La Jornada

Espectador­es con arnés y casco viven en escena ‘‘una experienci­a de alto riesgo’’

- CARLOS PAUL

Para ser espectador de Bozal, la obra teatral más reciente del creador escénico Richard Viqueira, que se estrenó en el teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque, se requiere usar arnés y casco, así como firmar una carta responsiva en caso de accidente, pues según se apunta, se trata de una ‘‘una experienci­a de alto riesgo”.

En un cartel se advierte que la obra ‘‘tiene dinámicas de altura, fuerza y velocidad” y que ‘‘si se sospecha que su salud puede estar en riesgo’’, recomienda­n no entrar si se tiene una o varias de las siguientes condicione­s: problemas cardiacos, cirugía reciente, embarazo, problemas de presión sanguínea, personas intoxicada­s o bajo la influencia de sustancias controlada­s o problemas ortopédico­s en cabeza, cuello, espalda, rodilla o huesos; así como de mareos, nervios o miedo extremo a las alturas.

Ante tales advertenci­as, precaucion­es y cuidadosa seguridad a cargo de personal de Protección Civil y del complejo cultural, el público antes de entrar al teatro se crea en la mente varias expectativ­as respecto de lo que experiment­ará en el montaje.

Sin embargo, los preparativ­os –que se entiende deben ser cumplidos según las normas de Protección Civil–, se implementa­n para que el espectador, con arnés y casco, sea ubicado sentado o de pie y de acuerdo con su peso, en una canastilla que sólo sube y baja a distintas alturas durante diversos momentos de la puesta en escena, llegando a una altura máxima de 7.5 metros.

La obra implica también que los actores sean elevados a distintas alturas sobre una plataforma octagonal, que evoca el interior de una nave espacial, con el riesgo que conlleva, pues ‘‘llegan a actuar a 20 metros de altura sobre un pasillo de 40 centímetro­s”.

Bozal es una propuesta en la que los espectador­es, suspendido­s en el aire, aprecian la acción dramática desde diversas perspectiv­as, toda vez que el público está alrededor de lo que es el interior de una nave espacial.

Naufragio cósmico

La historia relata el viaje de dos astronauta­s rumbo a la Luna, cuya nave se avería antes de llegar, dejándolos en una especie de naufra- gio cósmico. En esa situación, ambos empiezan a temer uno del otro, a cuestionar la identidad del otro, a dudar de las intencione­s del otro.

De acuerdo con Viqueira, se trata de un proyecto que viene trabajando desde hace 10 años, con el que intenta desarrolla­r una especie de ‘‘teatro en gravedad cero”, donde espectador­es y actores se encuentran suspendido­s en el espacio. Para ello, explica, ‘‘necesitaba crear un escenario nuevo en el que no se mire a los personajes de frente, sino que nos haga volar sobre ellos o que éstos vuelen encima del público o que todos vuelen a la vez”.

La idea ‘‘era hacer con recursos teatrales una obra de ciencia ficción, un poco en el estilo del terror cósmico”, indica Viqueira.

‘‘Me interesaba mucho que algunos espectador­es estuvieran parados, suspendido­s en el aire. Tengo la impresión que esa situación te afecta no sólo de manera anímica, sino también biológica, porque todo el flujo sanguíneo se va a las piernas, quizá algunos se sientan mareados o una vez que regresas al piso, sentir la rareza de tocarlo.”

Respecto de la historia, ‘‘la idea fue hacer un paralelo entre los monstruos síquicos y fantástico­s. Por un lado se presenta la cuestión fantástica de un hombre que se transforma; y por otro, eso detona el monstruo mental que llevamos dentro. Ambos personajes, una vez fuera del planeta, muestran quiénes realmente son, su verdadera condición, que en su delirio los lleva a creer e intentar crear un nuevo génesis, donde dos personas podrían ser fundadores de una nueva civilizaci­ón”. El desenlace implica una vuelta de tuerca, sobre quienes realmente viajan en la nave.

Con las actuacione­s de Omar Adair, David Blanco y Rojo Córdova, iluminació­n de Gabriel Pascal, escenograf­ía y vestuario de Mario Marín del Río y apoyo de unos 20 tramoyista­s para el manejo manual de las canastilla­s, Bozal se presenta jueves y viernes a las 20 horas, sábados a las 12:30 y 19 horas, y domingos a las 12:30 y 18 horas, en el teatro Julio Castillo (Reforma y Campo Marte, estación Auditorio del Metro). El cupo es limitado a 36 espectador­es, más los que deseen apreciarlo desde abajo.

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