De ida y vuelta
IV
Pensándolo bien, Justina reconoce que las opiniones favorables y la buena disposición de todos hacia Carlos empezaron a cambiar el día en que él anunció para finales de febrero su regreso a México, a la casa. Anoche otra vez fue el tema de la espantosa conversación.
Al recordarla, Justina se siente avergonzada de su familia. Ya nadie parece recordar que gracias a lo que Carlos mandaba desde Arkansas pudieron salir de compromisos, ponerle a Renato su changarrito, renovar la cocina y pagarle a Lázaro su licenciatura en sistemas. Ahora sólo piensan en los problemas que traerá el regreso de Carlos. Por principio de cuentas, tendrían que cambiar de hábitos, despedirse de una relativa comodidad y replegarse para cederle espacio. El que ocupaba su hermano antes de irse ahora lo habita el tío Arnulfo, que no cesa de lamentarse y repetir: “Si me echan de aquí, moriré en la calle.”
Renato pensó que también sería necesario ayudar a Carlos a conseguir un trabajo, tal vez sostenerlo mientras lo encon- traba –cosa muy posible, ya que en los últimos tiempos varias veces se había quejado de que en las obras ya no contrataban a mexicanos. Todo parecía cuesta arriba, imposible de resolver, a menos –según propuso Lázaro– que le plantearan a Carlos la situación. Entonces él, como era tan inteligente, acabaría por renunciar a vivir con la familia.
En ese momento, por vez primera en toda la noche, Justina escuchó la voz enérgica de su madre: “¡Olvídenlo! De ninguna manera vamos a darle la espalda. Al menos por un tiempo creo que lo mejor y lo más justo será que ese muchacho se quede con nosotros.”
V
Justina se detiene cuando escucha su celular. Es Ignacio. Le avisa que un compañero aceptó suplirlo en el viaje a Querétaro, así que podrían verse a las nueve, cuando ella saliera de la fonda. La promesa basta para que Justina olvide la discusión de anoche, la mezquindad de sus hermanos y del tío Arnulfo, el silencio consentidor de su padre. Lo único que no logra olvidar y sigue lastimándola es el tono con que su madre llamó “ese muchacho” a Carlos.