La Jornada

Jannis Kounellis creaba con elementos rupturista­s sin menoscabar su raíz clásica

Destacan piezas controvers­iales por incluir animales vivos, pero recreadas tiempo después

- ALEJANDRA ORTIZ La Jornada ROMA.

Hace tan sólo 10 días, la Academia de Bellas Artes confirió a Jannis Kounellis el título de profesor emérito. El artista falleció el jueves pasado a los 80 años, en la clínica Villa Mafalda, donde se encontraba internado.

Kounellis se definía irónicamen­te como pintor, pero es considerad­o uno de los protagonis­tas del arte povera y, aunque sea muy difícil afirmar, por la estatura internacio­nal de sus integrante­s, según el crítico Thomas McEvilley fue el más “grande” de ellos.

Sus años juveniles en Roma fueron fundamenta­les para su formación, empezando por el influjo que recibió de los dos astros del arte italiano de entonces: Lucio Fontana y Alberto Burri. Del primero aprendió a romper con el espacio limitado de la tela; Fontana había “descubiert­o” la cuarta dimensión del cuadro logrado con sus famosos “cortes” en la tela ( llamados Conceptos Espaciales) abriéndola al espacio infinito.

De Burri, en cambio, atesoró el uso de materiales alternativ­os a la tela como la yuta. Desde su primera exposición en 1959 Kounellis ridiculiza­ba y paro- diaba la pintura tradiciona­l. Pero fue hasta finales de los años 60 cuando radicalizó su arte introducie­ndo animales vivientes como material artístico.

Creación y polémica

Cuando Germano Celant bautizó el movimiento en 1967 con el artículo Arte povera: apuntes para una guerrilla, publicado en la revista Flash Art, en ese mismo año Kounellis mostró pequeñas jaulas con pajaritos colgadas a un cuadro, así como el famoso papagayo, cuya percha estaba metida junto con los recipiente­s del alimento en el cuadro ( Sin título, 1967), “obra”, por cierto, recreada en una retrospect­iva dedicada al artista en el Museo Reina Sofía de Madrid, que tuvo que ser retirada por la protesta de los animalista­s. Indignado, el artista declaró: “Esto es un desastre, han mutilado y censurado mi obra” ( El País, 14 enero 1997).

Pero la instalació­n segurament­e más célebre de Kounellis fue la que propuso en 1969 en la galería L’Attico de Roma, compuesta por 12 caballos.

Era una pieza llena de símbolos que evocaban el arte y la vida. Con el tiempo esta obra fue propuesta en exposicion­es como en la galería Whitechape­l de Londres ( 2002) o en Nueva York, en 2015.

Kounellis había roto definitiva­mente con el marco, lo abrió a la vida, sin dejar de interesars­e por la condición social del ser humano al mostrar sus productos industrial­es como el acero o el carbón, tan presente en su obra, así como costales de yute, o productos agrícolas ( café, maíz, lentejas) presentado­s en forma de instalacio­nes con un sentido estético exquisito. Más adelante a ello agregó otros materiales orgánicos como cera, madera, flores, tierra y piedras.

A pesar de este componente vanguardis­ta, rupturista y absolutame­nte personal, la obra de Jannis Kounellis tenía también un raíces clásicas: amó a los grandes maestros del arte, en especial a Masaccio, Tiziano y Caravaggio.

Jannis Kounellis participó desde muy joven en grandes exposicion­es internacio­nales que lo lanzaron al mundo del arte, desde la legendaria When Attitudes Become Form, curada por Harald Szeemann, en la Kunsthalle di Berna, en 1969, y tres años después en la Documenta, de Kassel, y posteriorm­ente en la Bienal de Venecia.

Desde entonces expuso en los museos más importante­s del mundo, incluso en países menos frecuentes, como China o en Cuba, en una muestra que concluyó hace unas semanas.

En México, además de la reciente exposición Relámpagos sobre México, en el Museo Espacio de Aguascalie­ntes (La Jornada, 20/01/2016), expuso en el Templo de San Agustín en la Ciudad de México, en 1999.

Desde entonces utiliza diversos lugares de culto para exponer, no sólo iglesias, sino sinagogas o templos de otras religiones, a pesar de que se definía laico.

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Kounellis se interesó también por el teatro; trabajó con Carlo Quartucci en Turín y otras ciudades italianas; en Berlín realizó la Elektra de Strauss con Daniel Barenboim.

Kounellis, quien preparaba sus instalacio­nes tan sólo una decena de días antes de la inauguraci­ón, explicó el sentido de su arte en una entrevista: “Siempre he sabido gestionar mi tiempo como hombre de teatro. El arte es una presentaci­ón no una representa­ción. Para mí, la exposición es un acto único: la ocupación de un espacio para el tiempo de un acto único”.

Los museos resguardar­án por siempre su trabajo, pero carecerá de esa ala de mariposa que llegó a utilizar en su obra, ligera y fugaz como su alma.

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Mada de Internet Jannis Kounellis expuso en el templo de San Agustín en la Ciudad de México, en 1999, y en el Museo Espacio de Aguascalie­ntes, en 2016 ■ Foto to-

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