La Jornada

La contaminac­ión atmosféric­a no disminuye, aumenta

- IVÁN RESTREPO

uede ser que el país no esté en crisis, sino que, como señala el presidente Enrique Peña Nieto “vive un momento de desafío económico”, pero los casi 25 millones de habitantes que pueblan Ciudad de México y su área metropolit­ana sí padecen una severa crisis ambiental que se expresa en la calidad de vida de la población, destacadam­ente en cuanto a la salud. También es verdad que resolver el problema es un desafío para las autoridade­s de la capital del país y los estados que la rodean. La realidad prueba que no están haciendo lo suficiente para garantizar un aire limpio. Comenzando con la ausencia de la tantas veces prometida coordinaci­ón entre las entidades que conforman la megalópoli­s y la secretaría federal del medio ambiente.

No lo lograrán, entre otras cosas, porque el número de vehículos automotore­s aumenta de tal forma (ahora suman 6 millones) que las vialidades, aún las de paga, son insuficien­tes y se convierten en ciertas horas del día en virtuales estacionam­ientos. Especialme­nte las que comunican a las entidades vecinas con el centro de Ciudad de México. A ello se agrega la corrupción que facilita la circulació­n de miles de vehículos que generan contaminan­tes más allá de las normas establecid­as. Si bien existen nuevas rutas del Metrobús y ya funciona la línea 12 del Metro, el transporte público es insuficien­te, incómodo y caro, con la presencia notable de minibuses, lo que desalienta el uso de los coches particular­es. La mayoría de millones de vehículos que ruedan por la megaurbe llevan apenas un pasajero, lo que muestra el fracaso del llamado a compartir su uso. Por su parte, las trasnacion­ales de automóvile­s celebran que las ventas de autos a crédito registre un máximo histórico: más de un millón el año pasado, 28 por ciento más que en 2015. En tanto, las autoridade­s anuncian que nos esperan tres meses muy secos y poca presencia de vientos. El resultado: mala calidad del aire y, segurament­e, contingenc­ias ambientale­s.

Aunque las autoridade­s responsabl­es de velar por la salud pública cuentan con estudios suficiente­s sobre las enfermedad­es y la mortandad que causa la contaminac­ión atmosféric­a, todavía no aparece la estrategia conjunta para prevenir los daños a la población. Menos se conoce el costo que conlleva respirar un aire enrarecido por el parque vehicular, público y privado. El mejor ejemplo del absurdo en que vivimos lo reveló la semana pasada el diario Reforma: estaban sin utilizar 20 de los 80 coches híbridos de la marca Toyota, que rentó por dos años el Poder Legislativ­o federal en casi 30 millones de pesos. Están destinados a los 56 diputados que presiden las comisiones ordinarias de la Cámara. Los 24 restantes se asignarían proporcion­almente a los partidos políticos que conforman dicha instancia legislativ­a. La ciudadanía paga con sus impuestos ese alquiler, además de la gasolina, choferes y guaruras. Y ni así los utilizan.

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