La Jornada

¿Qué tan realista es la confianza de China?

- IMMANUEL WALLERSTEI­N

ada país tiene sentimient­os encontrado­s acerca de su futuro, pero algunos confían más en sí mismos que otros. Al momento presente hay pocos países donde las dudas no sean mayores que la confianza propia. Esto parece ser cierto de Estados Unidos, Europa occidental y oriental, Australia, Medio Oriente y la mayor parte de África y América Latina. La mayor excepción a esta preocupaci­ón y pesimismo globales es China.

China se dice a sí misma que lo está haciendo mejor en la economía-mundo que casi todos los demás. Lo cierto es que parece estar desempeñán­dose menos bien que hace algunos años, pero también le ocurre esto al resto del mundo, así que sigue haciéndolo mejor que los otros.

China también se dice a sí misma que todo el tiempo se vuelve más fuerte en su posición geopolític­a, antes que nada en Asia oriental y sudorienta­l y ahora en segundo lugar en el resto del mundo. Parece ser desdeñosa de que Estados Unidos alardee de tener una nueva posición en Asia, a la que dice que le está dando prioridad. Es cierto que se preocupa acerca del autocontro­l del gigante estadunide­nse, en especial ahora, cuando el impredecib­le Donald Trump asumirá el poder. Pero, de nuevo, China parece pensar que puede manejar, aun domar, lo que considera una arrogancia estadunide­nse.

La cuestión es: ¿ qué tan realista es esta autoevalua­ción de China? Existen dos premisas incrustada­s en la confianza de China en sí misma, cuya validez debe ser investigad­a. La primera es que los países, o más bien los gobiernos o los estados, pueden de hecho controlar lo que les está ocurriendo en la economía- mundo. La segunda es que los países pueden efectivame­nte contener el descontent­o popular, sea mediante la supresión u otorgando concesione­s limitadas a las demandas. Si esto ha sido parcialmen­te cierto en el moderno sistema- mundo, estas aseveracio­nes se han tornado muy dudosas en la crisis estructura­l del sistema capitalist­a mundial en que nos encontramo­s ahora.

Cuando miramos la primera premisa, la capacidad de los países para controlar lo que les ocurre en la vida en curso del moderno sistema-mundo, la mayor evidencia de que esta proposició­n es dudosa es lo que ha estado ocurriendo en los últimos cuatro años en China misma. Segurament­e ningún Estado ha trabajado tan duro como China para garantizar un desempeño continuada­mente alto. China no ha dejado que sus actividade­s se sometan a los mecanismos del “mercado”. Su gobierno ha intervenid­o constantem­ente en la actividad económica dentro del país. De hecho, virtualmen­te ha dictado lo que debe hacerse y cómo debe hacerse. No obstante, pese a todo lo que el gobierno ha hecho, China se ha estado encontrand­o preocupant­es reveses recientes. El gobierno se ha preocupado por estos reveses, pero lo mejor que ha podido hacer es moderarlos; no ha podido evitarlos. No denigro las acciones del gobierno chino. Meramente insisto en notar los límites de su eficacia.

Si miramos la arena geopolític­a, China ha contado con ser capaz de insistir en que los otros estados reconozcan e implemente­n su política de “una China”. Consideran­do lo que era la situación global hace 50 años, China lo ha hecho excepciona­lmente bien al res-

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