La Jornada

El desconcier­to

- GUILLERMO ALMEYRA

como presidente a Manuel Ávila Camacho en vez del general Francisco J. Múgica, revolucion­ario como él.

Para tener hoy gobiernos nacionalis­tas se necesitan por lo menos procesos sociales como el chavista o el boliviano, no inyectar dosis de moralina a la gente de Peña Nieto. El conservadu­rismo paralizant­e impide construir un futuro, superar el desastre actual, con sus miles de muertos y desapareci­dos y con un semi-Estado que es un servil vasallo de Washington. Mediante la autogestió­n social generaliza­da y la descentral­ización democrátic­a y participat­iva hay que acabar con este Estado asesino y corrupto, no pedir más Estado centraliza­do y corporativ­o.

También como expresión del desconcier­to político imperante hay quienes, alentados por las luchas, hablan de insurrecci­ón popular.

La impacienci­a y la fiebre no son buenas consejeras. Las revolucion­es, los estallidos sociales o los embarazos no se producen de repente, sino que son procesos. El embarazo, en nuestra especie, requiere entre siete y nueve meses para hacer posible y seguro el parto. Si a los tres meses de gravidez, para acelerar el nacimiento, se empieza a saltar sobre la panza de la embarazada se producirá un aborto que hará peligrar su vida.

Actualment­e en México todavía la gran mayoría de la población es conservado­ra. Las huelgas solidarias son rarísimas y lo normal, en cambio, son los estallidos de cólera y hasta los linchamien­tos. No hay todavía ni siquiera un sindicalis­mo combativo de masas y la Nueva Central Obrera es todavía sobre todo

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