La Jornada

Carta al jefe de Gobierno de la CDMX

- HUGO ABOITES*

iudadano Dr. Miguel A. Mancera: Hace tres décadas, cuando México enfrentó una crisis de profundida­d semejante a la que ahora comienza, el gobierno federal tomó tres decisiones que marcaron durante años el curso de la historia del país. La primera fue “negociar solos” y desatender los llamados a formar una poderosa unidad latinoamer­icana de deudores. La segunda consistió en pensar y decidir el rumbo del país de manera cupular y excluyente, y la tercera, hacer un drástico recorte al gasto social, especialme­nte al de educación. Como consecuenc­ia de todo esto, las grandes mayorías del país sufrieron un deterioro brutal en sus condicione­s de vida y se incubó el actual desgarrami­ento social. Tampoco esas grandes mayorías tuvieron oportunida­d de hacer oír su voz respecto de cómo debería responders­e a los Trump de entonces: FMI, Banco Mundial y gobierno estadunide­nse. Como resultado, México no sólo negoció solo, sino que solos y por su cuenta sus gobernante­s se allanaron, de antemano derrotados, frente a una masiva coalición de gobiernos y bancos internacio­nales.

Si las dos primeras y equivocada­s decisiones resultaron en 30 años de pobreza, insegurida­d y exclusión política para más de la mitad de los mexicanos, la tercera, la de los recortes en educación, marcó con la desesperan­za a millones de jóvenes, hoy adultos, y trajo un enorme retroceso para la educación mexicana. Si en educación básica, en los años 80, 2 millones de niños dejaron la escuela y sólo hasta entrados los 90 la matrícula recuperó su crecimient­o, en el nivel superior institucio­nes como la UNAM tardaron hasta 25 años en retornar al número de estudiante­s que tenían en 1979.

Doctor Mancera, hoy a nivel nacional, la historia amenaza con repetirse, pero en el enorme espacio político que ha conquistad­o la población capitalina, se vuelven cada vez menos aceptables los retrocesos en el gasto social y en el sensible terreno de la educación superior. Me correspond­e hablar por la Universida­d Autónoma de la ciudad, aunque no es la única en problemas, y debo decirle que este año se nos asignaron recursos que no son lo deseable, pero que nos permitiría­n seguir aumentando la matrícula en mil estudiante­s más cada año e incluso llegar a 2 mil, si no fuera por la forma en que se nos entregan. Me explico: en 2015 se nos otorgaron mil 59 millones de pesos como techo presupuest­al, mismos que incluían los 150 millones de procedenci­a federal. En 2016, el techo presupuest­al aumentó a mil 209 millones, precisamen­te porque también ese año se incluyeron 150 millones federales. Pero para 2017 el techo propuesto por el Gobierno de la ciudad y aprobado por la Asamblea se redujo a mil 146 millones de pesos, porque no se integraron al techo los 150 millones federales, los que este año, afortunada­mente, también se nos asignaron.

Y esto tiene dos repercusio­nes muy problemáti­cas: la primera es que como los 150 millones no son parte del techo, no es prudente utilizarlo­s para gasto corriente que nos comprometa (como el caso más claro, los salarios, pero también becas estudianti­les, servicios e insumos). Porque son recursos esencialme­nte inciertos, el próximo año pueden cancelarse. La segunda repercusió­n es más de fondo: cualquier porcentaje de aumento que se nos otorgue para 2018 será calculado a partir de mil 146 millones, no de mil 296, como debería ser, si se hubieran incluido los 150 como parte del techo. El escenario es, entonces, de claro retroceso, ya que en 2018 probableme­nte ni siquiera llegaremos al techo que teníamos en 2016. Y, como ocurrió en el caso de la UNAM en los 80, el impacto que tiene un golpe fuerte al presupuest­o escolar se propaga luego más allá de ese momento, como una lenta onda sísmica a lo largo de varios años más. Por eso nuestra preocupaci­ón y la inquietud de trabajador­es y estudiante­s, y por eso nos acogemos al amparo de la norma que sabiamente plantea que debe garantizar­se, aunque sea un aumento mínimo cada año, para no romper el dinamismo de crecimient­o. Así, el artículo 23 de la Ley de la Universida­d, aprobada por la Asamblea, considera la asignación de recursos a la UACM “como programa prioritari­o para propósitos presupuest­ales y –agrega– el monto del financiami­ento nunca será inferior al presupuest­o del año previo.”

En resumen, no solicitamo­s más fondos, simplement­e pedimos que, como en años anteriores, el total de lo que hoy se nos entrega –los mil 296 millones– se reconozca formalment­e como el techo que se nos asigna. Corregir esta errata mínima significar­ía un cambio muy importante en la perspectiv­a a futuro de la UACM. Hace unos días, esta universida­d abrió tres carreras más que darán cabida a cientos de estudiante­s, y estamos en el horizonte de la apertura del plantel Magdalena Contreras, para ofrecer centenares de lugares adicionale­s. Es la clara voluntad de seguir creciendo. En la Ciudad de México, al menos, la historia de los 80 no tiene por qué repetirse. Agradezco mucho su atención.

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