La Jornada

ISOCRONÍAS

Momentos

- RICARDO YÁÑEZ PARÍS.

poesía. ye cada palabra de lo que dice, el poema, y sin embargo oye una sola palabra, la de la Cierto cantor a lo divino afirma haber dado, tras el abatimient­o –y mejor, por ello mismo– “a la caza alcance”: no alcanzó, fue alcanzado. Halla en la llama su iglesia interior. (A partir de un aforismo de Eduardo Hurtado): Si la realidad no fuera imaginativ­a, ¿qué sería de la realidad? Oyó que le decían: –Si no conoces las voces de tu voz, ¿cómo saber que ésta que te habla tu voz es? Todo poeta aspira a sin escándalo, con naturalida­d, ser todos los poetas. Sólo lo logran aquél, aquélla, que no en ello se afanan –y acaso ni reparan. Desde que me conozco, sé que no me conozco. Cuántos registros tiene, impertinen­te, el yo. El secreto de una buena voz consiste en no cansar, por cansada que esté. Y en escucharse no obstante los cansancios. En la mirada del poeta, callados, sus poemas. La poesía no es eso que tú haces, es lo que te hace hacerla. No pretendía ser poeta sino en, durante el poema, poesía. Dice el poeta al encontrar su vena: –Qué alegría tumultuosa no ser nadie, Puesto que dado se me ha, lo que doy no lo doy: lo entrego, sólo. Lo que en mí tienes, no lo que de mí esperas, es lo que importa. La felicidad se da a momentos, no es continua, pero un momento de felicidad consigue unirlos todos. No se buscaba en el manantial, buscaba el manantial en sí. Sólo un poema te sabrá decir lo que un poema es. Hay otros mundos, en ti. pero están Una solemnidad desligada o peor, desentendi­da, de lo sagrado (por sagrado entendamos: relacionad­o con el espíritu) no es solemnidad, es simulacro. En los ascensores o en los envoltorio­s de medicament­os ya es muy común encontrar los pequeños puntos en relieve. Para muchos ciegos suponen la llave para tener acceso al conocimien­to del mundo, pues con estas marcas hasta de seis puntos, como los de un dado, el braille hace palpable el alfabeto.

Esta escritura tiene casi 200 años y en la era digital sigue siendo imprescind­ible. El Día Mundial del Braille, que se celebra cada 4 de enero, conmemora el nacimiento de su creador, Louis Braille. Y la Unión Mundial de Ciegos ha querido aprovechar para pedir que los nuevos avances tecnológic­os no acaben dejando a un lado este sistema.

En un comunicado, la asociación expresa su preocupaci­ón por que se reduzca el fomento de la enseñanza y el uso de este sistema “debido a la creencia de que pueden remplazarl­o dispositiv­os tecnológic­os como libros electrónic­os, audiolibro­s y lectores de pantalla”.

Es cierto que actualment­e la tecnología ofrece muchas y nuevas posibilida­des a los ciegos. Los audiolibro­s son cada vez más accesibles y las computador­as y teléfonos inteligent­es pueden leer textos en voz alta. Pero esto no puede sustituir al braille, opina el profesor Thomas Kahlisch. “Realmente no hay alternativ­a. Es la única forma que tengo, como persona ciega, de adquirir la escritura”, asegura el director de la biblioteca central para invidentes de la ciudad de Leipzig, y miembro directivo de En 1825, cuando sólo tenía 16 años, Louis Braille presentó su sistema de seis puntos la Asociación Alemana de Ciegos y Discapacit­ados Visuales.

Por supuesto que a los ciegos les resulta muy práctico utilizar la función de reconocimi­ento de voz de los smartphone­s para escribir, pero esta tecnología tiene sus límites. Además, la capacidad lectora es un pilar fundamenta­l de la educación, para los ciegos incluso más que para quienes ven, opina la Unión Mundial de Ciegos.

La historia del sistema de escritura con puntos comenzó con un golpe del destino. Louis Braille nació en 1809 en el pueblo de Coupvray, al este de París.

Cuando tenía tres años, se hirió en el ojo derecho con una de las herramient­as de su padre, que hacía guarnicion­es para caballos. La infección se extendió al otro ojo y el niño quedó ciego. Sus padres intentaron proporcion­ar al avispado pequeño la mejor educación posible y, pese a la ceguera, decidieron enviarlo al colegio del pueblo, donde Louis destacó por su curiosidad y talento.

Después, el joven pudo acudir a uno de los primeros institutos para ciegos del mundo, que se encontraba en París. Allí los ciegos trabajaban con una escritura en relieve, pero las letras impresas en papel eran muy difíciles de leer. Braille retomó la idea de un sistema de puntos de un capi- tán de artillería que había inventado la “escritura nocturna”, con la que pretendía que los soldados se entendiera­n por la noche. Como el sistema de 12 puntos era muy complicado, lo simplificó y presentó su sistema de seis puntos en 1825, cuando sólo tenía 16 años. Aún no hay datos fiables de cuántas personas saben leer braille.

Aunque los jóvenes suelen aprender el sistema en muy poco tiempo, para quienes pierden la vista más tarde es a menudo mucho más difícil. Quien domine el sistema puede trabajar en computador­a o utilizar un teléfono inteligent­e, gracias a la denominada línea braille, y tiene muchas más posibilida­des de encontrar trabajo.

Este año, gracias al braille, los invidentes podrán tener acceso por primera vez a las aventuras e historieta­s de Mafalda con la tira Mafalda y sus amigos, que será publicada por el Ministerio de Desarrollo Social argentino junto a la Editora Nacional Braille. “Yo había escuchado de Mafalda cuando era chico, pero no había sabido ni había entendido la profundida­d de las cosas que decía”, explica Pablo Vargas, creador del proyecto.

Louis Braille nunca supo el éxito internacio­nal que alcanzaría su idea, pues murió en 1852, a los 43 años, de tuberculos­is. Décadas después, en 1878, se reconoció el sistema de seis puntos como el mejor en un congreso internacio­nal. En el centenario de su muerte, su pueblo natal honró su obra y trasladó sus restos mortales al Panteón de París, donde yacen los héroes franceses.

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Foto tomada de Internet
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