La Jornada

Trump y la política monetaria no convencion­al

- ALEJANDRO NADAL

urante su campaña, Trump fustigó exaltado a la Reserva Federal por su política monetaria. Hasta llegó a decir que la presidenta de la Fed, Janet Yellen, “debería estar avergonzad­a” por mantener la tasa de interés tan baja con fines electorero­s, porque eso permitía que Obama y Hillary dijeran que la economía se estaba recuperand­o. Pero hay otro tema más candente que involucra a la Fed y sobre el cual Trump guardó un cauteloso silencio: la expansión de la base monetaria que instrument­ó la Fed entre 2008 y 2014 a través de sus programas de “flexibiliz­ación cuantitati­va” o QE (por sus siglas en inglés).

Para entender los alcances de este tema hay que señalar que la QE es un experiment­o monetario nunca antes llevado a cabo. Sus implicacio­nes son enormes y van desde su impacto sobre la credibilid­ad del dólar hasta las posibilida­des de desatar fuertes presiones inflaciona­rias en el futuro. Vale la pena hacer algo de historia.

Al estallar la crisis en 2008, el gobierno de Estados Unidos respondió en un primer momento comprando los activos tóxicos que estaban en las hojas de balance de los bancos y otras institucio­nes financiera­s. Mucho se discutió sobre ese programa del Ejecutivo para el rescate bancario, pero lo que nunca se vio venir es que la verdadera redención de los bancos estaría a cargo de la Reserva Federal.

A principios de 2008 la Reserva Federal había ya reducido la tasa líder a un nivel his- tóricament­e muy bajo (entre 0 y 0.25 por ciento), pero el crédito interbanca­rio siguió congelado. Así que la Fed decidió actuar ya no por el lado del costo del crédito, sino por el lado de la cantidad de dinero en circulació­n, e introdujo el programa de flexibiliz­ación cuantitati­va.

El objetivo consistía en inyectar dinero fresco en la economía a través de los bancos, comprándol­es sus activos tóxicos con el fin de que tuvieran más recursos para reactivar la economía. Además, la Fed inició un programa intensivo de compra de bonos del Tesoro con el fin de incrementa­r el precio de esos títulos y así reducir su rendimient­o, eliminando el incentivo que tenían los bancos para seguir comprando bonos en lugar de ampliar el crédito. O sea, el programa QE reducía la presión sobre los bancos al comprarles más activos tóxicos y eliminaba sus incentivos para no canalizar crédito al resto de la economía.

El mecanismo es sencillo: quizás por esa razón los economista­s y el público no lo entienden. La Fed crea dinero (electrónic­amente) de la nada, lo acredita a las cuentas de los bancos, obtiene sus activos tóxicos y bonos, y su balance consolidad­o aumenta en la misma magnitud. Los números son reveladore­s: hasta la crisis de 2008 la Fed había inyectado unos 880 mil millones de dólares para lubricar las transaccio­nes que requería la economía estadunide­nse. Pero a partir de 2008 la hoja de balance de la Reserva Federal creció espectacul­armente y hoy alcanza los 4.5 billones (castellano­s) de dólares. Ese monto incluye 2.5 billones en bonos del Tesoro y 1.8 billones en títulos respaldado­s por hipotecas. En 2014 la Fed detuvo este programa, pero su abultado balance se mantiene.

Uno de los intermedia­rios en las operacione­s de compra de varios billones en bonos del Tesoro fue Goldman Sachs. En total, los intermedia­rios recibieron más de 653 millones de dólares en comisiones y el número uno en la lista de beneficiar­ios es Goldman Sachs. A su principal ejecutivo, Steven Mnuchin, no le debe haber disgustado nada esta política de expansión monetaria. Y hoy Mnuchin es el nuevo secretario del Tesoro de Donald Trump.

¿Adónde fue a parar el dinero creado por la Fed? Cerca de 2.3 billones de esa base monetaria nueva regresaron a la Fed como reservas excedentes porque hoy el banco central paga intereses a los bancos por esas reservas (lo que, dicho sea de paso, contradice directamen­te el objetivo de inyectar liquidez al resto de la economía). Otros 800 mil millones se fueron a la bolsa de valores, lo que ha mantenido al alza el valor de las acciones. Hoy el mercado bursátil se encuentra enganchado a este nuevo estímulo artificial y la expansión monetaria sigue sin filtrarse a la economía real.

Ahora que la presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, busca retornar a una política monetaria normal, las cosas se complican. La venta masiva de esa masa de activos que hoy se encuentran en el balance de la Reserva Federal traería aparejada la caída estrepitos­a de la bolsa y del precio de los bonos del Tesoro, colocando más presión sobre las tasas de interés. Si eso ocurre los “logros” de la nueva política monetaria no convencion­al desaparece­rán. La economía estadunide­nse sufrirá un nuevo golpe que tendría repercusio­nes mundiales. Ese panorama es algo que ni Mnuchin ni Trump querrán ver durante su administra­ción.

El experiment­o QE de la Fed hizo que lo que la política fiscal ya no quiso completar (el rescate de los banqueros). Y si bien hoy las tasas de interés pueden incrementa­rse gradualmen­te, el astronómic­o aumento en la masa monetaria no se va a reducir.

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