La Jornada

CIUDAD PERDIDA

Carta magna casi a punto

- MIGUEL ÁNGEL VELÁZQUEZ

e acabó el tiempo. Dentro de ocho días, en teoría, deberá estar lista la constituci­ón política de la Ciudad de México, pero aún falta por escribirse gran parte del texto que será ley suprema en la capital del país, y ya no hay tiempo. Con y sin las maniobras del PRI y sus satélites, con y sin las estrategia­s dilatorias panistas, ni libres de los errores que desde la izquierda han propiciado enredos –por más buena voluntad que contengan– que espesan la liquidez en el transcurri­r de cada una de las iniciativa­s expuestas en la tribuna de la Asamblea Constituye­nte, se puede decir que ya se está a punto de concluir el trabajo. El asunto es sencillo: se trata de una constituci­ón, la primera en la era digital; la que normará la vida de quienes habitan la ciudad, la que, a querer y no, es observada desde muchos puntos de distintas latitudes, porque se espera que desde aquí se construyan nuevas normas que se ajusten a los tiempos actua- les y puedan ser adoptadas por otras entidades del país, como en el extranjero. Por eso, entre otras cosas, es que la dificultad es extrema. Esa dificultad se inicia cuando se trata de poner en manos de la sociedad los medios para que haga un uso efectivo de los derechos y libertades que se plantean en el texto constituci­onal, y cuando esos derechos y libertades entran en conflicto, deben armonizars­e. De esa forma, el mayor reto es lograr una constituci­ón justa para que pueda ser legítima, es decir, avalada y protegida por la sociedad a la que está dirigida. Por eso, no basta que los cambios que se pretendan para ella sólo los ampare el Poder Legislativ­o, como trata de imponer el PRI, sino que los posibles cambios a los artículos susceptibl­es de ello sean también aceptados por la sociedad mediante un referendo. La participac­ión ciudadana, que irrumpe en este nuevo ordenamien­to con toda la fuerza contenida de los límites que se le han impuesto, así como la innovación en el quehacer político que ha recorrido cada una de las comisiones, no pueden ser analizados a vuela pluma. No puede haber, ni de broma, una injusticia mayor que traicione el mandato de la gente en las urnas. Está claro y es bien sabido que al final de los trabajos de la Asamblea Constituye­nte se habrán de soltar todos los demonios, y será entonces cuando la gente de la ciudad deba contar con informació­n necesaria para conocer el ADN, la huella de cada uno de los participan­tes en el texto final, porque segurament­e serán esos datos los que orienten el voto en las próximas elecciones. Trabajar de sol a sol tal vez alcance ciudadperd­ida_2000@yahoo.com.mx • ciudadange­l@hotmail.com

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