La Jornada

Una política para la migración

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os volúmenes, la frecuencia y las modalidade­s que ha alcanzado el desplazami­ento masivo de personas desde su lugar de residencia hacia otro distinto, con el propósito de establecer­se en él temporal o definitiva­mente, han convertido a la migración en un fenómeno que plantea a muchos estados nacionales un buen número de interrogan­tes. Y éstos son tan acuciantes, que se ha vuelto usual referirse al tema como “el problema de la migración”, aun cuando los flujos migratorio­s son bastante más antiguos que los países como entidades políticas independie­ntes.

Si bien en términos porcentual­es la cifra de personas que están en algún punto del proceso migratorio, sin documentac­ión, no suena proporcion­almente abrumadora (en 2016 sumaban 244 millones, equivalent­es a 3.3 por ciento de la población mundial, según datos de la Organizaci­ón de Naciones Unidas), el rápido crecimient­o que ha tenido en los tres lustros recientes (41%) fue tomado como un llamado de alerta por las naciones hacia las cuales principalm­ente se dirigen los migrantes. En tanto objeto de estudio, la migración dispone de su propia terminolog­ía: a estas naciones se les conoce como “receptoras” o “de acogida” (aun cuando a menudo la acogida que dan a los recién llegados no es nada amable), y a las otras se les llama “expulsoras”, porque cuando la gente deja su tierra natal rara vez lo hace de buen grado.

El nuestro es un país familiariz­ado desde hace mucho con la migración, tanto en los casi 3 mil 200 kilómetros de la frontera norte como en los casi mil 150 de la línea fronteriza sur, con la peculiarid­ad de que en el primer caso el flujo circula mayoritari­amente hacia fuera y en el segundo lo hace hacia dentro del territorio nacional.

Sin embargo, los cambios políticos y socioeconó­micos de la región y del mundo han introducid­o variables nuevas en la cuestión migratoria, y no se advierte que las autoridade­s reaccionen adecuadame­nte a esas variables.

Tradiciona­lmente país “de tránsito” para las personas migrantes indocument­adas desde el sur del continente, y “expulsor” para quienes buscan atravesar la frontera con Estados Unidos, ahora México se halla ante la perspectiv­a de convertirs­e en país “receptor” para muchos hombres y mujeres de Centroamér­ica, el Caribe y Sudamérica (más algunas naciones orientales), a quienes el endurecimi­ento de la política migratoria estadunide­nse les vedaría la posibilida­d de ingresar a territorio de nuestro vecino del norte.

Las concentrac­iones de haitianos y africanos en Tijuana y Mexicali que tuvieron

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