LAS REBANADAS DEL PASTEL
Lo mismo sucede con otros “rescates”, como el carretero de 1997 (también cortesía de Zedillo y los que lo relevaron en la gerencia de Los Pinos). Este año se cumplen dos décadas de tal acción gubernamental, y los mexicanos han pagado cantidades espectaculares, aunque todavía deben pagar alrededor de 200 mil millones adicionales. Y en no pocas ocasiones el gobierno regresó las carreteras a los empresarios “rescatados”. El inventario de “rescates” y “salvamentos” es enorme, e incluye, entre otras, a las líneas aéreas, los ingenios azucareros, los satélites y muchos más. Eso sí, desde el inicio de la era neoliberal sus gerentes dijeron “basta” de subsidios, porque “distorsionan” el mercado y al final de cuentas “elevan los precios”. Bien, pero, por ejemplo, de un plumazo en 1999 (también con Zedillo en Los Pinos) el gobierno federal decidió cancelar el subsidio a la tortilla, porque “con la apertura del mercado y la competencia entre los productores se logrará abatir el precio de este alimento básico en la dieta popular, lo que favorecerá ampliamente a los consumidores”. Casi 18 años después, el precio de ese producto básico en la dieta de los mexicanos acumula un incremento cercano a 2 mil por ciento, y tras el reciente mega gasolinazo los productores del “disco llenador” a punto están de meter el acelerador (desde ya anuncian que el aumento podría ser de 20 por ciento o más). De ese tamaño ha sido el “amplio beneficio” obtenido por los consumidores. Por cierto, la inflación oficial en el periodo citado fue de aproximadamente 140 por ciento (el dato es del Inegi). En enero de 1999 con un salario mínimo se adquirían 53.3 kilogramos de tortilla; en igual mes, pero de 2017 con el ese micro ingreso apenas se compran poco menos de 6. En la primera fecha citada, el kilogramo se vendía a 60 centavos y dieciocho años después a 14 pesos, sin considerar que en algunas ciudades (como en Mexicali) se expende a casi 18 pesos. El “beneficio”, pues, fue una merma cercana a 90 por ciento. Entonces, cambia el producto, pero nunca el “argumento”: ahora ya no es la tortilla, sino la gasolina. Que se acabaron los subsidios y que el gobierno no tiene por qué recurrir a ellos en el caso de los combustibles, porque será el mercado el que ponga las reglas y genere (otra vez) los “beneficios”. Y éstos, de entrada, se traducen en hasta 24 por ciento de aumento en los precios (Magna, Premium y diésel, más gas licuado de petróleo, tarifas eléctricas y lo que se acumule) de aquí al próximo 3 de febrero, porque vendrán dos “ajustes” más entre el 4 y el 17 de ese mismo mes, para que a partir del día 18 pasen a ser diarios. ¿Así, o más beneficiados?, porque ya lo dijo el gobierno: “la liberalización (será) paulatina”. El paraíso, pues, pero bien lo advierte un análisis del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública –CESOP– de la Cámara de Diputados: “como es del dominio público, los precios de tales combustibles muestran desde hace tiempo un inexorable incremento que la reforma energética no ha sido capaz de revertir, aunándose a lo anterior el hecho de que a partir de 2017 los precios de tales carburantes serán determinados por el libre mercado”. A ver si aprenden: el gobierno sostiene que los precios de los combustibles no aumentan, se “ajustan”; las tarifas eléctricas no se incrementan, se “actualizan”; y, en fin, el tipo de cambio no se devalúa, “flota”. Bien, pero con todo, ayer el dólar se vendió a 21.43 nano pesitos… Y finalmente Ford dice que siempre sí le hace caso a las amenazas de Donald Trump, y que por lo mismo cancela su anunciada inversión (mil 600 millones de dólares) en una planta productora que instalaría en San Luis Potosí. Y todavía no se sienta en la Oficina Oval.