La Jornada

Sí me preocupan las lesiones, pero no cambio mi estilo: Salido

Siri y Bandido Vargas recibieron un reconocimi­ento del CMB por haber dado la pelea del año Durante las contiendas no siento nada, pero tras verlas el dolor me dura semanas, señala

- JUAN MANUEL VÁZQUEZ

Cuando terminó el combate, Orlando Siri Salido tenía la cabeza deforme por los golpes que intercambi­ó ante Francisco Bandido Vargas. La pelea, en junio de 2016, fue un incesante y violento intercambi­o recíproco. Una página de estadístic­as en el boxeo registró que esa noche se lanzaron 2 mil golpes; parecía una cifra desaforada, pero los daños en los rostros de ambos confirmaba­n la exactitud del dato.

“Para dar hay que recibir”, resume Salido sobre la lógica kamikaze con la que asume su oficio. Para Siri un combate no da espacio para especular en los daños; con la adrenalina a tope, la única idea clara es atacar, golpear y si en el intento es golpeado, qué remedio, así es su estilo.

“Durante la pelea no siento nada porque no tengo miedo, ya cuando la veo después sí puedo asombrarme de cuántos golpes nos damos y entonces sí el dolor me puede durar hasta dos semanas”, relata.

Al final de la pelea, Siri ni siquiera se espantó al ver el tremendo bulto que tenía en la frente ni su cabeza inflamada, que le daba un aspecto de caricatura de sí mismo.

Lo de esa noche no fue aislado. Salido se hizo un boxeador temerario en una carrera en la que intercambi­ó puñetazos con algunos de los peleadores más letales de los años recientes. Peleó contra Juan Manuel Márquez, hizo espárring con Manny Pacquiao y venció a la sensación ucrania Vasyl Lomachenko.

Medio año después de la pelea contra Vargas sigue cosechando elogios. Ayer recibió el trofeo a la mejor pelea de 2016, otorgado por el Consejo Mundial de Boxeo (CMB).

Siri habla poco y sonríe con modestia cuando escucha que sus contiendas son espectácul­os garantizad­os. Aun cuando cada ex- hibición –acepta– es una suerte de sacrificio.

“Son peleas que desgastan demasiado, muchos golpes; es necesario descansar un buen tiempo para reponerse”, admite ante la su- gerencia de que en cada asalto que ofrece a los aficionado­s enardecido­s algo de sí mismo se pierde.

“Nos preocupa que queden secuelas, como a todos los boxeadores, pero nos revisamos perió- dicamente y, pues, este es nuestro trabajo”, explica.

Entender el boxeo como un ejercicio de inmolación parecería que limita los años útiles de un púgil. Tal vez –duda un instante–, pero Siri insiste en que no sabe hacerlo de otro modo. Para un peleador con 20 años metido en gimnasios e intercambi­ando puñetazos, ya no hay otra forma.

“Es mi estilo. Ya no se puede cambiar. Me gusta atacar, poner los golpes, tener mi blanco cerca, cuerpo a cuerpo, sin miedo”, dice como si tratara de encontrar otra salida. “Son 20 años, siempre hacia el frente, y así es como gano. Ya no me pueden cambiar nada. Será hasta que el cuerpo aguante”.

Salido espera que el CMB cumpla la promesa de conseguirl­e una nueva oportunida­d para disputar el título del mundo, que pertenece al Bandido Vargas.

“Todavía sueño con volver a ser campeón. También me gustaría ser reconocido, en el mundo, al menos en mi ciudad (Obregón, Sonora), pero que se hable de mí, eso todavía es un sueño en mi carrera. Por lo demás me siento bien, tanto de mis facultades mentales y físicas. Lo demás, el cuerpo lo dirá”, dice casi para sí mismo.

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Luego de que el CMB los reconoció por dar la pelea del año, los pugilistas mexicanos Francisco Vargas y Orlando Salido declararon que están motivados para buscar mejores actuacione­s ■ Foto Notimex

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