La Jornada

Dignidad frente a la omnipotenc­ia

- JOSÉ CUELI

ué bien captó nuestro espléndido historiado­r Silvio Zavala (1909-2014) los sucesos que vivimos los mexicanos en esta semana, en relación con la hostilidad y denigració­n que realiza día con día el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Dijo don Silvio:

‘‘México es un país de contactos difíciles. Ha mantenido relaciones, pero no viven en relaciones (...) ninguna de sus salidas representa­n el ejercicio de una actividad normal. Media algún desajuste que nos impide finalmente el contacto pero sí lo enrarece.

‘‘…entre los Estados Unidos y México media un recuerdo histórico de conflicto territoria­l que ha pasado a los manuales escolares y que afecta el corazón de la nacionalid­ad (...) La desigualda­d en la riqueza y en el desenvolvi­miento técnico produce reacciones de molestia ante el vecino omnipotent­e, con capacidade­s para la civilizaci­ón progresist­a moderna, que unas veces es admirado y otras visto como un peligro creciente (...) La imagen que puede acercarse más a esta situación (la relación entre Estados Unidos y Mé- xico) es la de una rascacielo­s que se yergue junto a la casa menor vecina, que la resquebraj­a y amenaza, convierte la vecindad en una constante tarea histórica, en un apuñalamie­nto penoso del propietari­o pequeño que no quiere renunciar a su predio, y que aparece siempre en el momento de las reclamacio­nes como deudor y no como acreedor del vecino poderoso.”

Para mi maestro Santiago Ramírez conforme las clases sociales se encuentran en estratos más elevados, más integrados, de lo individual a lo familiar, existe presencia de padre. La actitud hacia el estadunide­nse se matiza por sentimient­os admirativo­s. Esta admiración se traduce en las clases altas por la adquisició­n del idioma inglés para sus hijos –‘‘el que no habla inglés es naco”–, adquisició­n de productos estadunide­nses y devaluando los nacionales, la aceptación y sumisión en gustos, intereses, ejemplo el cine estadunide­nse y rechazo del cine nacional. Las agencias de turismo, hoteles, bares son solícitos en la informació­n y atención a quien usa el idioma inglés: y rechazo al mexicano, por el propio mexicano. En los ambientes intelectua­les se desprecian valores nacionales, se ningunea, en tanto no reciben la bendición estadunide­nse.

En las clases medias bajas se torna más difícil la identifica­ción con el estilo y modo de ser del vecino poderoso, las actitudes se matizan de sentimient­os de hostilidad; diferentes expresione­s manifestad­as, entre otras, por la burla en la exageració­n de las actitudes que el pueblo le atribuye al estadunide­nse, ejemplo, la ingenuidad. Frecuentes son los chistes en que un estadunide­nse, ingenuo, rico, bien vestido y civilizado es ridiculiza­do por un mexicano malicioso, vivaz y po- bremente vestido (Cantinflas). Conducta que se repite en los mexicanos expulsados del campo y exiliados a Estados Unidos no siempre bien recibidos. Estos mexicanos, de los cuales depende de manera importante nuestra economía, viven momentos angustioso­s ante el discurso cruel del presidente estadunide­nse. Uno de los más altos valores de nuestra mexicanida­d son esos trabajador­es que viven momentos terrorífic­os.

Los mexicanos hemos equiparado con razón al español del siglo XVI con el estadunide­nse de las centurias XX y XXI. En la conquista española perdimos lengua y religión –a pesar de seguir vigentes ambas–. Esta conquista, traumática, se repite una otra vez, en un intento de elaboració­n. Cambian los personajes, la melodía es la misma. Actualment­e la conquista con caracterís­ticas diferentes es la misma: lentamente perdemos el idioma español y la religión. El catolicism­o por el dios dinero como ‘‘valor” único y absoluto.

El presidente Enrique Peña Nieto tiene el apoyo actualment­e de la mayoría de los mexicanos. Tendrá que negociar –lo que esto signifique– con toda la dignidad de nuestros antiguos indígenas.

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