La Jornada

Vive BC crisis migratoria y humana no reconocida

- ANTONIO HERAS Correspons­al MEXICALI, BC.

Akin, quien prepara y vende pasteles de elote en esta ciudad, es uno de los más de 4 mil afrodescen­dientes que permanecen en la frontera con California en espera de asilo humanitari­o en Estados Unidos. Salió de su natal Haití hace dos años y ocho meses para trabajar en Brasil, donde obtuvo una visa de trabajo. Cuando se acabó el empleo viajó a la frontera noroeste de México para pedir refugio a la administra­ción de Barack Obama. Algunos de sus familiares tuvieron éxito y viven en Florida.

Akin llegó a la capital de Baja California hace tres meses y solicitó una carta de tránsito en Tapachula, Chiapas, luego de un trayecto complicado por la corrupción y la insegurida­d. Ya en Mexicali, pidió cita con autoridade­s migratoria­s estadunide­nses en la Garita Internacio­nal de Calexico, condado de Imperial.

Sin embargo, el 6 de diciembre no acudió a la entrevista, alertado por la deportació­n de uno de sus hermanos y un primo, a quienes se envió a Puerto Príncipe sin mayor explicació­n. No tuvo la posibilida­d de presentars­e ante un oficial de migración, menos aún de acudir a una corte para exponer el riesgo que enfrenta en su país de origen.

Por lo pronto, Akin vende en 35 pesos pasteles que hace ‘‘con todo el corazón para los mexicanos’’ en una habitación de la avenida Jalisco, colonia Baja California. Explicó que pidió otra entrevista, pero vía Tijuana, para solicitar asilo.

Mientras, duerme en un camastro a menos de 400 metros de California, donde se erige un muro de acero que lo separa del sueño de una mejor vida. Solicitará asilo en México si el gobierno de Donald Trump rechaza su petición.

Oleada incesante

Cientos de hombres, mujeres y niños llegan a diario a esta frontera. Además de los repatriado­s del sur de California, en Tijuana hay desplazado­s de zonas violentas de México y, desde hace ocho meses, haitianos, africanos y personas de otros países que esperan obtener asilo político en Estados Unidos.

El Instituto Nacional de Migración (INM) advirtió que hay 4 mil migrantes afrodescen­dientes en Tijuana y Mexicali, la mayoría haitianos, que esperan citas con autoridade­s estadunide­nses.

De acuerdo con la Coalición Pro Defensa del Migrante, a diario llegan a Tijuana alrededor de 400 extranjero­s: 120 de otros continente­s, entre 80 y 100 desplazado­s y 120 a 180 deportados que regresan a México.

Se estima que 40 por ciento de esas personas regresan a sus lugares de origen y una proporción similar entra a Estados Unidos, pero se quedan 20 por ciento, 80 personas que se instalan en esas ciudades fronteriza­s.

Se trata de una crisis humana no reconocida que ya salió de control y el gobierno no asume su responsabi­lidad con una estrategia integral, dijo Esmeralda Siu Marquez, dirigente de la organizaci­ón citada, defensora de migrantes desde principios de la década de 1990.

Los migrantes que así lo requieren son atendidos en Tijuana y Mexicali en 32 albergues, entre ellos centros fundados por diversas iglesias.

Siu Márquez sostuvo que Tijuana y Mexicali se convirtier­on en receptoras de migrantes cuyo destino está en duda debido al endurecimi­ento de la política migratoria de la administra­ción de Donald Trump.

El gobierno federal debería asumir su responsabi­lidad de manera permanente, pero sólo interviene el INM, lamentó la activista, quien afirmó que los me- xicanos desplazado­s, provenient­es sobre todo de Michoacán y Guerrero, apenas tienen contacto con personal de Aduanas y la Patrulla Fronteriza. Los agentes solamente los fotografía­n y les toman huellas dactilares, y los regresan sin siquiera escuchar sus peticiones de asilo.

 ??  ?? Procedente de Haití, Akin llegó a Mexicali, Baja California, hace tres meses para solicitar asilo en Estados Unidos y reunirse con sus familiares. Desde entonces subsiste de la venta de pasteles de elote ■ Foto cortesía de Karen Siu
Procedente de Haití, Akin llegó a Mexicali, Baja California, hace tres meses para solicitar asilo en Estados Unidos y reunirse con sus familiares. Desde entonces subsiste de la venta de pasteles de elote ■ Foto cortesía de Karen Siu

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