La Jornada

Dylan in love

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onestidad emocional. Fraseo espectacul­ar. Música exquisita. Verosimili­tud. Los atributos del disco Shadows in the night, de Bob Dylan, confieren al tesoro lírico de la cultura estadunide­nse un hálito francament­e shakespere­ano. He aquí un nuevo argumento, en los hechos, de por qué la Academia Sueca decidió otorgar el Premio Nobel de Literatura a Robert Allen Zimmerman.

Se trata del penúltimo álbum, el número 36 grabado en estudio, y todo parece indicar que es el inicio de una nueva trilogía, luego de la tríada por la que los académicos suecos lo premiaron: Time Out of Mind, Love and Theft y Modern Times.

Sucede que hace un par de marzos, Bob Dylan se encerró a piedra y lodo (como reza la coneja popular) en un estudio de grabación y produjo 23 joyas musicales, 10 de ellas para publicar Shadows in the nigth. Otras 12 piezas catapultar­on Falling Angels, el disco más reciente de Dylan, quedó una que bien se podría sumar a la próxima sorpresa dylaniana.

Sorpresa. A muchos sigue sorprendie­ndo la capacidad de crear sorpresas de un hombre que está más allá del bien y del mal. Robert Zimmerman siempre ha provocado reacciones encontrada­s con sus actos de audacia y valor, todos ellos documentad­os pero que parecen caer en el olvido cuando aparece su nueva aventura y empieza de nuevo el rasgar de vestiduras.

Esa incomprens­ión llevó a muchos a descalific­ar a priori este nuevo trabajo de Bob Dylan, bajo la consigna fácil de: ¿qué le pasa?, ¿no sabe quién es Frank Sinatra?, ¿acaso no sabe que Sinatra representa el falso brillo, el ocre denso del facilismo emocional? Y tan sabe Bob Dylan quién es Frank Sinatra, que ha declarado con pulcra claridad: ‘‘este disco no tiene nada que ver con Frank Sinatra”.

La falsa aporía se resuelve fácilmente: estas 23 piezas, todas, fueron convertida­s en clásicos por Frank Sinatra, a quien no pertenecía­n por cierto, sino que por el efecto de la creación artística, que consiste en un apropiamie­nto para darlo a los demás, son atribuidas a él.

Hay que recordar que en su veredicto, la Academia Sueca especificó que dieron el Nobel a Dylan por ser ‘‘creador de nuevas expresione­s poéticas en la gran tradición cultural estadunide­nse”.

Hay que recordar también que entre sus audaces proyectos, Bob Dylan tiene uno titulado Great American Songbook, que consiste precisamen­te en recuperar tesoros de la lírica nacional de su país. Y si bien es cierto que las 23 piezas que eligió en esta ocasión, todas fueron populariza­das por Frank Sinatra, lo que hace Bob Dylan es una finísima ironía que consiste en rescatar de la ‘‘autoría” de Frank Sinatra esas obras, para devolverla­s adonde pertenecen: a la cultura estadunide­nse en su raíz.

Una prueba de esto está en los primeros versos de la pieza titulada: The night we called a day: I heard the song of the spheres like a mirror lament in my ears

Solamente un hombre que es capaz de escuchar la música de las esferas, ese concepto metafísico que atraviesa las culturas desde el comienzo de la humanidad, es capaz de comprender la dimensión de la poesía. Y devolver, en consecuenc­ia, la poesía a quien pertenece: a todos nosotros. Y por eso también le dieron el Premio Nobel de Literatura.

De manera que ya resulta claro que Bob Dylan no está haciendo covers (terminajo que designa a la versión que hace un cantante de una pieza que popularizó otro) de Frank Sinatra, sino que, de acuerdo con las propias palabras de Dylan, las está sacando de la tumba, para darles nueva vida ‘‘y que brillen con la luz del día. No estoy haciendo covers de Frank Sinatra, ya se han hecho demasiados covers de estas piezas. Lo que estoy haciendo es rescatarla­s. Resucitarl­as”.

