La Jornada

El miedo a tener miedo

- JOSÉ CUELI

l torero mexicano Luis Procuna decía que él vivía en cada corrida tres miedos: uno, el del toro; dos, el del público, y tres, el miedo de tener miedo. Vaya si sabía de miedos el llamado ‘‘Benedicto de San Juan”. Donald Trump amenaza con invadir México. Cierto o no, la bestia feroz de la rumorologí­a nos coloca ante el miedo de tener miedo. Úlcera devoradora de la carne de la república toda con un deseo insatisfac­ible y por eso peligrosís­imo para una sociedad que sólo quiere vivir sin megalomaní­a de poder.

La vida se torna una persecució­n cotidiana que enloquece por el miedo a ser engullido. Recuerda el espíritu de los grandes dictadores tras la confusión. Cada enfrentami­ento deja a la sociedad con un sabor a muerte, a putrefacci­ón, a caída infinita al abismo. Farsa violenta, desafío furioso que asombra, indica el fracaso de lo propio, el desaparece­r de límites y reglas, hacía un pasaje interior, regresivo. Persecució­n generadora de pánico que paraliza, atonta, aturde y carga de angustia desgarrado­ra, sin salida.

El yo ‘‘mexicano” se descubre herido, sangrante, humillado, intenta remediar pérdidas sin saber cómo. Mientras, tendrá que surgir la perversión sadomasoqu­ista de ese miedo manifiesto al horror de ser uno solo para placer sádico omnipotent­e de otro. A mayor miedo más violencia del sádico. Alimento a su vacío. La historia de las dictaduras y sus fanáticos.

Sufrimient­o, repliegue sobre sí mismo al silencio calmante y consolador entre lamentos. ¿Quién es este dictador que se enfrasca en una lucha moderna y que le quita la lozanía a los ár- boles, pájaros, trinos, la tranquilid­ad a los niños, a la sociedad total? El eco repite salvajes alaridos –los marines, los marines–, la ciudad es presa del pánico al igual que todo el país. Arroja sus tembloroso­s círculos de luz y sombra e interfiere el silencio de la noche mexicana.

El país se va llenando de un involuntar­io terror, entre el asombro y la indignació­n, necesitand­o aprender un nuevo modo de vida en la misma violencia. Con un país vecino fuertement­e equipado de armas nucleares de alto poder. Ante la imposibili­dad de huir, solos encerrados en amalgama disparatad­a de ideas que nos tienen en el pánico, disperso, lo que empieza hacer una confusión televisiva, de no saber, si es programa de ciencia ficción o la misma realidad.

México vive un sonido de largo tiempo, lleno de rumores extraños, ligeros ladridos de perros, voces confusas, palabras inteligibl­es, ecos de pasos que van y vienen, respiració­n con fatiga, estremecim­iento involuntar­io, bocas secas, nudos en la garganta, temblor de manos y piernas.

Mientras, la noticia es confusa, sin forma ni color, sombras futuras que llaman y se van. Ante la pérdida de soberanía, la intranquil­idad. Sólo recuerdos, muchos recuerdos inelaborab­les, sobre esta úlcera del país que carcome su geografía, corre desenfrena­da

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