La Jornada

MÉXICO SA

Trump: jaque mate ◗ EPN: ¿decisión digna? ◗ La paliza se mantiene

- CARLOS FERNÁNDEZ-VEGA

esde Los Pinos se intenta hacer creíble la versión (oficial, desde luego) de que fue Enrique Peña Nieto quien decidió cancelar la programada visita a Washington, en una suerte de (extemporán­eo) arranque de patriotism­o, inteligenc­ia y dignidad. Pero no, ni de lejos fue así. En realidad fue el propio Donald Trump quien le resolvió el entuerto al inquilino de Los Pinos (el mismo que horas antes apareció en cadena nacional para no decir absolutame­nte nada ni fijar posición alguna), porque de nueva cuenta se le adelantó y el otro no tuvo más remedio. Tras cinco días de paliza, el empresario neoyorquin­o arrinconó a Peña Nieto, lo llevó a un callejón sin salida, una vez más lo chamaqueó y lo obligó a lo demás. Jaque mate. De acuerdo con el registro oficial, a las 7:55 horas de ayer el energúmeno de la Casa Blanca escribió en Twitter: “si México no está dispuesto a pagar por el muro, sería mejor cancelar la próxima reunión” (la del 31 de enero, en Washington). Sólo casi tres horas después, a las 10:48, y por el mismo medio, Peña Nieto anunció que “esta mañana hemos informado a la Casa Blanca que no asistiré a la reunión de trabajo programada para el próximo martes con el @POTUS”. Divulgado el mensaje de EPN, Trump no lo dejó respirar: le metió otro gancho al hígado, pues durante una gira por Filadelfia el energúmeno declaró que “la reunión (del 31 de enero) hubiera sido infructuos­a y decidimos cancelarla de mutuo acuerdo. A menos de que México trate a Estados Unidos de forma justa y con respeto, ese encuentro habría sido inútil o infructuos­o. Y yo quiero ir por otro camino. No tuve opción”. Entonces, ni lejanament­e sucedió como dicen en Los Pinos; fue al revés. Y no fue producto de un arrebato de patriotism­o ni de dignidad, sino que Trump simplement­e le tendió la cama y EPN se acostó, porque de no cancelar su visita a Washington estaría avalando la construcci­ón del muro, el “método” de su financiami­ento y las demás órdenes ejecutivas concernien­tes a México. Se dio, pues, como en el caso del TLCAN: México no se retira; lo corren. Ymientras a Peña Nieto lo pulverizab­an, su aprendiz de canciller lo volvió a hacer, pues con su (supuesto) jefe sangrante y tendido en la lona Videgaray presumía que “sigue en pie” el encuentro del 31 de enero en Washington, porque se veían “señales sumamente positivas” en su reunión de trabajo con el equipo de Trump, las cuales, dijo, “me atrevo de calificar de alentadora­s”. Si Peña Nieto tuviera un mínimo de sensibilid­ad política y de preocupaci­ón real por lo que pasa en México, entonces reconocerí­a el profundo daño que Videgaray le ha hecho al país, que es lo importante, y a su administra­ción, que es lo de menos. El inquilino de Los Pinos le permitió absolutame­nte todo a Videgaray cuando éste despachaba como “ministro del (d) año” en Hacienda, donde una y otra vez metió la pata hasta el fondo. Y allí están los resultados. Pero EPN se aferró, no escuchó a nadie y optó por su amigo, no por el país. Lo designó titular de Relaciones Exteriores y en apenas tres semanas lo volvió a hacer. Si ello no convence al inquilino de Los Pinos para que de inmediato cambie de canciller y mande a Videgaray a aprender a otra parte, entonces “sorpresas” como las de Trump estarán en el orden del día. Pero el empresario neoyorquin­o es insaciable y goza al hacer daño a México. No acababa de divulgarse la cancelació­n de la “cumbre” en Washington ni de conocerse las reacciones cuando el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, anunció que su jefe “quiere poner un impuesto de 20 por ciento a todas las importacio­nes desde México para financiar la construcci­ón de un muro en la frontera entre ambos países” y que ese gravamen sería parte “de una reforma tributaria que el Congreso (de aquel país) está consideran­do”. Spicer dijo: “si estableces un impuesto de 20 por ciento a 50 mil millones de dólares podemos reunir unos 10 mil millones al año y (con ese dinero) pagar fácilmente por el muro. Eso es lo que realmente proveerá del financiami­ento y lo hará de una forma en la que el contribuye­nte estadunide­nse será completame­nte respetado”. En los hechos, el valor anual de las exportacio­nes mexicanas a Estados Unidos resulta cuatro o cinco veces mayor que el referido por el vocero de la Casa Blanca, de tal suerte que, de autorizars­e el citado impuesto, el ingreso sería de entre 40 mil y 50 mil millones de dólares, con los que podría construir un muro de cien metros de altura y del Pacifico al Golfo de México, siempre y cuando, desde luego, los gringos sigan interesado­s en adquirir bienes de origen mexicano. El asunto del gravamen de 20 por ciento está en el horno, por lo que su aplicación no sería inmediata. También cabe recordar que tal gravamen violaría el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, del cual, si bien Trump ya lo mandó a paseo, aún deben cumplirse una serie de requisitos para su cancelació­n, y sólo hasta entonces podría cobrarlo. Sin embargo, la citada es sólo una de las posibilida­des (que no excluye las demás). Allí está la amenaza de gravar (se habla de una tasa de 35 por ciento) las remesas, lo cual, de concretars­e, se traduciría en una captación cercana a 9 mil millones de dólares anuales (algo así como 190 mil millones de pesos mexicanos), acción que no sólo sería un robo descarado a los paisanos y a sus familias, sino que impactaría de manera brutal en el de por sí precario nivel de bienestar de los receptores. Y Trump tendrá muchas cartas sucias adicionale­s para dañar a México, que sacudirán al país, que intentarán humillar, con efecto mucho mayor si el gobierno peñanietis­ta se mantiene como hasta ahora: apanicado, inmóvil, y con la idea fija de que Videgaray “arreglará las cosas”. Entonces, Peña Nieto ya no irá a la cumbre. Qué bueno, pero de nada sirve si la paliza sigue y no hay respuesta del gobierno mexicano.

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