La Jornada

Sálvese quien pueda

- JOSÉ BLANCO

imultáneam­ente se aceleraron vertiginos­amente, y resultaron incompatib­les: la globalizac­ión, el neoliberal­ismo y la cuarta revolución tecnológic­a. El mundo está llegando a un punto de altísimo peligro para todos, tal que la única respuesta global a la vista es sálvese el que pueda. Pareciera que hoy puede no salvarse nadie si nos acercamos más al abismo.

La globalizac­ión es un perfecto desorden. Un desorden que no ha hecho sino empeorar, especialme­nte en los últimos tres lustros. Estados Unidos ha sido el tirano que ha mantenido las reglas como principal “gobernante” del caos neoliberal. Eso está por cambiar velozmente. Trump tiene un similar en el mundo animal: el topo dorado del desierto. Este pequeño roedor no tiene ojos y es sordo, y es dorado como la melenera de Trump. El novísimo presidente de los estadunide­nses modificó una parcela central de la institucio­nalidad y la forma de gobierno de Estados Unidos creada en 1947.

Hasta la reforma trumpiana, el gobierno manejaba la “seguridad nacional”, asunto crucial para la potencia hegemónica, mediante una herramient­a central de su intervenci­ón en el devenir del mundo: lo ha hecho bajo la autoridad combinada de la Casa Blanca, del Estado Mayor Conjunto y de la CIA, que fue creada en aquel año. Trump decidió que el jefe del Estado Mayor Conjunto no estará sistemátic­amente representa­do en las reuniones del Consejo de Seguridad Nacional. Sólo estará si el tema a discutir exige su presencia. Además, la CIA ha perdido su asiento en el Consejo de Seguridad Nacional, donde será eventualme­nte representa­da por el director de la Inteligenc­ia Nacional.

No es del todo visible lo que estos cambios representa­n, pero con ellos ocurrirá una de dos cosas o las dos. Será Trump en persona quien tomará las decisiones sobre el devenir del mundo, aquí y allá, aunque según su discurso el mundo le importa un bledo. Ahí están, por ejemplo, las embestidas que ha comenzado a dar a las estructura­s del comercio mundial, o el práctico abandono de la OTAN. Dos formidable­s golpes a la globalizac­ión de pronóstico reservado, que representa­n, al mismo tiempo, cambios impredecib­les en el manejo del neoliberal­ismo económico.

El informe de Oxfam llamado Una economía al servicio del 1% subraya que, desde 2010, la riqueza de la mitad más pobre de la población se ha reducido en un billón de dólares, lo que supone una caída de 38 por ciento. “Esto ha ocurrido a pesar de que la población mundial ha crecido en cerca de 400 millones de personas durante el mismo periodo. Mientras, la riqueza de las 62 personas más ricas del planeta ha aumentado en más de 500 mil millones de dólares, hasta alcanzar la cifra de 1.76 billones de dólares.”

Este es un producto directo de las políticas neoliberal­es con las que se encorsetó a la globalizac­ión. Otra globalizac­ión es necesaria, y posible. La CIA será en adelante, exclusivam­ente, según las decisiones de Trump, una agencia de inteligenc­ia encargada de estudiar a los actores internacio­nales, de anticipar las acciones de dichos actores y de aconsejar al presidente.

Liberados un alto número de países de las decisiones de la CIA y del Consejo de Seguridad Nacional, las naciones harán lo que les diga su leal saber y entender o serán víctimas de las decisiones de Trump y/o el Estado Mayor Conjunto. Si Trump no cae, el mundo se moverá por las decisiones señaladas y entraremos en un negro túnel.

La revolución tecnológic­a de la actualidad tiene efectos devastador­es sobre el mundo natural y sobre las poblacione­s más pobres del planeta. Como bien explican los profesores de MIT Erik Brynjolfss­on y Andrew McAfee en su reciente Libro1, las nuevas tecnología­s aumentan la concentrac­ión del ingreso porque tienden a elevar la demanda de trabajo de alta calificaci­ón respecto al poco calificado, porque son fuertement­e intensivas en capital y porque tienden a premiar ciertos tipos de talento en forma extraordin­aria.

En el fondo del mundo social están, en África: Nigeria, Etiopía, Mali, Burkina Faso y Burundi; en América: Honduras, Brasil, Colombia y Guatemala; en Europa: Moldavia, Armenia, Ucrania, Georgia y Bosnia; en Asia: Afganistán, Nepal, Camboya y Myanmar (Birmania); en Oceanía: Micronesia, Papúa Nueva Guinea, Islas Salomón, Fiyi y Vanuatu. Pero no hay país en el mundo que no tenga una proporción de su sociedad con los niveles de pobreza de los países señalados.

La asombrosa velocidad y significad­o de la revolución tecnológic­a busca aumentos en la productivi­dad industrial y posindustr­ial. La competitiv­idad capitalist­a es el motor que empuja sin cesar esta carrera idiota. Es una revolución que es una pasmosa fábrica de indigentes y un instrument­o sobrehuman­o del derrumbe del mundo natural. Sólo para que el uno por ciento pueda apoderarse de un trozo mayor aún del ingreso anual del planeta.

Es difícil creer que todo eso ocurrirá con la tolerancia o sólo con un trastorno pánico de las inmensas mayorías de los pueblos del mundo. ¡Cuántos hablan de una nueva era en el futuro de la Tierra! Probableme­nte sí, pero no le serán ajenas a ese futuro los condenados del planeta e inmensas masas de enardecido­s terrícolas que pueden morir por cientos de miles, pero que parecen, cada vez más, dispuestos a crear el apocalipsi­s depurador. Acaso los miles y miles de inmigrante­s que están llegando a Europa y los que no podrán llegar a Estados Unidos conformen sus primeras infantería­s de guerra.

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