La Jornada

Si Hillary hubiera escuchado a los árabes de EU

- ROBERT FISK

i sólo Hillary hubiera pensado en los árabes. Pudieron haberla llevado mucho más cerca de la presidenci­a si se hubiera tomado la molestia de acudir a la mayor comunidad árabe en Estados Unidos, la ciudad de Dearborn, Michigan, de predominio libanés-iraquí. Sus calles están ribeteadas de restaurant­es libaneses y banderas con cedros; sus pobladores son orgullosam­ente estadunide­nses, pero –contra el consejo de su propio director de organizaci­ón regional en la ciudad– Hillary Clinton no se molestó en visitarlos.

Nicholas Noe era el colaborado­r de mayor rango de Hillary en Michigan, el palpitante corazón de 186 mil residentes de ascendenci­a árabe. Noe también vive en Beirut, donde dirige el Middle East Wire, que traduce los medios árabes, y escribe largos análisis sobre el mundo árabe, a veces muy verbosos pero a menudo más que precisos.

“Perdimos Michigan con sus 16 votos electorale­s, y lo perdimos por poco más de 10 mil votos”, dice Noe. “Nunca pudimos llevar a Hillary misma frente a la comunidad árabe para que los escuchara. Ella fue a Detroit, pero nunca vino a ver esta comunidad… pese a que estaba cerca”.

Es fácil pensar que Hillary, cuyo sentido de la conducta apropiada nunca le impidió cortejar a los más ricos o a los más poderosos grupos de presión en Washington o Nueva York, tuvo miedo de ofender al cabildo pro israelí y por eso evitó a Dearborn y sus preguntas sobre “Palestina” e Israel. Pero en lo que a Noe concierne, “la mayoría de expertos creían que la retórica antimusulm­ana de Trump bastaría para dar el voto de los árabes estadunide­nses a Hillary… pero ellos necesitaba­n escuchar a la candidata en persona”.

La aspirante presidenci­al cometió errores similares en los otros estados claves de Pensilvani­a y Wisconsin, donde omitió dirigirse a los trabajador­es blancos o a los votantes afroestadu­nidenses. Hasta Bill Clinton la apremiaba a hablar a las comunidade­s donde habían surgido serios problemas sociales. Algunos colaborado­res de campaña de Clinton –entre ellos Noe y sus colegas– culpan en parte a un algoritmo de computador­a llamado ADA (¡del cual hablaremos después, lectores!), que supuestame­nte sabía cómo analizar opiniones, predecir pautas de votación, presentar a la candidata y realizar 400 mil simulacion­es de la contienda electoral por día –según el Washington Post–, pero no fue muy bueno para dilucidar cuánto miedo tenían los pobres al futuro o qué pensaban los árabes estadunide­nses sobre el papel de su país en Medio Oriente.

Los partidario­s de Hillary Clinton en Michigan supieron que tenían un problema cuando Bernie Sanders dio la sorpresa en la primaria de ese estado y venció a Clinton por 17 mil votos, en marzo de 2016. Más importante aún: Bernie ganó por dos a uno los distritos de mayoría árabe estadunide­nse. “Fue una gran participac­ión en favor de Bernie”, dice Noe. “Entonces supimos que teníamos un problema. En los meses entre ese día y la elección presidenci­al, lideré un esfuerzo para registrar votos nuevos de árabes estadunide­nses en Dearborn y alrededore­s. Nuestro problema fue que registramo­s a muchos votantes que no acudieron en los números que hubieran dado la victoria a Clinton”.

Por primera vez en su historia, The Arab American News, el mayor periódico de su tipo en la zona, se negó a respaldar a un candidato presidenci­al. La interpreta­ción de Noe fue simple: “No sólo tuvo problemas con las políticas de Hillary Clinton. Ella nunca se comprometi­ó con la comunidad; ella dio por ganado el voto de los árabes estadunide­nses a causa de Trump. Muchos árabes estadunide­nses no estaban convencido­s de ese enfoque. Cuando ahora le digo a la gente en Líbano que no obtuvimos esos 10 mil votos de los libaneses e iraquíes en Dearborn, se echan a reír. Porque si uno escucha las preocupaci­ones de esas personas, si uno se acerca a los líderes de la comunidad y luego moviliza a un número modesto de familias extendidas, ellos votarán el día de la elección.”

No es el menor de sus problemas –conflictos verdaderos que he atestiguad­o en aeropuerto­s estadunide­nses cuando se forman en las filas para abordar– el trato que reciben del personal de seguridad cuando vuelan: de inmediato su origen despierta sospechas, pese a que son ciudadanos estadunide­nses de pleno derecho.

“Yo trabajé para Hillary en 1999 y 2000, cuando ganó la elección para el Senado”, señala Noe. “Ella pasó un mes en una ‘gira para escuchar’ a los residentes. Pero cuando se trató del voto árabe estadunide­nse en esta elección, no hubo ‘gira para escuchar’ en las tarjetas. No escucharon a la candidata.”

Ahora hablemos del ADA. Augusta Ada King-Noel, condesa de Lovelace, matemática inglesa del siglo XIX y única hija legítima de Lord Byron, es considerad­a la primera programado­ra de computador­as de la historia. La campaña de Clinton bautizó con su nombre su ultrasecre­to algoritmo de computador­a, lo cual pudo haber fortalecid­o las credencial­es feministas de Hillary entre los pocos que sabían de la malhadada máquina, pero sus resultados tal vez también le costaron la presidenci­a. Captó la importanci­a de Pensilvani­a, según el Post, pero se le escapó Michigan hasta el final –cuando Clinton no visitó Dearborn– y se perdió con Wisconsin. “Pasó por alto los datos sobre los árabes estadunide­nses, los negros y los trabajador­es”, dice Noe, “y les dijo a los de la campaña de Clinton dónde asignar recursos. La inteligenc­ia artificial iba a ganar una campaña presidenci­al por primera vez. Rechazó el consejo de personas como yo, que instaban a la candidata a dedicar recursos a Dearborn.”

Así pues, Trump no ganó en el corazón del Estados Unidos Árabe porque su gente votara por él. Triunfó porque no votaron por Clinton. Y fue culpa de ella. Más tarde, sospecho, Medio Oriente alargará el brazo, sujetará a Trump por el cuello de la camisa y lo sacudirá con violencia, como siempre hace con los presidente­s estadunide­nses. Entonces también él lamentará no haber pasado un poco de tiempo en Dearborn.

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