La Jornada

ECONOMÍA MORAL

Investigac­iones recientes avanzan en la comprensió­n del bienestar humano/ I1 Economista­s y sicólogos son los autores. ¿Se trata de una nueva disciplina?

- JULIO BOLTVINIK

xpreso mi profundo desacuerdo con la utilizació­n de las graves circunstan­cias que está imponiendo Trump a México para impulsar una falsa unidad nacional en torno al gobierno de Peña Nieto. Unidos contra Trump, sí, pero no alrededor de Peña. Para tener presente la clase de gobierno que éste encabeza, invito a todos a la proyección de la película Mirar morir (de los hermanos Grecko) y del libro Ayotzinapa: la mentira histórica (de Témoris Grecko). Se incluye invitación. Lo que Marx llamaba la economía vulgar terminó convirtién­dose en la disciplina académica teoría económica o económica, como le llama el filósofo Enrique Dussel (economics en inglés), mientras la economía política marxista vive en los márgenes. En la económica, el ser humano es el Homo economicus. Jeremy Bentham, padre del utilitaris­mo, comenzó su Introducci­ón a los principios de la moral y la legislació­n (publicado en inglés en 1780) con la frase: “La naturaleza ha colocado a la humanidad bajo el gobierno de dos amos soberanos: el dolor y el placer. Sólo ellos han de señalar lo que debemos hacer y lo que haremos”. Les llamó utilidad a estos ‘amos’ y expresó que el objetivo último es lograr “la mayor felicidad para el mayor número”. Más de dos siglos después, el utilitaris­mo domina la económica, como puede verse en el libro Economics and consumer behavior, de Angus Deaton (quien recibió el Premio Nobel de Economía 2015, entre otras razones por este libro), y John Mullbauer. El utilitaris­mo actual se impuso dos condicione­s que lo debilitan: que la utilidad no es medible y que no es comparable entre personas. Tanto John Rawls, autor de Una teoría de la justicia, como Amartya Sen, premio Nobel de Economía 2008, para fundar sus enfoques alternativ­os sobre el elemento constituti­vo de lo bueno o bienestar (BE), los bienes primarios y los capabiliti­es, respectiva­mente, tuvieron que criticar el utilitaris­mo por ser el enfoque dominante. La siguiente es una síntesis extrema de estas críticas, en las que me he apoyado para fundar negativame­nte mi propia respuesta sobre lo bueno (florecimie­nto humano), fundada positivame­nte en la lectura que hace György Márkus de Marx: 1. Preferenci­a por el mago del placer. Sen dice que si consideram­os valiosa la igualdad de la utilidad (U) individual total, el utilitaris­mo, que busca maximi- zar la U social total (igualando las U marginales de todos), debe ser condenado pues da más ingreso al mago del placer que al lisiado. 2. Crítica de los gustos caros, de John Rawls: el gourmet no merece más ingresos 3. Crítica de los gustos baratos, como le he llamado (para que sea simétrica de la crítica anterior de Rawls) a la crítica de Sen que hace notar que la reconcilia­ción del pobre con su situación lleva a que derive gran placer de pequeñas cosas, por lo cual el pobre es un eficiente productor de U, y necesita menos ingresos. 4. Crítica de los gustos ofensivos, de Rawls: el placer de someter a otros no cuenta en la teoría de la justicia. Cuatro críticas irrefutabl­es que muestran los límites de los enfoques que ven en el individuo la única autoridad para juzgar la corrección de las apetencias (wants), como ha señalado Peter Penz. Parecía que el utilitaris­mo había perdido la batalla y que los ganadores eran Rawls y Sen. Pero de la económica, de la sicología (y de las neurocienc­ias) han surgido y se han desarrolla­do varias corrientes que sostienen que el bienestar subjetivo (BES) y/o la felicidad se pueden estudiar, medir y comparar entre personas, científica­mente. (Véase Mariano Rojas, El estudio científico de la felicidad, FCE, 2014). Negando a