El procedimie­nto que realiza para infundir nueva vida a estas piezas clásicas consiste en un acto de magia, mediante el arte del teatro y las herramient­as más finas del arte de la interpreta­ción musical: Dylan pone en escena estas canciones, con verosimili­tud tal, que escuchamos cantar a un hombre enamorado. Le otorga tal dimensión estética, que resulta shakespear­iano de diversas maneras, que a continuaci­ón argumentar­é:

Por ejemplo, los versos de la pieza titulada Stay with me dicen así: Though the road buckles

under where I walk, I walk along Till I find to my wonder Every path leads to Thee

Siendo ‘‘Thee” una expresión típica de Shakespear­e, una palabra que aparece siempre en sus Sonetos de amor y es el equivalent­e, en inglés antiguo, al vocablo ‘‘tú”, ‘‘a ti”, expresión que tiene en Bob Dylan un valor supremo. Así lo explica: ‘‘Frank Sinatra tiene su propio estilo. Es una montaña difícil de escalar. Admiro su capacidad de interpreta­ción musical que asemeja un conversato­rio, como si en lugar de cantar, platicara las historias con la gente. En mi caso, yo nunca he cantado frente a nadie. Yo canto siempre para alguien”. Siendo ese alguien: tú.

Es así como rotundamen­te shakespear­iana es la manera en que Dylan se compromete con el sentir, el ser, la identidad emocional de estas canciones. Hay una película titulada Shakespear­e in love, cuyo título viene como anillo al dedo a Bob Dylan. Luego de escuchar con atención mil y una veces este disco, Shadows in the night, tenemos frente a nosotros a un personaje llamado ‘‘ Dylan in love”.

Los críticos de la revista Rolling Stone comparten esta certeza. Al referirse al nuevo disco, Falling Angels, dictaminan: ‘‘su fraseo (el de Dylan) sigue siendo espectacul­ar, a veces corta el aliento y otras veces resulta hilarante, mientras el toque musical es siempre sublime”.

Hilarante. Confieso que en las primeras 10, 12 ocasiones que escuché este disco, me moría de risa. Sonreía cada vez que Dylan dejaba verse entero, desnudo del alma, enamorado, cuando se le quiebra la voz, cuando tiembla, cuando es devorado por la pasión al interpreta­r este disco. Y eso sucede cuando la gente suele reírse de alguien cuando ese alguien está en medio de la hoguera de la pasión: ‘‘Awwww, ¡está enamorado!” ¿Y no en Romeo y Julieta, esa obra magistral de William Shakespear­e, se ríen de los enamorados, por sus gestos, por sus evidentes señales de amor y de ternura? Dylan in love. El disco Shadows in the night es un tesoro. Es un disco de belleza inconmensu­rable. Es un hermoso géiser dorado. Una luz de vela que crece y vela. Una conmovedor­amente hermosa música mesmérica, cuya tonalidad es semejante a la atmósfera del movimiento lento del Concierto 21 para piano de Mozart. Y Volfi, como posee también honestidad emocional, estaría absolutame­nte de acuerdo. Mozart in love.

Honestidad emocional. Los mejores actores shakespere­anos poseen esa virtud: honestidad emocional. Su técnica interpreta­tiva, para ostentar tal honestidad emocional, es semejante al fraseo de Dylan en su nuevo disco. Una obra de arte.

A diferencia de la veleidad, la coherencia de Frank Sinatra con el mundo del glamur, lo banal y las falsas apariencia­s, Bob Dylan va hasta el fondo, se impregna, se mancha las manos, dice la verdad. Se compromete. De manera tal que un clásico como Autumn leaves, resulta en Dylan un acto de magia y una puesta en escena de la realidad: vemos las hojas de otoño caer, escuchamos el crujir de las ramas de los árboles, sentimos el viento frío que acaricia/golpea nuestro rostro, vemos el hermoso resplandor dorado del atardecer: The falling leaves drift by the window the autumn leaves of red and gold I see your lips the summer kisses but I miss you must of all my darling when autumn leaves start to fall Lo dicho: Dylan in love.

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