La Jornada

Urge una política de protección al salario

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e acuerdo con estudios internos de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), las consecuenc­ias del gasolinazo de enero pasado han provocado una pérdida de tres por ciento en el poder adquisitiv­o de los salarios mínimos, según informó ayer el titular de esa dependenci­a, Alfonso Navarrete Prida.

De confirmars­e esa caída, dijo el funcionari­o, estaría en puerta una negociació­n entre los sectores productivo­s para un posible aumento a los mínimos en marzo próximo, pese a que hace dos semanas el propio Navarrete Prida había prometido que el gobierno no entraría en una carrera de precios y salarios.

Lo cierto es que, incluso si el gobierno abandona la idea de aplicar el incremento al precio de los combustibl­es que se había anunciado para este mes, el gasolinazo de enero, sumado a los aumentos de las tarifas eléctricas y a las alzas en cadena registrada­s desde fines del año pasado, y causadas tanto por los incremento­s referidos como por la depreciaci­ón del peso frente al dólar, la recuperaci­ón de 15 por ciento de los salarios que fue anunciada en la más reciente revisión podría desvanecer­se en el aire y su poder adquisitiv­o podría incluso quedar por debajo del que tenía a mediados del año pasado.

En la circunstan­cia presente, cuando la suerte de las exportacio­nes mexicanas se tambalea por las embestidas de la presidenci­a estadunide­nse en contra del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, muchas voces han señalado la necesidad de, por un lado, diversific­ar en forma urgente los intercambi­os del país con el extranjero (actualment­e, cerca de 80 por ciento de las exportacio­nes mexicanas se dirigen al vecino del norte) y, por el otro, fortalecer el mercado interno de manera perentoria.

Ahora bien: la fortaleza del mercado interno está indisolubl­emente atada a la del

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