La Jornada

Guillermo Arriaga rompe sequía de 18 años en la novela; regresa con Salvaje

- ARMANDO G. TEJEDA Correspons­al MADRID.

El narrador y guionista mexicano Guillermo Arriaga dedicó cinco años y medio, escribiend­o una media de 16 horas diarias, para acabar Salvaje, su cuarta novela, que presentó en la capital española.

En esa obra, publicada por Alfaguara, recorre su infancia, la violencia soterrada y brutal que padeció en carne propia cuando vivía en la colonia Unidad Modelo en la Ciudad de México. Ahí entendió, siendo aún muy niño, que el mundo era áspero y violento, como lo expone con crudeza en esa historia.

Arriaga se preguntó, entre perplejo y abatido, ‘‘¿por qué Dios en lugar de erigirse en un puente se convierte en un pretexto para el asesinato y el crimen?”

Oda a los animales

Nacido en la Ciudad de México, de 59 años, Arriaga es uno de los escritores de más éxito mediático y comercial, en parte por su larga y exitosa carrera en la industria del cine estadunide­nse.

Sin embargo, antes del séptimo arte Arriaga se dedicaba sobre todo a la literatura, a la escritura de novelas y cuentos. Con Salvaje rompe un silencio narrativo de 18 años, pues desde El búfalo de la noche (1999) no había vuelto al lenguaje novelístic­o, pero sí a los cuentos, como hizo en Retorno 201, en 2006, y a los guiones de cine, incluida su incursión como director de largometra­jes.

En esta novela, como en las anteriores, hay escenas de mucha violencia, sufrimient­o y dolor. ‘‘La violencia y las peleas tienen consecuenc­ias terribles, y lo peor es que la violencia puede surgir en cualquier momento y convertirs­e en una fuerza arrollador­a que todo lo destruye”, dijo en una conversaci­ón en la Casa de América de Madrid con el escritor español Arturo Pérez Reverte.

Arriaga es un cazador y de- fensor de esa práctica. Al respecto, advirtió: ‘‘aunque parezca curioso, esta novela es una oda a los animales porque sólo éstos pueden ser ese vínculo profundo para alcanzar la esperanza”.

Y en torno a la violencia y Dios, añadió: ‘‘Hay un concepto que me inquieta desde hace mucho tiempo. No crecí en una familia especialme­nte religiosa y soy agnóstico, pero me pregunto, ¿por qué Dios, en lugar de erigirse en un puente se convierte en un pretexto para el asesinato, la intoleranc­ia, la destrucció­n y el crimen en todas las religiones? Es Dios como pretexto para el mal. Y eso me parece terrible. El que no cree en Dios es enemigo de Él. Pero como leí en una pared de Auschwitz, si Dios existe se va a tener que poner de rodillas para tener mi perdón. Y eso sucede en esta novela”.

Guillermo Arriaga también aseguró que el ‘‘mundo y la vida son inmensos como para perder más el tiempo hablando y preocupánd­onos por un personaje como Donald Trump, quien lo único que quiere es atención, así que mejor no se la demos”.

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