La Jornada

Jefes de empresas tecnológic­as critican decreto de Trump contra musulmanes

- REUTERS SAN FRANCISCO.

El sector de tecnología de Estados Unidos, importante empleador de trabajador­es extranjero­s, respondió al repentino decreto del presidente Donald Trump so- bre inmigració­n, que algunos ejecutivos calificaro­n de inmoral y antiestadu­nidense. La medida de Trump prohíbe temporalme­nte a los ciudadanos de siete países de población mayoritari­amente musulmana entrar a Estados Unidos, incluso si tienen visas válidas o permisos de residencia, decisión que tomó por sorpresa a las empresas. El presidente ejecutivo de Netflix, Reed Hastings, habló de una ‘‘semana triste’’ y añadió que ‘‘es tiempo de unir nuestros brazos para proteger los valores estadunide­nses de libertad y oportunida­d’’.

Tim Cook, jefe de Apple, envió una carta a los empleados expresando que el decreto de Trump ‘‘no es una política que apoyemos’’ y prometió ayudar a los trabajador­es que se vean afectados.

Aaron Levie, el expresivo fundador y presidente ejecutivo de la empresa de almacenami­ento informátic­o Box Inc, dijo que ‘‘el decreto sobre inmigració­n es inmoral y contrario a nuestros valores’’. Alphabet Inc, la matriz de Google, pidió urgentemen­te el regreso de sus empleados en el extranjero y pidió a los que están en Estados Unidos y que puedan verse afectados por la prohibició­n que no salgan del país. En un correo electrónic­o al personal, el consejero delegado Sundar Pichai dijo que más de 100 empleados de Google se veían afectados por el decreto, según un ejecutivo de la compañía.

Mark Zuckerberg, consejero delegado de Facebook Inc, dijo en una publicació­n en la red social que estaba ‘‘preocupado’’ por el decreto y expresó su apoyo a los inmigrante­s. en un entorno en el que prevalece la corrupción endémica.

La promoción del mercado interno no surgirá de ninguna mano invisible. Tal vez, finalmente, se admitirá lo obvio: la política industrial sí es parte de la caja de herramient­as.

La producción interna que es esencial, no puede soportarse en una estabilida­d macroeconó­mica que, como ha quedado claro, no es una condición suficiente y se acaba de sopetón. La austeridad está muy mal repartida. Se reproducen constantem­ente los desajustes estructura­les y la pautas de la concentrac­ión de la riqueza.

La gestión existente en todos los niveles del gobierno, en los partidos políticos y las institucio­nes públicas tampoco puede sostener un cambio de modelo de crecimient­o. Así no se logra usar los instrument­os de la apertura comercial y financiera y, al mismo tiempo, alentar la inversión privada y pública y las pautas de consumo que exige la expansión del mercado interno. Insistir en ello no es solo terquedad.

Este gobierno exhibe una gran limitación para conseguir los objetivos de crecimient­o que ahora imponen las condicione­s externas. Esto va mucho más allá del TLCAN y de la ahora conflictiv­a relación con Estados Unidos. Tiene que ver con el modo en el que se asignan y se desempeñan las funciones públicas. Tiene que ver con la forma en la que se cumplen las responsabi­lidades y se rinden cuentas. El asunto es ahora muy visible en el campo de las relaciones exteriores, la hacienda pública y el comercio. Se ve a leguas en la forma en que se legisla y se procura la justicia.

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