CIUDAD PERDIDA
Asamblea Constituyente Fuera máscaras
l fin de semana pasado, en la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México se desveló una realidad que se trató de ocultar entre falsos discursos de pluralidad, que se derrumbaron destruidos por las amenazas de reventar la posibilidad de que esta metrópoli tenga una constitución. Por fin se cayeron las caretas y se mostró el rumbo ideológico que cada fracción política propone para la redacción del texto que dará vida a las reglas que impondrá la carta magna a los habitantes de la ciudad, y entonces ya no importaron las razones, ni los ideales, ni la gente. Por encima de todo se encaramó la verdad de derecha y se pretendió inocular el ADN priísta infectado de tiranía. La división, la diferencia de visión sobre la ciudad que debe contener la constitución de la metrópoli parecía ser el dique que impedía que se lograran acuerdos, por ejemplo, para que los chilangos obtuvieran una renta básica, pero eso no fue tan cierto. En realidad lo que flotaba en el ambiente era la certeza priísta de que la medida se convirtiera en éxito, como en su momento lo fue la pensión para adultos mayores, y que eso afianzara las posibilidades de la izquierda en las elecciones de 2018, y aún peor, que la Federación tuviera que desembolsar, en caso de que cundiera la medida, los dineros suficientes para respaldarla, y que hoy se pierden en las manos, por ejemplo, de muchos gobernadores de diferentes signos ideológicos. La posibilidad de que la constitución de la Ciudad de México aborte se siente cada vez que alguna de las iniciativas del grupo de diputados propone algo que amenace el statu quo, que el PRI busca mantener a toda costa, lo que dificulta los acuerdos, dilata las decisiones, y de facto parece obligar al resto de las fracciones a sumarse a sus intereses con la amenaza de que sólo con el acuerdo del PRI, y principalmente de los que fueron designados por la Presidencia de la República, las cosas pueden caminar. La fecha de entrega del texto constitucional se ha convertido en un flanco que atacan quienes no quieren que exista la constitución, porque hallaron como método el tortuguismo para chantajear y presionar a las coordinaciones de otros partidos, y así obligarlos a plegarse a sus ideas. No obstante, parece que las asperezas se han limado un tanto y que los partidos que no tienen representación social que respalde su presencia en la Constituyente van entendiendo que esta vez lo que importa es ir adelante, sin pasos de lado, sin pasos para atrás.