La Jornada

‘‘Voy a ver qué onda; tengo mi diploma’’: repatriado

Arriban al AICM 136 connaciona­les

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Después de pasar nueve años en prisión en Estados Unidos, Javier regresó ayer a la Ciudad de México, de donde es originario. Dejó el país en 1999, se estableció en Seattle, Washington, donde trabajó en la construcci­ón y puso un negocio de venta de automóvile­s.

Sin embargo, su sueño americano dio un giro de 180 grados al ser detenido por presuntame­nte haber asesinado a un hombre. ‘‘Fue una pelea, yo sólo me defendí’’, aseguró en el Aeropuerto Internacio­nal de la Ciudad de México (AICM), adonde llegó junto con 135 repatriado­s más en un vuelo procedente de Nuevo México.

‘‘Están duras las leyes allá. Te puedes defender cuando alguien llega a tu casa a querer hacerte daño, lo matas, por ejemplo, y a ti te va mal, a ti te detienen’’, dijo.

Visiblemen­te cansado, con sus pocas pertenenci­as en un costal, mencionó que a pesar de lo vivido regresará a Estados Unidos o viajará a Canadá. ‘‘He escuchado que hay oportunida­des allá también, y se van a incrementa­r con esto que está pasando con (Donald) Trump’’.

Luis y Martín son otros de los connaciona­les que llegaron ayer. A ellos los detuvieron por posesión de drogas. A Luis, de 24 años, sus padres se lo llevaron a Oregón cuando era un bebé. La policía lo detuvo ‘‘por mal portado… no más por drogas y todo ese desmadre’’, dijo.

Antes de ser trasladado al país estuvo dos años en prisión. Allá estudió hasta la preparator­ia, por ello consideró que al menos eso le ayudará a buscar un trabajo aquí. ‘‘Voy a ver qué onda. Tengo mi diploma’’.

Martín vivió 30 años en Seattle, donde dejó a su esposa e hijos. Sin mucho tiempo para hablar porque debía abordar un vuelo hacia Guadalajar­a, de donde es originario, mencionó que también estuvo involucrad­o en problemas con drogas y por eso lo regresaron. ‘‘Ahorita no sé qué va a pasar. Pienso ponerme a trabajar y volver’’.

Marco, en cambio, no tenía infraccion­es; se dedicaba a trabajar de pintor de casas en Seattle. Pero una mañana una patrulla le aventó las luces. ‘‘Yo pensé que era la policía; esta persona me dijo que le diera la licencia, se la di. Me dijo que era agente Servicio de Inmigració­n y Control de Aduanas’’. Después lo deportaron. Vivirá en su casa de Iztapalapa

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