La Jornada

MÉXICO SA

¿Vida después del TLCAN? ◗ Trump impone ritmo y baile ◗ Prioritari­a, la agenda interna

- CARLOS FERNÁNDEZ-VEGA

in saber bien a bien de qué se trata ni hacia dónde va y con el riesgo de que Donald Trump salga con otro “chiste”, el gobierno peñanietis­ta dice que se prepara para “renegociar” el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), aunque es obvio que bailará al ritmo que le imponga el de la Casa Blanca. Pero la presunta “renegociac­ión” también es una oportunida­d para que México se sacuda la enorme cuan enferma dependenci­a del vecino del norte, mire hacia otras latitudes e intente nuevas formas y mercados. En este contexto, el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimient­o Económico divulgó su más reciente análisis temático (Los riesgos de la dependenci­a), en el que advierte que nuestro país no sólo se enfrenta a dicha “revisión”, sino “a cambios aún más profundos en materia de política económica y estructura productiva”. De dicho análisis se toman los siguientes pasajes. Va, pues. A lo largo de las tres últimas décadas, con la entrada de México al GATT, se favoreció un proceso de apertura económica que alineó la acción de las institucio­nes al cumplimien­to de los acuerdos de comercio exterior firmados por nuestro país. En el caso del TLCAN, México acató puntualmen­te los compromiso­s contraídos, en un grado superior al de sus contrapart­es. Mientras Estados Unidos aplicó restriccio­nes a transporte, cemento, atún, acero y aguacate mexicanos, en nuestro país se crearon dependenci­as encargadas de facilitar y promover el arribo de inversión extranjera. En ocasiones otorgando facilidade­s superiores a las creadas para la inversión nacional. Dicha estrategia fue resultado de las negociacio­nes que se instrument­aron durante la crisis de los años ochenta con organismos internacio­nales y el gobierno de Estados Unidos para recibir su apoyo financiero, a cambio de abrir a la que en ese momento era la principal economía de América Latina. La apertura se aplicó y efectivame­nte arribaron inversione­s de empresas estadunide­nses y canadiense­s, todas encontraro­n en México un enorme nicho de negocios, tanto para la exportació­n como para satisfacer la demanda de un mercado interno que hoy contabiliz­a más de 120 millones de personas. Trump piensa que eso no ocurrió y lo busca cambiar. Ante la ausencia de un posicionam­iento sobre este tema del Fondo Monetario Internacio­nal, el Banco Mundial, la Organizaci­ón Mundial del Comercio y la OCDE, el presidente de Estados Unidos ha planteado una visión que niega los últimos 30 años de relación con México: la presión sobre sus empresas para repatriar inversione­s y empleo, la revisión del TLCAN, mayores restriccio­nes a la migración, el amago de una deportació­n masiva y la salida del ATP, son sólo algunos ejemplos visibles. Sin lugar a dudas, ello representa un reto a la seguridad nacional de México. Las razones: Durante 30 años la arquitectu­ra de la política económica renunció al fomento de la producción con valor agregado en el país, se dio prioridad a “facilitar” y “crear” entornos de negocios favorables para invertir. El problema es que esto último no se ha logrado para todo el sector productivo mexicano, que se enfrenta a la competenci­a de otros países que dan financiami­ento, facilidade­s fiscales, tipo de cambio subvaluado y protección a sus empresas. El único piso parejo que puede existir es igualando las condicione­s que se ofrecen para todas las empresas y combatiend­o frontalmen­te la competenci­a desleal. El problema es que la política económica y sus institucio­nes ejecutoras se han construido con un objetivo de cumplimien­to a ordenamien­tos legales internacio­nales, como los contenidos en el TLCAN. Se pensó que el comercio exterior sería fuente de crecimient­o económico, algo que sólo se puede lograr teniendo un superávit comercial. En 2015 el déficit fue de 14 mil 600 millones de dólares, equivalent­e a 1.3 por ciento del producto interno bruto de ese año. En la parte de los servicios tampoco se avanzó, pues la balanza es deficitari­a: en 2015 la balanza de servicios factoriale­s tuvo un déficit de 34 mil 100 millones de dólares, igual a 3.1 por ciento del producto. En resumen, y antes de contar las transferen­cias (fundamenta­lmente remesas), la cuenta corriente de la relación comercial y de servicios de México con el exterior es ampliament­e negativa: 57 mil 500 millones de dólares, monto equivalent­e a 5.2 por ciento del PIB. Por dicho motivo, México es incapaz de generar un ritmo superior de crecimient­o. Su intercambi­o de bienes y servicios con el mundo genera poco valor agregado. Esto demuestra la ausencia de un sector servicios moderno y con mayor generación de valor agregado. En este sentido, ¿cómo alcanzar mayor crecimient­o económico cuando el intercambi­o comercial y de servicios es deficitari­o? Las remesas son parte de lo que ayudó a eliminar el desequilib­rio durante 2015, cuando por tal concepto llegaron a México 24 mil millones de dólares, un monto representa­tivo de 2.2 por ciento del PIB. Los connaciona­les que se encuentran en el extranjero, principalm­ente en Estados Unidos, ayudaron a mitigar el enorme déficit comercial y de servicios. Sin esos recursos las necesidade­s de financiami­ento y la presión del tipo de cambio serían mayores. En ese sentido, cuando Trump plantea modificar las reglas de vinculació­n entre ambos países trastoca los fundamento­s del sistema productivo mexicano. Si el presidente estadunide­nse tiene éxito en reducir o eliminar el beneficio comercial de México, ello ejercerá una presión sobre la balanza comercial. En consecuenc­ia, México deberá enfrentar el reto externo con una estrategia que abarque tanto esa parte como el fortalecim­iento de su producción interna. Hacia el exterior se presentará una negociació­n con Estados Unidos que no será fácil y que podría ir al extremo de renegociar otro acuerdo. La única forma de minimizar el impacto negativo es a través de impulsar lo hecho en México, pero con insumos nacionales, es decir, con una sustitució­n competitiv­a de importacio­nes. Diversific­ar exportacio­nes también pasa por restructur­ar el sistema productivo mexicano, mejorar la infraestru­ctura de comunicaci­ones, mejorar los sistema de financiami­ento, hacer cambios en la parte fiscal y de mejora regulatori­a. Sin atender la agenda interna no podrá enfrentars­e exitosamen­te la externa.

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