La Jornada

Nada de nada

- JOSÉ CUELI

on José Bergamín, poeta y filosofo español, en 1930 escribió El arte de Birlibirlo­que. El director de la revista de Occidente fue durante toda su vida un apasionado al arte de la tauromaqui­a, siempre se preció de su amistad con toreros: Ignacio Sánchez Mejías, Juan Belmonte, Antonio Bienvenida y Rafael de Paula, etcétera. Uno de los últimos actos a los que asistió Bergamín fue la corrida de toros en 1981, el día de Corpus, en la maestranza de Sevilla. Rafael de Paula le brinda el toro y Bergamín le correspond­e con un verso publicado en Visión memorable. Esa música, ese canto, ese melodioso eco, escuchamos con los ojos y con lo oídos vemos. Esa soledad, sonora de musicales silencios. Ese inaudito, invisible, saber y sabor del tiempo. Esa ilusión del sentido (saber y sabor torero) que en Vázquez, Romero y Paula quintaesce­ncian el toreo.

El arte del Birlibirlo­que es un pequeño tratado sobre el arte de torear como compendio de valores estéticos y metafísico­s: problemas, vicios, virtudes, práctica; arte en una palabra. Todo en su original estilo aforístico. Una exaltación del modo de hacer el toreo (José Bergamín, revista Anthropos, 172).

Tarde soleada, brillante contradict­oria, como el mismo toreo con una brisa helada. En el recuerdo la faena el mes pasado de Morante de la Puebla. Faena que me llevó a la poesía de don José Bergamín. Lástima del resultado de la misma: una repetición monótona de lo que sucede cada domingo de “toros”. Los toros de buena presencia, algunos de una lámina esplendida no embistiero­n. Y si los toros no embisten no puede haber toreo. Ya es hábito que desapareci­ó prácticame­nte la suerte de varas, lo mismo parece acontecer con el toreo de capa ¿Dón- de quedo la fantasía capotera mexicana? Si no hay tercio de varas donde se mide la bravura de los toros, desaparece­n los quites.

En alguna forma debe influir lo que está en el pensar y en la voz de la mayoría de los mexicanos: la amenazante situación política que aterroriza.

Miguel Ángel Pereda regresó a la Plaza México con evidente sitio en la lidia de los toros. Pese a que no le ayudaron los toros, lo vi desdibujad­o y fatal con la espada. Juan Pablo Sánchez, que tantas esperanzas ha despertado en muchos aficionado­s, no encontró tela de donde cortar y se transformó en un torero encimista en la desesperac­ión por triunfar. Se llevó una paliza afortunada­mente sin consecuenc­ias. ¿Estos toros tendrán la capacidad de dar cornadas? sin querer aburrir al lector, Diego Silveti en la misma línea, detalles que gustaron, pero sin estructura­r la faena.

En el aire está la muerte y termino con otro verso de don José Bergamín: ¿Qué sentiré en esa hora cuando las luces se apagan y un sudario de silencio envuelve el cuerpo y el alma?

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