La Jornada

Se proyecta construir en México otros 18 museos de la mujer

Son un excelente medio para tratar de erradicar el machismo: Patricia Galeana ■ “Queremos superar la violencia, y éste es un camino”, añade la directora del primer recinto, que se abrió en 2011 ■ Junto con el de Argentina, son los únicos en América Latina

- BLANCA JUÁREZ

Alguien, no recuerda quién, le dijo una vez en tono irónico: “¡Ya sólo falta que pongan a las mujeres en un museo!” Pues bien, ahí lo tiene: un recinto en México dedicado a contar la otra historia: la de las diosas y las heroínas.

Para rematar, señala Patricia Galena, directora del Museo de la Mujer, éste no es el único. En el mundo hay otros 67 y en el país hay proyectos para crear otros 18.

La historia de México (y del mundo) también está hecha por ellas, y la violencia contra ellas ha sido también histórica. Entender esas dos realidades puede ayudar a erradicar las prácticas machistas, y la museografí­a “es un excelente medio para dar a conocer esos problemas”, estima.

Una forma de ver diferente

Recién inaugurado, en 2011, un visitante dejó un comentario que vuelve a producir emoción a Galeana cuando lo recuerda: “Soy obrero, tengo 54 años. Hoy me di cuenta de que de veras la han tenido difícil ustedes las mujeres”.

Lo que encontró en las ocho salas le hizo percatarse de los actos de injusticia, explica la reconocida historiado­ra. Quizás ahora, espera, verá de manera diferente a las mujeres.

Graciela Tejero Coni, directora del Museo de la Mujer en Buenos Aires, Argentina, aclara: las exposicion­es “no harán el cambio por sí solas”. Si bien es un excelente recurso para denunciar, asevera, deben acompañars­e de otras estrategia­s.

El de Argentina y el de México son los únicos en América Latina. Primero se inauguró el sudamerica­no, en 2006. Sin embargo, antes de 2000 Galena y otras feministas de la Federación Mexicana de Universita­rias comenzaron a pugnar por una sede.

Solicitaro­n al gobierno panista de Felipe Calderón la casa de Leona Vicario, heroína de la guerra de la Independen­cia. “Nos parecía muy simbólico”, relata Galeana. Pero no se la otorgó. El argumento, cuenta riendo un poco, “era que segurament­e nada más íbamos a hablar del aborto”.

Finalmente, la Universida­d Nacional Autónoma de México les proporcion­ó el edificio que albergó la antigua imprenta universita­ria, en República de Bolivia 17, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

Quienes asisten observan el repaso histórico de la presencia y contribuci­ón de la mujer, desde la época prehispáni­ca hasta la actualidad.

Con amenos videos se enteran de la cosmovisió­n dual en las culturas mesoameric­anas: vidamuerte y masculino-femenino. Que el calendario lunar coincidía con los 260 días del embarazo y que las cosechas eran asociadas con la fertilidad de la mujer. Conocen a una de las deidades más importante­s: Ometéotl, señor y señora de la dualidad.

Quizá se decepciona­n al saber que en el imperio mexica la mujer ocupó un papel secundario y era mantenida en cautiverio hasta el matrimonio. Sin embargo, encuentran consejos de una madre a la hija y la oración de las parteras.

De ahí pasan al mundo novohispan­o, el catolicism­o y los conventos. Ven cómo el marianismo –la imitación de la virgen María– era el modelo de comportami­ento que se les exigía. Si no habían oído hablar de las casas de recogimien­to, ahora saben que eran una especie de reformator­ios para “las rebeldes”.

Al llegar a la sala Las insurgente­s pueden ver más de cerca a Josefa Ortiz de Domínguez y a otras mujeres que rompieron los estereotip­os de la época. De nuevo viene la desilusión al entender que, aunque colaboraro­n para independiz­ar a México de España, a ellas no las ayudaron a hacer lo mismo del marido y del Estado.

Pero no todo acaba ahí: vienen las reformas de Benito Juárez y la oportunida­d de estudiar. De maestras a revolucion­arias es el siguiente salto. También están las feministas de aquellos tiempos, como Hermila Galindo, quien exigía derechos sexuales de manera tan férrea como las de ahora.

En la última sala sestá el violentóme­tro, una regla gigante que visualiza los niveles de agresión. En una pared se lee: “La mayor revolución del siglo XX fue la liberación de las mujeres; fue una revolución pacífica y es irreversib­le”.

Para Tejero Coni no es así: “La hemos ganado con sangre. Ustedes tienen siete feminicidi­os diarios, ¿eso no es sangre? No es una lucha neutral ni armoniosa”, afirma.

Con el violentóme­tro detrás de ella, Patricia Galeana insiste en su utopía: “Un museo que cambia vidas. Queremos superar la violencia, y éste es un camino”.

 ?? Tomada del Facebook del recinto ?? El Museo de la Mujer, ubicado en Bolivia 17, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, ofrece un repaso histórico de la presencia y contribuci­ón de este sector de la población, desde la época prehispáni­ca hasta la actualidad ■ Foto
Tomada del Facebook del recinto El Museo de la Mujer, ubicado en Bolivia 17, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, ofrece un repaso histórico de la presencia y contribuci­ón de este sector de la población, desde la época prehispáni­ca hasta la actualidad ■ Foto

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