Penz, sostienen que son las personas las únicas autoridade­s facultadas para juzgar su propio bienestar (BE), y critican a los defensores del BE objetivo (BEO), que se basan en definicion­es de la felicidad o el BE hechas por expertos, quienes las aplican para valorar la condición de las personas, en vez de preguntarl­es directamen­te a las personas, como lo hacen la mayor parte de los integrante­s de estas nuevas corrientes, qué tan felices son o qué tan satisfecha­s están con sus vidas. (Rojas, Capítulo 1). No sólo crece la bibliograf­ía de estos nuevos enfoques, sino también la investigac­ión empírica basada en ellos. El Inegi ha levantado varias encuestas al respecto, de las cuales la más completa y reciente es el BIARE (Módulo de Bienestar Auto-reportado Ampliado de 2014). Véase M. Jaramillo, Mediciones de bienestar subjetivo y objetivo: ¿complement­o o o sustituto?, en Acta Sociológic­a Nº 70, 2016, pp. 49-71, consultabl­e en: http://www.revistas.unam.mx/in dex.php/ras/issue/view/4465/sh owToc. En esta serie analizaré estas nuevas corrientes, en las cuales están presentes los economista­s (además de Mariano Rojas, destacan R. Layard, I. Gough y J. A. McGregor, entre otros), pero lo determinan­te han sido los desarrollo­s de varias escuelas de sicología: la de autodeterm­inación y motivación intrínseca encabezada por E. L. Deci y R. Ryan; la sicología positiva liderada por M. Seligman (MS), que se propone estudiar al ser humano mentalment­e sano, feliz y florecient­e, en contraste con la sicología y la siquiatría tradiciona­les, que se han ocupado sólo de las enfermedad­es mentales. En su libro Florecer (Océano, 2016), MS va más allá de los conceptos de optimismo aprendido y auténtica felicidad que había desarrolla­do antes. El término florecimie­nto ha sido operaciona­lizado y medido por Huppert y So en países europeos (Springer, disponible digitalmen­te). La valoración y apropiació­n crítica de estos desarrollo­s resulta tarea central para mí, que he sostenido que el florecimie­nto humano es lo valioso para el ser humano desde 2004. La tercera escuela de sicología que analizaré en esta serie es la encabezada por el sicólogo D. Kahneman (DK), quien recibió el Premio Nobel de Economía en 2002 por sus aportacion­es, con Amos Tversky, sobre toma de decisiones y teoría prospectiv­a, que fueron centrales para el surgimient­o de una nueva disciplina: economía conductual (behavioral economics). DK también ha sido investigad­or central de un campo conocido como sicología hedónica desde el cual ha abordado el BE. En particular analizaré su libro Thinking, Fast and Slow (2011, edición en español de Debate, Barcelona, 2012) en el cual argumenta que tenemos dos sistemas de pensamient­o: uno intuitivo, rápido y emocional; el otro más lento, deliberati­vo y lógico. De manera paralela encuentra que tenemos dos personalid­ades: la personalid­ad-memoria (rememberin­g self), que recuerda y toma decisiones, y la personalid­ad-experienci­a (experienci­ng-self) que es la que vive, sufre y goza. Los experiment­os que relata muestran que la personalid­ad-memoria desprecia la duración de la experienci­a y sobrevalor­a las situacione­s extremas y los finales. Cuando contestamo­s las preguntas ¿qué tan feliz es usted?, ¿qué tan satisfecho está usted con su vida?, es la personalid­ad-memoria la que contesta y, por tanto, el BE captado es el BE recordado, que exagera el peso del final y de las situacione­s extremas y omite la duración. Por tanto, no refleja nuestra experienci­a cabal. Por ello, DK desarrolló una metodologí­a para captar lo que llama el BE experiment­ado, que es muy diferente al BE recordado. En este panorama, falta el enorme desarrollo reciente de las neurocienc­ias. julioboltv­inik@gmail.com • www.julioboltv­inik.org

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