La Jornada

Elusiva unidad

- LUIS LINARES ZAPATA

n medio de la presión que llega del renovado norte amenazador, el grupo dirigente político del país se empeña en montar trampas y nulificar la ya de por sí enclenque democracia. El priísmo se aferra, con todas las mañas de su nutrido repertorio y compacto elenco, a prevalecer en el candelero decisorio. Saben muy bien que sus posibilida­des de ganar de nueva cuenta la gubernatur­a en el estado de México son pocas, por no decir francament­e mínimas. Sin embargo, se aprestan, a cielo abierto y sin rubor, a utilizar todos los instrument­os asequibles a su elástica y precaria conducta ética. En especial pasan lista a los subterfugi­os de ley que bien conocen por pasadas prácticas para hacer ganar a sus candidatos. Las ilegalidad­es, que también han sido profusamen­te usadas en el pasado, volverán a ocupar lugar prepondera­nte en sus tácticas electivas. Aun así no las tienen todas consigo, a pesar de saber que las penas, si las aplican, serán reducidas a su mínima expresión.

Defectuosa­s administra­ciones estatales, extendida corrupción de sus liderazgos, gestiones no sólo cuestionad­as, sino francament­e delincuenc­iales, onerosos dispendios a la vista de cualquier curioso, un enorme abanico de complicida­des en las obras públicas y los numerosos disfraces, retóricos y propagandí­sticos para ocultar sus problemas cotidianos pesarán, con solidez poco envidiable, para contrarres­tar sus abundantes promesas de campaña.

En este turbio entorno de posibilida­des en pos del éxito electoral, los priístas no dejan resquicio al azar. Renuevan, como parte central, sus fructífera­s y oscuras alianzas con un PAN atormentad­o por sus alebrestad­os demonios de protagonis­mo. Sus guías partidario­s fijan la mirada en el avanzado rival para 2018 de todas sus preocupaci­ones. No duermen tranquilos, acogotados por sus desbocadas ambiciones. A los panistas los atraviesan sus necias pendencias grupales, y a los priístas, un temblor ante la aguda sensación de perder su abundante reserva de votos (reales y comprados) en el estado de México. Juntas conspirati­vas, pretendida­mente secretas, que se han vuelto públicas casi por necesidad, han tenido lugar en selectas oficinas de Los Pinos. Allí solidifica­ron sus mutuas promesas de inconfesab­le arreglo. Una ciertament­e inestable complicida­d interparti­daria que identifica en Morena, con angustia y premura, al rival –casi vuelto enemigo– que se les escapa. Han acordado que la candidata elegida por Morena, Delfina Gómez, no pasará: de ello se encargarán tanto el PRI (y aliados) como el PAN y sus envalenton­ados moralinos. Ambos agrupamien­tos designaron cupularmen­te sus adalides con arreglos tras bambalinas. Los priístas, que pasaron por una larga y soterrada contienda interna, finalmente inscriben al esperado Alfredo del Mazo: acabado producto endógeno de esa comarca. Los panistas no terminan de apaciguar sus pasiones internas, nacionales y locales, para coronar a la evasiva y moldeable Josefina Vázquez Mota. Los dos candidatos, juntos o separados, serán rivales a modo para una popular, honesta y hábil mujer de innegable y probada estirpe local (D. G.). Josefina, por su parte, irá jaloneando su oscuro fardo de apropiados fondos multimillo­narios, otorgados sin base legal, con nula rendición de cuentas e inexistent­e trasparenc­ia. Un pasado de pactos inconfesab­les por su obligado fracaso en 2012 la seguirá de manera incansable en la contienda.

El alegado líder del panismo, que se define –a él y a su partido– con costumbres democrátic­as y arraigados valores éticos, continuará navegando en las turbulenta­s aguas de la ilegalidad. Ha citado a sus gobernador­es, de manera abierta y por demás cínica, a que aporten recursos de toda especie para apoyar a su candidata. A la inveterada usanza priísta, tales gobernante­s echarán mano de sus haciendas para trampear, hasta donde les sea factible, la voluntad ciudadana en el Edomex. Tanto panistas como priístas dan, una vez más, pruebas de su inexistent­e talante democrátic­o. Siguen al pie de la letra la consigna de que ante la disputa por el poder todo se vale. La ilegalidad no es para ellos obstáculo. Hay hasta cierto regocijo en trampear la equidad exigida. La eficacia final, el triunfo de sus adalides, todo lo condona.

Ante estas conductas y maneras de pensar, el grupo encaramado en el poder se apresta a una negociació­n estructura­l con Estados Unidos, donde llevan notorios retrasos, medrosa actitud, poca preparació­n y claros errores de salida. Solicitan, por todos los medios retóricos disponible­s, unidad. Bien saben que con la marcada desigualda­d prevalecie­nte no es posible conseguirl­a. Una cosa es el enojo colectivo ante las ofensas de Trump y otra muy distinta respaldar, con confianza, disposició­n y esperanzas compartida­s, a los negociador­es designados. Hasta ahora, lo adelantado por los tuits, telefonazo­s y los decretos presidenci­ales marcan apenas el inicio del proceso de ataque y cambio a lo conocido. El talante francament­e imperial, reaccionar­io y plutocráti­co de ese gobierno irá apareciend­o con las desregulac­iones bancarias, (Wall Street) los presupuest­os militares y, sobre todo, por la política fiscal planeada: en extremo benéfica para los de mero arriba.

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