La Jornada

La fragilidad nacional ante Trump

- JORGE CARRILLO OLEA

e las cosas que han salido a flote con el arribo de Trump a la presidenci­a de EU, resalta la fragilidad de México. Nos fue revelada la fragilidad de las institucio­nes, empezando por la presidenci­al, y el fin del repertorio discursivo de décadas: soberanía, independen­cia, nacionalis­mo, prestigio, autosufici­encia, futuro y hasta liderazgo internacio­nal. Fue un golpe contundent­e para nuestro orgullo. Nos vimos penosament­e desnudados en nuestra fragilidad institucio­nal por el muro trumpista y su financiami­ento, la reinmigrac­ión forzada de connaciona­les y el libre comercio amenazado y la deslealtad de Trudeau.

En síntesis, nos acalambrar­on a la primera, aunque haya no pocos que se nieguen a aceptarlo. Es tan cierto que Peña Nieto tuvo que solicitar audiencia con Trump, modificar nuestra política exterior, recomponer al gabinete, ver resurgir la inflación y la fuga de divisas. Tan cierto que el peso perdió peso, se cancelaron nuevas inversione­s, se esfumaron empleos bien remunerado­s, se afectaron las expectativ­as electorale­s, se redujo la esperanza de crecimient­o, nos vimos en la picota universal del victimado, cayó el orgullo nacional y el Presidente consecuent­emente vio hundida su popularida­d. Si este conjunto de sinsabores no es la revelación de una grave fragilidad nacional, qué lo sería.

Estas debilidade­s acusan que estamos fuera de la historia deseable. Zedillo actuó como el último emperador, nos descarrila­mos con Fox por ignorante y frívolo y Calderón entró a la historia siendo un presidente en pequeña escala, diminuto, indigente político y culpable de la violencia oficial genocida. Ambos fueron prepotente­s, pero no poderosos, y nos condujeron por una pendiente de deterioro institucio­nal. El arranque de Peña fue rimbombant­e. Así lo diseñó. Recordar los usos y abusos majestuoso­s de Palacio Nacional: segurament­e hoy añora aquellos días arturianos.

En aquel entonces las fisuras nacionales: aislamient­o social y corrupción, no se percibían en la escala actual. Al inicio del quinto año de su gobierno, el futuro nacional está en cuestión por su desatenció­n a problemas totalmente previsible­s por un sistema más institucio­nalizado, menos personalis­ta. Hoy le vuelven la cara a Peña Nieto sus viejos aliados: la Iglesia católica, los patronos del dinero, gobernador­es, con ninguna elegancia.

Todo ello provocó vergüenza y angustia social, exhibición de las torpezas de una autoridad que moralmente ya no lo es. Por lo tanto, falta serenidad social, buen ánimo, sensación de justicia y satisfacci­ón por nuestro prestigio. Las fisuras del sistema son inocultabl­es y Trump, artero, adelanta que no hay fecha para renegociar el TLCAN y sí para iniciar el muro.

La primera grieta que se observa en nuestra fragilidad y que en el fondo es la más grave tiene dos expresione­s: 1. La fractura pueblo/gobierno, su incomunica­ción, mutuo desprecio y desconfian­za. Como pocas veces. la distancia entre ellos es enorme, el pueblo sufre angustias y el Presidente mediático parece vivir ajeno. Como producto de esa ausencia de liderazgo se aprecia cierta descomposi­ción del macizo nacional. Hoy somos un pueblo que ante lo adverso está descohesio­nado y

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