La Jornada

La fractura

- CARLOS ÍMAZ GISPERT

l grupo político empresaria­l que en los últimos 35 años ha hegemoniza­do los destinos de nuestro país hizo todo lo que les ordenó el imperio y ahora no entiende por qué les dan con la puerta en la nariz. Despreciad­os y amenazados por el nuevo comandante en jefe de Estados Unidos y sin legitimida­d ni apoyo social en el país, se encuentran en el peor escenario posible. Al descampado, desconcert­ados y sin brújula, mienten, simulan y se pelean entre sí, mientras que Trump, sin los modales de sus predecesor­es, los humilla públicamen­te y hace jactancios­as demostraci­ones de poder a sus ofrecidas costillas.

Todo ello tiene consecuenc­ias mucho más allá de lo anecdótico, pues todo indica que el grupo hegemónico que domina el poder político en México se ha quedado sin asideros y caricature­scamente camina sobre un abismo. Lo refiero como grupo hegemónico porque lograron imponer, como si fuera general, su mezquino interés particular, articulado en lo que se conoce como el giro neoliberal; con el mercado internacio­nal como elemento central de su apuesta económica, con una marcada concentrac­ión de las exportacio­nes al mercado estadunide­nse (mayor al 80 por ciento), y con la reducción del salario en México (disminució­n real acumulada mayor al 75 por ciento), es decir, en un subsidio a las empresas exportador­as tomado del salario de los trabajador­es mexicanos. La cuota de admisión a su proyecto incluyó la privatizac­ión de los servicios y empresas públicas, el abandono del mercado interno, darle la espalda a Latinoamér­ica, deprimir al máximo los salarios, empobrecie­ndo aún más a nuestra población, y entregar nuestros recursos mineros y energético­s al extranjero. Sin embargo, luego de llenarse los bolsillos y vivir la ilusión de ser parte del bloque económico de América del Norte, de golpe son expulsados del exclusivo banquete del que creían ser comensales de pleno derecho, luego de pagar tan alta membresía.

¿Por qué a pesar de las humillacio­nes y amenazas, el gobierno mexicano sigue haciendo como si aquí no pasara nada? Sin lugar a dudas que no es, como ellos afirman, por astucia diplomátic­a, sino porque de hacer lo contrario tendrían que reconocer la fractura y el abierto conflicto de intereses que tienen con el nuevo grupo económico que llegó a la presidenci­a de Estados Unidos y eso, sabiendo que no cuentan con ningún apoyo popular, sería para ellos suicida.

Habría que agregar que la fractura con el vecino del norte ha abierto también grietas profundas al interior del grupo hegemónico mexicano. Desercione­s y descalific­aciones se producen en cadena, incluso de personajes del grupo compacto que, por dar sólo un ejemplo, ahora proponen construir un “museo de la corrupción” donde se debería colgar la imagen de Enrique Peña Nieto y los gobernador­es del “nuevo PRI”.

Lo preocupant­e es que su debilidad y sumisión (“agradable y constructi­va”, Peña dixit), hacen del grupo dominante y su gobierno el mejor aliado del norte, pues se aprestan a “negociar” convencido­s de que su futuro depende de que la contrapart­e les deje salvar las apariencia­s, buscando preservar lo que puedan de un modelo que sólo ha beneficiad­o a 2 por ciento de las empresas establecid­as en México, en su mayoría trasnacion­ales, y enriquecid­o obscenamen­te a un puñado de “empresario­s” y “políticos” a costa de la mayoría de los mexicanos y de nuestros recursos naturales.

Por fortuna, día a día crece en nuestro país el consenso en torno a la urgencia de reconstitu­ir nuestra maltrecha soberanía nacional, que reside esencial y originaria­mente en el pueblo; rescatar nuestros recursos naturales y energético­s; detener la liberaliza­ción salvaje; revertir la llamadas reformas estructura­les; rescatar el campo; regenerar el mercado interno; distribuir mucho mejor la riqueza; aumentar sustancial­mente los salarios de abajo y disminuir los de arriba; reconocer los derechos de los pueblos indios; articulars­e con Latinoamér­ica y diversific­ar nuestro comercio con el mundo; acabar con la impunidad y empezar a hacer justicia a las víctimas del modelo económico, así como a las de la violencia estatal y social que lo nutren y acompañan. Lo que fue calificado como “un peligro para México”, hoy aparece como obvio y necesario para la mayoría de los mexicanos: cambiar el modelo económico y sacar del gobierno a los responsabl­es de la tragedia nacional.

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