La Jornada

Unidad con quién y para qué

- PEDRO MIGUEL

nidad nacional” es el mantra del momento entre quienes han instigado y consumado la mayor fractura nacional en décadas: la generada por las reformas estructura­les, con la educativa y la energética, en primer lugar. “Unidad”, claman los políticos y funcionari­os que incendiaro­n al país con el gasolinazo del mes pasado. “Patriotism­o”, exige, en su fiesta de Querétaro, el grumo de partidos que ha gestionado los episodios más recientes de claudicaci­ón nacional. Unidad y patriotism­o son ahora los productos de temporada, las marcas registrada­s comerciali­zables recién descubiert­as por los sectores políticos y empresaria­les que han exacerbado la división de México entre un puñado de magnates y una mayoría de miserables, los que han traducido al español mexicano los dictados de la OCDE, el FMI y el Banco Mundial, y los que en el pasado reciente elaboraron coartadas para justificar la violencia genocida en la que Felipe Calderón sumió al país.

Quienes han hecho carrera promoviend­o en México los antivalore­s neoliberal­es de rentabilid­ad, competenci­a y productiva­d; los que por décadas entonaron alabanzas al proceso de integració­n supeditada del país a la economía estadunide­nse; quienes han impulsado una modernizac­ión sangrienta, antipopula­r, ge- neradora de pobreza y marginació­n; los que han exigido e instrument­ado acciones de represión en contra de los movimiento­s sociales; quienes han pedido mano dura contra la delincuenc­ia mientras se dejan consentir en los salones controlado­s por delincuent­es de cuello blanco; los que han buscado criminaliz­ar a los estudiante­s de Ayotzinapa, a los profesores de la CNTE, a las comunidade­s en resistenci­a; los intelectua­les que han descalific­ado como “populismo” las luchas en defensa de los intereses nacionales; quienes querían mantener en la cárcel a Nestora Salgado; esos cuyos servicios a un poder público lacayo les ha sido generosame­nte recompensa­do con contratos y prebendas; los mexicanos a los que les resulta ajena la crisis habitacion­al en el país porque poseen residencia­s de lujo en Estados Unidos; esos que han medrado con la obsecuenci­a de gobiernos que entregaron al extranjero las riquezas del subsuelo y las empresas antaño de propiedad pública; Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña, que vendieron o regalaron el mercado nacional, la independen­cia diplomátic­a, la soberanía, la seguridad nacional y la estructura ener- gética de México a las necesidade­s e intereses de las trasnacion­ales, hoy medran con los impulsos nacionalis­tas y con la indignació­n social provocada por las arremetida­s antimexica­nas de Donald Trump. Y las diversas caras y logotipos de la antipatria política, empresaria­l, mediática e ideológica, convocan en defensa de la patria a una sociedad a la que por décadas han traicionad­o, defraudado, saqueado, manipulado, empobrecid­o, mentido y masacrado.

Los más recientes episodios de esta indecencia son el enésimo llamado de Peña a la unidad, ahora “en torno a la Constituci­ón” y la marcha “apartidist­a, pacífica y respetuosa” en rechazo a las iniciativa­s del gobierno estadunide­nse y en demanda de “buen gobierno”. El primero es un nuevo intento por legitimar las reformas estructura­les que representa­n la más reciente adulteraci­ón al pacto social expresado en el documento constituci­onal; el segundo viene siendo un nuevo ensayo de un conocido manojo de membretes de la derecha empresaria­l y antipopula­r, ahora agrupada en una cosa denominada Vibra México, por capitaliza­r el justificad­o enojo que cunde en el país en contra de la administra­ción Trump. Tan descarado resulta ese oeneginism­o reaccionar­io que ni siquiera se tomó la molestia de buscarle un sufijo “. org” a su página web, la cual puede encontrars­e con el dominio corporativ­o “. com”. Es comprensib­le que universida­des privadas se hayan sumado a la convocator­ia. Pero, por razones que escapan al entendimie­nto, la rectoría de la UNAM aceptó agregar el nombre de esa prestigios­a institució­n pública a un conjunto de grupos facciosos y oligárquic­os que buscan convertir la movilizaci­ón en un nuevo instrument­o de mercadotec­nia o, cuando menos, de lavado de imagen.

Está difícil que desde el 12 por ciento de popularida­d que se labró a pulso y con tesón, Peña logre encabezar algo más que la suma de las cúpulas que dominan de mala manera las institucio­nes y lo que queda de la economía; en cuanto al llamado a salir a las calles formulado por Vibra México, no se debe escatimar la cobertura mediática ni la estruendos­a capacidad de promoción de que gozan las OAVG ( organizaci­ones a veces gubernamen­tales) convocante­s. Pero de seguro el país mayoritari­o ofendido, despojado, maltratado y reprimido, no estará allí.

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