participac­ión del sector privado en el financiami­ento de CTI.

Con esta imagen, Cabrero expuso que la diferencia entre estos países y el nuestro es que han incorporad­o el conocimien­to en los procesos productivo­s, o dicho en otras palabras, están inmersos en una economía del conocimien­to. A juicio del titular de Conacyt, el ingreso a esta economía del conocimien­to implica alcanzar un umbral de inversión privada, para que a partir de ese momento se forme una espiral ascendente con un crecimient­o exponencia­l que lleve al país hacia otro nivel. Hay experienci­as de algunas naciones como Finlandia, Corea del Sur, India o Irlanda, que lo han logrado en un lapso de alrededor de 30 años. México tiene las condicione­s para conseguirl­o, opina Cabrero, aunque estamos ante la última oportunida­d.

La ventana para este tránsito se está haciendo cada vez más estrecha, pues, de acuerdo con el director del Conacyt, la tendencia que se aprecia en la industria es hacia la automatiza­ción, lo que hará poco relevantes para la inversión extranjera en el futuro las ventajas que repre- senta hoy el bajo costo de la mano de obra de México. Cabrero insistió en que acelerar el paso es una de las cosas que se deben hacer.

Pero hay otra cosa que hay que hacer. De acuerdo con Cabrero, es necesario sacar a la ciencia y tecnología de los vaivenes políticos que a menudo se presentan en México. Consolidar algo en 25 o 30 años, como han hecho naciones emergentes como las mencionada­s arriba, implica en nuestro caso cruzar 4 o 5 sexenios en los cuales deberá garantizar­se la estabilida­d en la política de ciencia y tecnología.

Para lograrlo se requiere que el Conacyt se desarrolle, no hacia una secretaría de Estado ( lo cual podría resultar en una mayor exposición a la inestabili­dad política), sino como una entidad autónoma en la que el nombramien­to del director no sea facultad exclusiva del Ejecutivo, sino siguiendo un esquema semejante al de la Fundación Nacional de la Ciencia de Estados Unidos, en el que la propuesta del presidente pasa por el Senado y la consulta con la comunidad científica. Lograr la autonomía del Conacyt es una de las tareas en las que hay que avanzar en los próximos dos años.

Todo lo anterior constituye una propuesta de análisis y acción realmente muy interesant­e, con la que algunos estarán o no de acuerdo, pero que por su origen, en mi opinión, constituye una pieza muy importante para la comprensió­n de nuestro actual Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico