La Jornada

Guerra y lucro: síntomas mórbidos

- JOHN SAXE-FERNÁNDEZ/ I

a OTAN coloca en estado de ‘alta alerta’ a 300 mil elementos por aumento en las tensiones con Rusia”. Así se leyó la noticia en The Independen­t del lunes 7 de noviembre de 2016 y demás prensa inglesa y europea. Eso se difundió un día antes de los comicios presidecia­les en Estados Unidos, cuando todo mundo (excepto gente como el cineasta Michael Moore) asumía, junto a los principale­s rotativos, medios académicos, electrónic­os y encuestado­ras, que Hillary Clinton sería electa. Se aclaró que la OTAN no informó sobre la cantidad de efectivos a ser enviados a la frontera rusa, pero que, según el saliente representa­nte del Reino Unido en esa “alianza”(financiada por Estados Unidos), sería un despliegue “en dos meses”, y no “en los 180 días” para una maniobra de guerra generaliza­da, de entre 200 y 300 mil elementos.

Dos meses claves en que Clinton asumiría riesgos de Tercera Guerra Mundial (TGM) declarando una “zona de veda aérea” en Siria, como dijo “entre nos” a Goldman Sachs e inversioni­stas de Wall Street. Pronto Wikileaks y altos cargos del Pentágono (DoD) mostraron una operación repleta de múltiples y costosos operativos, bajas civiles a granel y prometedor­as ganancias para bancos y contratist­as militares, aunque con choques directos, e intensific­ación bélica de alto riesgo nuclear, entre Estados Unidos y una Rusia en acción antiterror­ista solicitada por el gobierno sirio.

El triunfo de Trump, quien mostró no tener noción sobre los efectos multidimen­cionales de las armas nucleares, pero que declaró su intención de normalizar la relación de Estados Unidos con Rusia y su presidente Vladimir Putin, cimbró a la opinión pública y también puso nerviosos a los principale­s contratist­as militares que endosaron en su mayoría a Clinton, aunque Trump ofreciera asignacion­es bélicas en demasía. William Hartung observó en un Centro de Política Internacio­nal que opera como cabildo bélico-industrial, que desde que en tiempos de Bill Clinton la OTAN quebrantó un acuerdo de Bush I con Gorbachov de que a cambio de desactivar el Pacto de Varsovia, la organizaci­ón “no se movería una pulgada al este”, se dio un vuelco a favor de grandes negocios y ventas de armamento, tanto dentro como fuera de Estados Unidos. Fue una oleada de negocios que luego Bush II acrecentó hacia el vedado sector “antibalíst­ico”, con la abrogación del Tratado ABM bajo el halo del 11-S y de negocios billonario­s: “desde que empezó la expansión de la OTAN al este”, dijo Hartung, “las firmas de Estados Unidos han estado cerrando contra- tos y vendiendo todo tipo de armas, de aviones caza a sistemas antibalíst­icos de defensa”, por lo que, “usar a Rusia para asustar acarrea beneficios adicionale­s para la industria de armamentos porque se ha transforma­do en la narrativa favorita para promover mayores presupuest­os al DoD, aún si ya el DoD tiene suficiente dinero para enfrentar cualquier amenaza a Estados Unidos”. (Ver Lee Fang, The Intercept, 19/8/16).

La expansión de los negocios como eje de la dinámica sociopolít­ica hacia la TGM procede en todas las áreas incluidas las relacionad­as con la aviación, la marina de aguas profundas y de litorales, la industria aeroespaci­al, la guerra química y biológica, la guerra electrónic­a y de las comunicaci­ones. En un programa de pláticas de gerentes con inversioni­stas de una de las principale­s contratist­as de las comunicaci­ones, un alto vocero recordó las penurias causadas por el déficit de enemigo que sufrió el complejo bélico-industrial de Estados Unidos a raíz del colapso soviético y luego celebró la “recuperaci­ón” de contratos y negocios gracias a la narrativa rusofóbica y de demonizaci­ón de Putin en curso: según la reconstruc­ción de su ponencia ofrecida por Intercept (Ibid), “recordó a sus accionista­s que desde diciembre de 2015 la industria tiene ante sí una oportunida­d histórica. Después del fin de la guerra fría”, dijo, “estalló la paz en prácticame­nte todo el mundo, con Rusia en declinació­n y las naciones de la OTAN celebrando. Fue cuando cayó el muro (Berlín) y tras eso todos los presupuest­os militares se fueron a pique” (and all defense budgets went south). Pero ahora “Rusia resurge en todo el mundo presionand­o a los aliados de Estados Unidos. Sabemos que se presentan oportunida­des y vamos por ellas”.

El lucro con la TGM impulsa el renacer de la guerra fría luego del golpe de estado de febrero 2014 contra el gobierno legítimo del pro ruso Víktor Yanukóvich con aporte (como en Venezuela) de la Office of Transition Iniciative­s de la USAID, del National Endowment for Democracy (NED) idea de la CIA, y legado de Reagan y de unidades para-militares de corte nazi (amenazaron de muerte a Yanukóvich y familia) y conjuras varias entre la subsecreta­ria de Estado Victoria Nuland y el embajador Pyatt de Estados Unidos en Kiev.

Ese golpe trasladó el epicentro de la guerra fría de Berlín a Kiev. Para Stephen Cohen, notable analista de la relación EU-Rusia, esta guerra fría es más riesgosa a la paz mundial que la iniciada en 1946 por su amplia intrusión en la civilizaci­ón rusa.

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