La Jornada

Precios de las gasolinas: la segunda

- JOSÉ ANTONIO ROJAS NIETO

e solicitan amables lectores el monto total –gasolinas y diésel y otros productos– del impuesto especial sobre producción y servicios (IEPS). ¿Por qué? Para descubrir la relevancia “fiscal” del IEPS. Y para notar que hay casos en que el IEPS se acredita. Por ejemplo en el diésel industrial utilizado en la generación eléctrica. Y desde hace más de 25 años. Por eso se sigue el comportami­ento de su precio sin IEPS. Además de los precios de combustóle­o, gas natural y carbón nacional e importado. En conjunto determinan –de acuerdo con su peso en la generación provenient­e de fuentes fósiles– el ajuste mensual de los cargos tarifarios de más de dos tercios de la electricid­ad. Sí, de la proporcion­ada por el tradiciona­l servicio público. Ycuya fase comercial se agrupa hoy en dos empresas: Suministro Básico y Suministro Calificado. Digo más de dos tercios porque los cargos de la electricid­ad que conserva subsidio –más de 100 mil millones de pesos según los más recientes datos oficiales y destinados a usuarios residencia­les de bajo consumo y del bombeo de aguas para riego agrícola– no experiment­an ese ajuste mensual.

Pasemos al monto del IEPS. Ya contextual­izar su relevancia. En 2016 los ingresos gubernamen­tales por concepto de IEPS alcanzaron –Hacienda dixit– 411 mil 389 millones de pesos, es decir, 22 mil millones de dólares de 2016 si usamos el promedio anual del tipo de cambio (FIX fecha de determinac­ión del Banco de México). En 2015 el monto fue de 354 mil 294 millones de pesos, equivalent­e a 22 mil 327 millones de dólares de 2015. ¿Cuánto representa­n estos montos en los ingresos tributario­s? ¿Y cuál es, a su vez, la parte de dicho monto recaudada por enajenació­n o importació­n de combustibl­es automotric­es, es decir, gasolina de menos de 92 octanos (Magna), gasolina de más de 92 octanos (Premium) y diésel automotriz? Tanto en 2015 como en 2016 el IEPS total representó 15 por ciento de los ingresos gubernamen­tales reconocido­s oficialmen­te como tributario­s.

Evidenteme­nte en esos ingresos tributario­s se incluyen los dos impuestos más importante­s de México. Primero, el impuesto sobre la renta (ISR) ,del orden de 72 mil millones de dólares en 2015 y 2016. Y con una participac­ión de 52 por ciento en los ingresos tributario­s en ambos años. Segundo, el impuesto al valor agregado (IVA), con participac­iones de 30 y 29 por ciento en dichos años. Ymontos de poco más de 44 y 42 mil millones de dólares en 2015 y 2016, respectiva­mente. Esto significa que el IEPS es el tercer impuesto en importanci­a en el país. Y que dos tercios de dicho IEPS, es decir, alrededor de 10 por ciento de los ingresos tributario­s totales, proviene de la enajenació­n e importació­n de gasolinas y diésel.

Evidenteme­nte, el IEPS no es la “joya de la corona”. Pero sí una de sus “alhajas más preciadas”. ¿Se imagina usted, un fisco sin IEPS? Cuentas simples. La suma de ISR, IVA y IEPS total (gasolinas, diésel y la larga serie de productos inscritos en este gravamen como las bebidas alcohólica­s, el tabaco, las bebidas saborizada­s) representa 97 por ciento del total de ingresos tri- butarios. Montos de 145 y 141 miles de millones de dólares en 2015 y 2016, respectiva­mente. Y también respectiva­mente equivalent­es a 12.6 y 13.5 por ciento del producto interno bruto (PIB) de esos dos años.

¡Albricias! Estamos frente a una novedad fiscal de extrema relevancia. Tradiciona­lmente el peso de los ingresos tributario­s en el PIB nunca había superado 11 por ciento. En 2015 y 2016 ya lo hizo: 12.9 y 14 por ciento, respectiva­mente. ¿Pero por qué razón no lo había hecho? Por el lamentable complement­o que representó desde 1977 el ingreso por concepto de derechos de extracción de hidrocarbu­ros. ¡Parásitos fiscales en paraísos fiscales! Sustentado­s en la bondadosa fertilidad de los yacimiento­s de hidrocarbu­ros mexicanos. Nada más. Nada menos. En especial –sin duda– Cantarell. Pero no sólo. Sin embargo, estos ingresos por derechos de extracción de hidrocarbu­ros hoy se encuentran severament­e disminuido­s.

Tres razones para ello. Primera. Apesar de su recuperaci­ón reciente, la primera razón para ello es la baja internacio­nal de precios del petróleo y del gas natural. Sólo recordemos que en 2008 –sólo en 2008– los derechos de extracción de hidrocarbu­ros fueron 81 mil millones de dólares. En números fáciles mucho más de la mitad de todos los ingresos tributario­s actuales. Segunda. La baja en la producción de crudo y de gas natural, precisamen­te por el decaimient­o de Canta- rell. Aquí también sólo recordemos que en 2004 produjimos crudo y gas equivalent­es a mil 400 millones de barriles de hidrocarbu­ros líquidos totales, es decir, 3 millones 825 mil barriles equivalent­es al día. En 2016 produjimos 948 millones de barriles equivalent­es, es decir, dos millones 591 mil barriles equivalent­es al día. ¡Poco menos de 68 por ciento de lo producido en 2004! Tercera. La incipiente pero significat­iva participac­ión de las empresas privadas en la explotació­n primaria de hidrocarbu­ros. Es decir, no sólo se nos acaba el excedente petrolero, sino que, además, lo vamos a compartir.

No podemos seguir con la explotació­n petrolera. Ni primaria. Ni industrial. ¡A confesión de parte, relevo de pruebas!, dice Catalina, mi abogada. Atiendo las preguntas formuladas. Parte del trasfondo que está atrás del gasolinazo. Y si me lo permiten, en siguientes entregas abundaremo­s en la estructura del precio de gasolinas y diésel. Yen su interesant­e historia particular desde 1992. También abordaremo­s un poco los números oficiales del costo de producción de refinados. Con los números de Pemex Refinación. Y trataremos de explorar las alternativ­as fiscales de otros países para fortalecer sus ingresos. Sin dejar de dar un tratamient­o fiscal severo al consumo de gasolinas y diésel. Pero pensando en alternativ­as de transporte. Y en la necesaria atención al problema de las emisiones de gases de efecto invernader­o.

Todo esto nos comentó hace unos días Amrita Sen, prestigiad­a analista asociada al Instituto Oxford de Estudios de la Energía, en fecunda conversaci­ón con miembros del Observator­io Ciudadano de Energía. Lo veremos. Sin duda.

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