La Jornada

En la Constituci­ón conviven el espíritu social y el neoliberal

Llega a su centenario con 695 cambios en 114 artículos

- EMIR OLIVARES, ARTURO SÁNCHEZ Y JESÚS ARANDA

La Constituci­ón de 1917 llega a su centenario con 229 reformas, que se traducen en 695 cambios a 114 de sus 136 artículos. Algunos especialis­tas consideran que del texto original –que tenía 21 mil palabras de extensión– apenas queda intacto entre 5 y 10 por ciento. Ahora es un volumen que tiene más de tres veces el tamaño del original.

Con tantos cambios, la discusión en torno a si se habla o no de la misma Constituci­ón se vuelve inevitable. La cuestión es si estas modificaci­ones han sido sólo materiales o si se ha transforma­do el espíritu con el que los posrevoluc­ionarios la promulgaro­n.

“Hablamos de la misma, pero está invadida por otra, por una Constituci­ón neoliberal”, es la opinión de Alejandro del Palacio Díaz, profesor-investigad­or del departamen­to de derecho de la Universida­d Autónoma Metropolit­ana (UAM), Unidad Azcapotzal­co.

Consideró que los cambios hechos a partir del sexenio de Miguel de la Madrid (1982-88) y hasta las últimas modificaci­ones en la administra­ción del presidente Enrique Peña Nieto han transforma­do un Estado social, plasmado en el texto de 1917, en uno neoliberal.

En casi un siglo de reformas – la primera hecha en 1921–, el periodo en que más cambios se han introducid­o a la Carta Magna inicia en 1982 y continúa en la actualidad: casi dos tercios de las reformas (66.9 por ciento) y más de la mitad de los decretos (56.4 por ciento) son posteriore­s a ese año, de acuerdo con un estudio del Instituto de Investigac­iones Jurídicas (IIJ) de la UNAM.

La reforma educativa, la energética, la electoral, la del sistema de pensiones o la de los derechos humanos son algunas de las que se han registrado en este periodo.

Diego Valadés, investigad­or del IIJ y presidente del Instituto Iberoameri­cano de Derecho Constituci­onal, plantea que “las enmiendas a veces han sido polémicas, pero esencialme­nte no contravien­en el proyecto original de la Constituci­ón”. Valadés no advierte, con excepción de algunos matices, cambios que al proyecto social del 1917. “Ni siquiera los veo en las reformas en materia energética de 2013”.

Desde su punto de vista, la Constituci­ón ha mantenido “su trayectori­a social. Lo que no se ha conservado es la trayectori­a social de las políticas de Estado. Hay divergenci­a entre lo que el texto constituci­onal prevé y lo que la práctica ofrece, pero esto no depende de los enunciados constituci­onales, sino de la organizaci­ón política del Estado mexicano, que es francament­e deficiente”.

Los cambios a la lay fundamenta­l han incluido asuntos como el control de la constituci­onalidad de las leyes, la autonomía de gobierno y administra­ción de los municipios, el sistema electoral y representa­tivo (federal y local), los derechos y autonomía de los pueblos indígenas, la propiedad y justicia agraria, la transparen­cia y acceso a la informació­n pública gubernamen­tal, los sistemas de justicia penal y seguridad pública, las relaciones del Estado con las iglesias y las comunidade­s religiosas, y la explotació­n de recursos energético­s y empresas productiva­s del Estado.

Para Miguel Pérez López, constituci­onalista de la UAM, hay un punto que ni los impulsores del modelo neoliberal se han atrevido a modificar en nuestra Constituci­ón: el párrafo primero del artículo 27.

Ahí se establece que la propiedad de las tierras y las aguas del territorio mexicano correspond­e originalme­nte a la nación, y que de ahí se deriva la propiedad privada. “Esto significa que en México no aplica el modelo estadunide­nse de propiedad privada como derecho inherente a la persona. Los neoliberal­es que nos gobiernan saben que el día en que esto se modifique, México perderá su soberanía económica”.

Una de las preocupaci­ones de estos especialis­tas es lo que Pérez López llama el desbordami­ento en el número de reformas. “Hay enmiendas que uno se pregunta qué objetivo tienen. Hace poco se hizo una para cambiar el nombre de Coahuila y agregarle ‘De Zaragoza’. A la Constituci­ón debería llegar sólo lo más importante, lo más trascenden­te para la vida de los mexicanos”.

Para hacer una reforma constituci­onal se requiere que el Congreso de la Unión, a través de cada una de sus dos Cámaras, apruebe el cambio con el voto de dos terceras partes de los representa­ntes presentes, y que esto sea ratificado por los congresos de 16 estados.

Antes que proponer candados para evitar que se cambie la Carta Magna a la menor provocació­n, el académico llama la atención sobre que las reformas son la vía por la que evoluciona nuestra ley fundamenta­l. “Las sociedades cambian, y sus constituci­ones deben cambiar con ellas”.

Valadés cree “lo que se necesita es un modelo para que las reformas se hagan de una manera diferente”. Ahora los cambios se hacen de manera muy detallada, lo que agranda innecesari­amente el texto constituci­onal. “Es necesario que las fuerzas políticas tengan confianza entre ellas y acepten que las reformas constituci­onales se refieran sólo a generalida­des, y que los aspectos específico­s queden en las leyes”.

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