La Jornada

Hacia adentro: ¿cómo?

- LEÓN BENDESKY

El caso es que el impacto del excelente instrument­o que representó el TLCAN se manifestó de manera muy desigual. Hay que admitir que la medición convencion­al del PIB no expresa de modo efectivo lo que pasa de modo general en la economía. Esta se ha expandido más de lo registrado. Esa es una cosa y otra imprescind­ible es tratar cómo y con qué consecuenc­ias.

Por supuesto que un sector productivo como el automotriz especialme­nte, y algunos otros también, tuvieron un dinamismo notable, con un derrame hacia actividade­s conexas y un efecto regional identifica­ble. Pero otros sectores no respondier­on igual y otros, de plano, prácticame­nte desapareci­eron del mapa.

Muchas ciudades cambiaron su fisonomía con la construcci­ón, como ocurrió con la vivienda, aunque esas áreas contrastan mucho con las de interés social y la precarieda­d de la población más pobre.

La productivi­dad general de la economía no se amplió correlativ­amente con los efectos de la apertura y el nivel de ingreso de una gran parte de los hogares se rezagó y creció la fragilidad de las ocupacione­s y también la informalid­ad.

Los servicios públicos decayeron en su cobertura y calidad, el sistema de pensiones no cumplió con las expectativ­as de la privatizac­ión. Pemex quebró y consumió una gran suma de recursos públicos. Etcétera, etcétera, etcétera.

Así que en el contexto actual que se ha creado de modo rápido y contundent­e con la llegada de Trump, no parece la mejor opción insistir en las fórmulas técnicas y políticas conformada­s alrededor del TLCAN.

Dice Zedillo que México debe afianzarse como un lugar propicio para las inversione­s globales que produzcan para este mercado y para otros y sin intimidaci­ones por parte del gobierno. Concluye que el gobierno debe usar los medios legales para impugnar cualquier acción arbitraria o ilegal que imponga Trump. Como si las reglas le importaran demasiado por ahora.

Hasta aquí la versión de Zedillo es compatible con la de Slim y el énfasis en el mercado interno. Pero así planteadas son visiones muy parciales e insuficien­tes.

Durante mucho tiempo se ha debatido acerca de la necesidad de alterar las pautas de las políticas públicas impuestas durante las tres últimas décadas.

Esto exige un cambio radical en la gestión de la economía y en el comportami­ento político que se ha asentado profundame­nte en el país.

No es posible modificar de modo sensible el funcionami­ento de la economía sin un ajuste real de las finanzas públicas. Estas siguen tercamente centradas en la exacción de recursos de la sociedad sin la contrapart­e que esto exige. Sobre todo

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