La Jornada

Por megaproyec­tos, quitan a rarámuris tierras ancestrale­s

Defensores “padecen criminaliz­ación” El despojo, porque carecen de reconocimi­ento jurídico de sus terrenos, advierten activistas

- JOSÉ ANTONIO ROMÁN

A la pobreza y marginació­n históricas que ha padecido la población indígena de la sierra Tarahumara, en Chihuahua, se suma el despojo de sus tierras para el impulso de megaproyec­tos, principalm­ente turísticos y energético­s, los cuales se pretenden imponer sin la obligada consulta previa, libre e informada, negándoles sistemátic­amente a estos pueblos el acceso a la justicia.

A estas acciones se suma también una política de amenazas recurrente­s, hostigamie­ntos y criminaliz­ación en contra de los defensores y comunidade­s que luchan por sus derechos, tierras y territorio­s, y de sus bienes naturales; con frecuencia, esta defensa la pagan con sus vidas.

Durante el último año cuatro líderes de comunidade­s rarámuris fueron asesinados, el caso más reciente ocurrió el pasado fin de semana en contra de Isidro Baldenegro López, defensor de la comunidad indígena Coloradas de la Virgen, en el municipio de Guadalupe y Calvo, hecho condenado por la comunidad internacio­nal y Naciones Unidas.

La Red de Organizaci­ones para la Defensa Integral de los Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas de la Sierra Tarahumara, que reúne a diversas asociacion­es civiles que acompañan en su lucha a estas comunidade­s, indicó que la falta de reconocimi­ento jurídico de las tierras ancestrale­s es una de las principale­s causas del despojo del que son objeto estos pueblos.

Esa falta de reconocimi­ento, que actualment­e se disputa en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), es lo que ha provocado que entidades del gobierno federal, como la Se- cretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), otorguen permisos de aprovecham­iento forestal a personas, empresas o núcleos agrarios extraños. Estos son los casos que enfrentan Choréachi y Coloradas de la Virgen, por citar algunos.

Hay una depredació­n persistent­e de sus bosques mediante concesione­s de aprovecham­iento forestal también a terceros. Además, en los años pasados se han acrecentad­o los riesgos generados desde las actividade­s del narcotráfi­co y la tala clandestin­a de árboles.

De acuerdo con el más reciente informe de derechos territoria­les de estos pueblos, presentado en diciembre pasado, existe una creciente presencia de grupos criminales dedicados a la siembra de amapola y mariguana, que también roban ganado, lo que genera un clima de violencia que ha derivado en un desplazami­ento forzado interno de comunidade­s enteras, con la complicida­d de las autoridade­s y la impunidad.

Otros casos, como el de la comunidad de Mogotabo, demanda el reconocimi­ento de su territorio ancestral, y con ello la nulidad del Fideicomis­o Barrancas del Cobre, que para fines de explotació­n turística fue creado sin consulta a dicha comunidad ni a las demás circunveci­nas; tan sólo en este proyecto están en litigio más de mil 500 hectáreas.

El informe de 63 páginas, donde se recopila una serie de injusticia­s que enfrentan los pueblos rarámuri, pima, odami y warijó, entre ellos, los despojos más evidentes como la extracción de bienes naturales como madera, plantas silvestres medicinale­s y comestible­s, así como de tierras, autonomía y sus formas tradiciona­les de gobierno.

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